Todo en venta

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11 Ago. 2014. Mediante la presente columna anuncio mi intención de renunciar a la crítica independiente si alguien me llega al precio.

Hago pública mi decisión de unirme al grupo cada vez más grande de aquellos que se venden a la Presidencia para aprobar las reformas estructurales, o a la Secretaría de Hacienda, para obtener algún moche vía el fondo de pavimentación a los Estados, a algún monopolio para lograr que evite la regulación asimétrica, a alguna televisora para asegurar cobertura favorable en la pantalla en la siguiente elección.

Anuncio que quisiera formar parte del frente de aquellos que recortan su conciencia para ajustarla al tamaño de un premio económico. Aquellos dispuestos a aceptar lo que el Congreso anunció: "se autoriza, por única ocasión, una subvención extraordinaria para los grupos parlamentarios".

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Un bono a cambio de leyes; un soborno a cambio de votos; una venta del trabajo legislativo a quien lo financia y muy bien.

Porque a quienes actúan así en México les pagan más y trabajan menos. Como los Diputados que aceptaron bonos millonarios por hacer su trabajo. Como los legisladores que aceptaron sin chistar los montos depositados en tres fechas distintas.

Como los miembros de la fracción de Movimiento Ciudadano que -en medio del debate energético- recibieron un depósito por 3 millones de pesos. Y nos enteramos, por la denuncia de Ricardo Monreal y otros, que cada vez que se vota una reforma estructural, hay un reparto de bonos. Todos avalados. Todos firmados. Todos aceptados. A cambio de votar reformas que el Gobierno presume, con la anuencia de la oposición. Diputados brincando dentro del bolsillo de quien les paga y acurrucándose allí.

Y bueno, yo quisiera hacerlo también. Porque nunca he recibido un bono por "subvenciones extraordinarias" ni me han dado un moche, ni me han perdonado impuestos, ni me han regalado viajes o tarjetas IAVE o carros o celulares o el resto de los beneficios que acompañan una Diputación, una Gubernatura, una presidencia municipal.

Juro que por un boleto en primera clase a algún destino exótico no volvería a escribir una sola línea crítica sobre la opacidad del gasto público. O los bonos inexplicables que han acompañando "Mover a México". O la Ley Peña-Televisa. O la condonación del pago del ISR a Estados y Municipios. O los 298 mil maestros en la nómina del SNTE que no han pisado el aula.

Si me ofrecen un crucero a lo largo del Mediterráneo, juro que jamás volvería a mencionar el nombre de los Diputados que firmaron las actas donde se autorizó la entrega de "subvenciones extraordinarias" para todas las bancadas.

No intentaría argumentar que los 116 mil pesos que recibe cada legislador por subvenciones ordinarias son más que suficientes para cumplir con su labor. Nunca me referiría al hecho de que los bonos recibidos equivalen a un soborno por parte de la Cámara de Diputados, vía instrucciones de Los Pinos.

Pero yo no diría eso. No. No subrayaría que aquello que han hecho es un acto de corrupción e ilegalidad, financiado con el dinero de los contribuyentes. Con los impuestos pagados por ciudadanos marginados del proceso de negociación, discusión y aprobación de reformas aplaudidas por el Gobierno pero ininteligibles para la población.

No me abocaría a diseminar esta información en mi columna si me llegaran al precio. Si me depositaran -cada vez que escribo un texto- un "bono" por callar información que debería ser pública, como exactamente cuánto costó la aprobación de cada reforma.

Al igual que el resto de los Diputados, me comprometería a esconder esa información y cuestionar la "calidad moral" de quien denunció lo ocurrido. Me comprometería a mantener la disciplina partidista y no cuestionar por qué los Diputados aceptan pagos extraordinarios por simplemente presentarse y hacer su trabajo.

Lo subrayo. Lo repito. Mi columna a cambio de un yate o una bolsa como la de la hija de Carlos Romero Deschamps. Mi columna a cambio de una condonación del pago del ISR -como la que el Congreso le otorgó a estados y municipios desconocidos.

Mi columna a cambio de los 500 millones de pesos que -según el Diario de Yucatán- la ex Gobernadora Ivonne Ortega se embolsó con esa medida. Porque yo también quiero la mordida que se le da a los gobernantes y a sus amanuenses en los medios, que callan en lugar de denunciar.

Yo también quiero ser lacaya y escribir sendos artículos sobre las virtudes de la reforma energética, la reforma fiscal y la reforma en telecomunicaciones. Y por ello mando un mensaje, con la palma extendida: ESTE ESPACIO ESTÁ EN VENTA.


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