Voto Legislativo: Sumisión o Conciencia

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En diversos países, no puedo afirmar que en todos, se sabe de problemas de crisis moral de legisladores que son obligados por sus partidos e emitir sus votos conforme a directivas impuestas, independientemente de lo que su buen criterio les dicta.

La pregunta es entonces: ¿conciencia u obediencia?

Para poder responder a este dilema es preciso establecer una prioridad de lealtades. Esto ya se ha presentado y discutido muchas veces en medios de ética política y de llamémoslo maquiavelismo. Para ciudadanos educados en la buena moral, sobre todo de profunda base religiosa, que llegan a esos cargos legislativos, o a puestos de alta responsabilidad de gobierno, la respuesta es sencilla, lo difícil es el lío que eventualmente se echan encima.

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El argumento moral y creo que de buen fondo legal, es que los legisladores tienen su mayor compromiso de lealtad con los ciudadanos que representan, los que votaron por ellos y los que votaron por otros o no votaron. El partido que los postuló y que representan debe quedar en segundo lugar. El bien común de sus representados está sobre el bien particular de su partido político. Es más, sobre el interés (más que el “bien”) de sus cúpulas partidistas.

Así, un buen ciudadano legislador debe votar en conciencia, y poner siempre ésta sobre la obediencia exigida por sus dirigentes de partido. ¿El problema? Se compran un pleito, y se lo compran porque quienes les exigen votar contra su conciencia o buen juicio normalmente lo hacen por intereses ajenos al bien común y/o inmadurez ciudadana. Sea para cumplir acuerdos políticos de diversa índole y diferentes intereses, o sea porque su visión del bien común está torcida o perdida.

Lo peor son las amenazas por indisciplina de partido (léase de cúpula partidista), y más aún que sean amenazas cumplidas, que llegan hasta la expulsión. Sin embargo, a nivel nacional e internacional hay ejemplos de legisladores que votan conforme a su conciencia desobedeciendo a sus jefes políticos. A veces estos últimos alegan que ellos saben más que los individuos qué es lo mejor, pero cuando sus órdenes son más que dudosas respecto al bien común, lo normal es que no puedan justificar tales órdenes.

Un legislador de buena conciencia debe votar siempre conforme a ésta, y con ello poder sentirse responsable con la ciudadanía. A veces en los grupos parlamentarios se dice a sus integrantes que pueden votar libremente, pero aún sin este “permiso”, cada diputado, representante o senador, debe votar en conciencia. La sumisión ante los que se considera injusto, indebido o abiertamente ilegal o inmoral es inaceptable, es vergonzosa y una carga de conciencia.

La facultad de ordenar acciones políticas tan trascendentes como votar leyes, debe estar subordinada a la legitimidad de lo ordenado, en función del bien común. Si en casa no se vale “porque soy tu madre”, en un partido tampoco vale “porque yo lo mando”. Absurdo, inmoral e inválido.
El voto legislativo debe ser siempre en función del bien común de la sociedad, antes del bien o interés particular de las cúpulas de un partido. ¡Aplica la “objeción de conciencia”! Esto se llama integridad.


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