Analizar la visita pastoral del papa Francisco a México en clave política conduce necesariamente a graves equivocaciones en la interpretación de sus actos y palabras
“Misericordia: es la ley fundamental
que habita en el corazón de cada
persona cuando mira con ojos
sinceros al hermano que
encuentra en el camino de la
vida…”
Francisco.
Analizar la visita pastoral del papa Francisco a México en clave política conduce necesariamente a graves equivocaciones en la interpretación de sus actos y palabras. Peor aún, observar su presencia entre nosotros desde la pedestre “grilla mexicana” y sus prejuicios ideológicos, para satisfacer ideas preconcebidas es gran engaño. Se intenta tripular lo que sólo puede ser explicado desde la perspectiva de su autor y protagonista.
En estos días ha corrido mucha tinta y ocupado cientos de horas en los medios con la pretensión de glosar los mensajes papales. ¡Cuántas tonterías se escriben y falsedades se dicen! Supuestos expertos pontifican desde púlpitos que su Santidad no ocupó.
Para quien sinceramente quiera entender, sobre todo asumir en su vida personal y en sus relaciones comunitarias lo que Francisco vino a predicar, le convendrá seguir el hilo conductor de su estrategia pastoral.
Esa pauta se encuentra en su convicción de aplicar el poder de la misericordia en la transformación de las conductas individuales y su saludable efecto en la humanización de las estructuras sociales y políticas. Que su mensaje resulte fructífero o estéril depende del terreno en el que caiga la semilla. No hay mas ciego que el que no quiere ver, ni más sordo que el que no quiere oír.
Francisco regresó a Roma. Ya se silenció la explicable algarabía y cesó la inevitable parafernalia provocadas por sus recorridos. Es ahora cuando hay que dedicar tiempo a estudiar serenamente, con mente y corazón abiertos, los textos de sus discursos y sermones. Para comprenderlos puede ser de utilidad acompasar este ejercicio con la lectura del libro El nombre de Dios es Misericordia (Planeta, 2016). Reproduce una reciente conversación-entrevista con Andrea Tornielli, un auténtico experto vaticanista del diario italiano La Stampa.
Con la deliciosa cadencia de una charla entre amigos, el Papa externa su certeza para transformar las dolorosas realidades de nuestros tiempos con la fuerza que define “abrir el corazón al miserable”. Su etimología latina es hermosa: Miser y Cor-cordis: sentir la desdicha de los demás. Por eso convocó al Jubileo de la Misericordia (8 dic. 2015 al 20 nov. 2016) con la Bula Misericordiae Vultus (El rostro de la Misericordia). Su encuentro con los mexicanos, precisamente en este año, se inscribe en esa lógica teológica y pastoral. No en la vulgaridad de ignorantes intérpretes mediáticos.
Francisco no tiene duda. México es una nación urgida de misericordia. De los mexicanos con los propios mexicanos. Lo repitió una y otra vez: sin misericordia la política se transforma en corrupción (Palacio Nacional y Ecatepec). La convivencia social se pudre por injusticias, abusos, “descarte” de los débiles, violencia criminal y maltrato a los migrantes (San Cristóbal, Morelia y Ciudad Juárez). Esa misericordia social no vendrá del cielo. La otorgamos o negamos los hombres y mujeres de aquí y ahora. Tampoco se logra en automático con leyes e instituciones. Nace en el corazón y se aloja en las convicciones de los seres de carne y hueso. Sin misericordia unas y otras se pervierten. Nuestra historia lo demuestra hasta la náusea.
¿Cuantas selfies nos tomaremos los políticos y todos los ciudadanos del país con la misericordia?, ¿cuantos aplausos dedicaremos para abrir nuestro corazón a los miserables de nuestra tierra? Francisco ya vino y nos dejó su palabra, toca a cada uno la respuesta.
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