No se enseña a los hombres a ser razonables y se les enseña todo lo demás.
Pascal
Dos personajes de total y diferente pensamiento político coinciden en una idea fundamental. El papa Francisco encuentra enfermedades en sus colaboradores y Jesús Reyes Heroles habla de las patologías de los priistas. Ambos se referían a los pecados capitales: soberbia, envidia, avaricia, pereza, ira…
Cuando estas grandes fallas de la condición humana se dan en el poder público, se daña a los pueblos. Toda proporción guardada y desde mi humilde posición de analista, diría que en la política mexicana está agravándose una patología de la mayor peligrosidad: la pérdida del sentido común, concepto utilizado por Aristóteles para definir aquellas cosas elementales que identifican a los seres humanos y les permiten una relación pacífica y armoniosa. Pondré varios casos.
Enrique Peña Nieto pide perdón, pero no logro entender por qué. Si su hoy esposa adquirió una casa con sus propios recursos y conforme a derecho, ¿por qué la necesidad de la disculpa? Si lo hizo violando la ley, ¿nos está pidiendo perdonar un ilícito? ¿Cuál fue el error? Se instala una mesa de negociación con una petición única, echar abajo la Reforma Educativa, precisamente, la más necesaria y en la de mayor consenso. Esto sería dar marcha atrás. Es falta de sentido común escuchar los planteamientos de las dos partes, pues es evidente que no hay espacio al acuerdo. ¿Qué caso tiene engañarse e incorporar incertidumbre a lo ya plasmado en la Constitución?
Con el marco jurídico vigente se pudo haber castigado a muchísimos políticos que ostentosamente han violado la ley. Se crean aparatos burocráticos y nuevos mecanismos sin siquiera emitir un mensaje claro, con hechos, del combate a la corrupción. Con la ceremonia de promulgación de una ley no se fortalece el Estado de derecho, sólo existe la intencionalidad a través de la norma jurídica. Sólo en su observancia se alcanzarán sus fines. Si tenemos 97% de delitos impunes, con más leyes logramos únicamente fomentar la desconfianza, aumentar el gasto corriente y debilitar la autoridad moral. ¿No hubiera sido preferible, desde el inicio del gobierno, enviar señales claras de honradez en el manejo de la cosa pública? ¿Algo se va a lograr para atacar la corrupción y la impunidad en este cuarto año de gobierno y con la inquietud de la sucesión cada vez más creciente? La frase sigue siendo epitáfica, el infierno consiste en conocer la verdad demasiado tarde o en las consecuencias de un problema desatendido. Inegi es una institución de prestigio logrado por muchos años de rigor para medir los distintos rubros de nuestro desarrollo. Se tornó confiable y en sus mediciones se sustentaron todas las políticas públicas. ¿Qué necesidad había de modificar un método para medir uno de los aspectos importantes de la economía y de la política social? Qué difícil es consolidar el prestigio de una institución y con qué facilidad puede perderse. Existen muchas y profundas incongruencias, contradicciones, falta de correspondencia entre lo que la ley dice y lo que en la realidad acontece, analogía fundamental para calibrar el Estado de derecho. Los problemas derivados de las reformas estructurales debieran ser la prioridad del Presidente. Sin embargo, realiza viajes al extranjero, aborda otros temas y la descomposición social continúa. Ignorar los problemas o pretender que el tiempo los resuelva no acabará con los conflictos. Definitivamente, le falta sentido común a nuestra vida política, una de las muchas patologías de los últimos tiempos y que se manifiestan en el profundo desencanto y malestar del pueblo de México.
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