Una menor semana laboral

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La semana laboral de 48 horas establecida en la Constitución se consideró en su momento como de vanguardia en defensa del trabajador. Antes de la Revolución eran comunes jornadas de 72 horas y más, que agotaban físicamente a quienes laboraban en fábricas, talleres y tiendas. Junto con la insalubridad reinante fueron causa de muerte a edades que ahora consideramos tempranas.

A dos años de celebrar el centenario de nuestra Carta Magna y aunque las condiciones laborales han mejorado enormemente, la prescripción legal es la misma. Lo que sí ha cambiado es la costumbre. Cada vez es más frecuente ver empresas con semanas laborales de sólo 5 jornadas, incluso en oficinas gubernamentales.

Muchas empresas, especialmente fabriles que funcionan en forma continua, siguen apegadas al máximo de 48 horas en 6 jornadas de 8 horas, mientras sus oficinas ya sólo laboran 40 horas semanales. Otras distribuyen las 48 horas semanales en 5 jornadas, interpretando a su manera la norma constitucional sin que nadie objete. Otros trabajan, especialmente en hospitales, empresas de seguridad y policías, jornadas de 24×48, es decir por cada 24 horas de servicio disfrutan de dos días de descanso, aunque no se cumplan los máximos establecidos legalmente.

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La costumbre laboral rebasó la norma respectiva y nadie, ni la autoridad supuestamente revolucionaria, ni sindicato alguno, ha intentado reducirla, pero ya es tiempo de hacerlo. Como antes de la Revolución hay grandes diferencias de jornada entre pobres y ricos, entre obreros y oficinistas, lo que la norma constitucional debiera equilibrar estableciendo máximos lógicos sin inhibir la inversión productiva.

Aunque se piense que los grandes capitales serían los más reacios a hablar de reducir la jornada laboral, ha sido el paradigma del capitalismo mexicano, Carlos Slim, quien ha hecho la propuesta revolucionaria: un máximo de 33 horas a la semana distribuidas en tres jornadas. Una idea genial que seguro motivará una discusión que llevará al cambio.

Hay países que ya tienen semanas máximas de 40, 38 o 35 horas divididas en 4 o 5 jornadas con las que han logrado aumentos notables de productividad. Países europeos y asiáticos y han sido más revolucionarios que México en el sentido laboral. Ya es tiempo de mostrar que en este país podemos dar el paso.

Evidentemente, fijar una nueva norma obligatoria requiere una técnica que la respalde. 48 horas es obsoleto y quizá 33 sea utópica. Como hay tantas variantes de horario, sólo cuidadosos estudios encontrarán la solución adecuada. No entrar a discutirla solo propiciará que las diferencias existentes aumenten sin mejorar la productividad en el país.

Si bien Carlos Slim hizo esta propuesta como fórmula para reducir el desempleo durante la XXI sesión del Círculo de Montevideo celebrada recientemente en Alicante, España, también por razones de justicia social es asunto que merece ser discutido y analizado en México para llegar a un consenso lo más pronto posible. Gobierno y legisladores tienen la palabra para llegar a ello. Que no nos tardemos otro siglo en tenerlo.


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