Un país surrealista

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La desigualdad extrema que atraviesa nuestro país hace prácticamente imposible la movilidad social

Después de su visita a nuestro país en 1938, André Bretón diría: “No intentes entender a México desde la razón, tendrás más suerte desde lo absurdo, México es el país más surrealista del mundo”. Con ello, se refería no al aspecto artístico de expositores de la época como Diego Rivera o Frida Kahlo, sino al caos que se vivía en las calles, al desorden cotidiano, y los claroscuros que prevalecen en la vida cotidiana de todos los mexicanos.

México es un país de contrastes. Lo que para visitantes como Bretón es increíble, para los mexicanos es “común”. El caos y el desorden imperan en gran parte del país, y es esta realidad la que se confronta con la realidad de una minoría privilegiada, una minoría que nos recuerda la enorme desigualdad que se vive en nuestro país.

Hace unos días, Oxfam México, dirigida por Gerardo Esquivel, dio a conocer el estudio sobre Desigualdad extrema en México el cual revela datos alarmantes sobre la situación por la que atraviesa nuestro país.

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Algunos datos han estado a la vista durante años, sabemos que el hombre más rico del mundo es mexicano, al igual que más de 53 millones de personas que viven en pobreza, al tiempo que el salario mínimo ha perdido en las últimas décadas el 70% de su poder adquisitivo. Estos datos son tan sólo el reflejo de una serie de problemas que se han arraigado por años y que requieren de manera urgente e inmediata una solución integral que sea el resultado de la  colaboración de gobierno, sociedad, partidos políticos, empresarios y académicos.

La desigualdad extrema que atraviesa nuestro país hace prácticamente imposible la movilidad social, es decir, que los pobres dificilmente remontarán su condición en algún momento de su vida, así como los ricos es practicamente imposible que dejen de serlo.

Esto implica que las condiciones económicas determinan directamente el desarrollo que tendrá una persona a lo largo de su vida, lo que significa que la justicia, la educación, la salud, entre otros, este reservado únicamente para quien pueda pagarlos.

Actualmente 30 adolescentes de cada 100 dejarán la escuela por razones económicas y 20 jóvenes abandorán sus estudios por quedar embarazadas. En el 2013, más de 330 mil jóvenes menores de 19 años tuvieron un hijo y para el 2014 tan sólo hubieron cerca de 458 mil titulaciones del nivel licenciatura. Según datos de la OCDE somos el país con el mayor número de mexicanos menores de 34 años sin concluir la educación básica.

En la Ciudad de México, la situación no es menos urgente: de acuerdo con el INEGI, en la capital existen 140 mil 199 personas que no saben leer ni escribir, de los que 54.4 por ciento son adultos mayores, 35.8 por ciento son jóvenes y adultos de entre 30 y 59 años de edad, el 10.4 por ciento pertenece al grupo de edad de entre 15 y 29 años.

Tenemos que ser consciente, pero sobre todo recordar continuamente que la educación es la base para alcanzar mejores niveles de bienestar social y crecimiento económico, también lo es para nivelar las diferencias económicas y sociales, potenciar la movilidad social y ampliar las oportunidades de los jóvenes. La educación es la clave para comenzar a cerrar la enorme brecha de desigualdad que existe en México, y así dejar de ser país en donde 1% de la población concentra el 21% de la riqueza del país.

Tenemos que recuperar el tiempo perdido,  es urgente cambiar esa realidad. La distritución equitativa de la riqueza del país debe ser una prioridad en la agenda de todos los partidos para los próximos años o esta situación empeorará.

Ninguna de las reformas aprobadas en los últimos años podrán generar efectos positivos mientras prive la desigualdad en todo el país. Para hacer efectivos los derechos humanos, los de los niños, niñas y adolescentes, de las mujeres, es prioridad generar condiciones de equidad en el desarrollo del país.

Por ello, a un par de meses de que los partidos generen sus agendas legislativas para el próximo periodo ordinario del Congreso de la Unión, se debe incluir como punto prioritario el abatir la desigualdad.

Particularmente la discusión del Presupuesto Base Cero que se plantea para el próximo año, no debe centrarse únicamente en reedistribuir el gasto del gobierno, no podemos seguir teniendo un gobierno rico y un pueblo pobre. Debemos orientar el presupuesto en prioridades y en resultados.

El reto es enorme. Acabar con los grandes privilegios de que gozan tanto los altos funcionarios, así como las grandes empresas, que unos gasten menos y los otros paguen más, pero fundamentalmente que los recursos, que la inversión llegue a quien hoy más lo necesita que son los mexicanos.


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