Ricardo Anaya inicia su campaña

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TRANSCRIPCIÓN DEL MENSAJE DE RICARDO ANAYA CORTÉS, DURANTE SU REUNIÓN CON  LA MILITANCIA DEL PARTIDO ACCIÓN NACIONAL, EN EL ARRANQUE DE SU CAMPAÑA PARA LA PRESIDENCIA DEL COMITÉ EJECUTIVO NACIONAL

Ricardo Anaya Cortés (RAC): Gracias, de todo corazón, a todas y todos ustedes por su presencia.

No es lo mismo tener que decir algo que tener algo que decir. Y hoy tengo algo que decir.

Nos reunimos en este edificio que es historia para el Partido Acción Nacional. Este edificio ubicado en Isabel la Católica, número treinta. Por supuesto no todo el edificio, una muy pequeña parte de este edificio, fue la primera sede del Comité Ejecutivo Nacional del PAN. Esa pequeña puertita que ven allá arriba fue la oficina de Manuel Gómez Morín, durante los diez primeros años de vida del partido. Ahí despachó Manuel, Presidente Nacional del PAN de 1939 hasta 1949.

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Y nos reunimos hoy a hacer una seria y muy profunda reflexión, una reflexión sobre la generación de Don Manuel Gómez Morín, la generación de 1915 y sobre nuestra generación, cien años después, la generación del 2015.

Dice Ortega y Gasset, a quien había leído Gómez Morín, que no es necesario ser coetáneo para ser contemporáneo. No hay que haber nacido en la misma fecha para formar parte de la misma generación. Lo que define a una generación es lo que hoy nos define a los aquí presentes: La firme voluntad de hacer algo sobre los problemas de nuestro tiempo.

Allá en 1915, Don Manuel Gómez Morín, escribiría, concretamente en el año 26, este ensayo. Este por cierto es uno de los mil ejemplares originales, lo consiguió Fernando Rodríguez Doval.

El título del ensayo es el título y el nombre de su propia generación “1915”. Una generación brillante, una generación que ha sido muy estudiada por el historiador Enrique Krauze.

Cuenta Krauze que, cuando terminó ingeniería, empezaba su doctorado en historia platicando con su maestro, con Don Manuel Cosío Villegas, discutía sobre cuál sería su gran tema de investigación en el doctorado y Cosío Villegas le dijo a Krauze: -Ya no estudie usted a la generación de los ateneístas, ya están muy estudiados. Ya no estudie a Alfonso Reyes, a Pedro Henríquez Ureña, a José Vasconcelos, a Antonio Caso, mejor estudie a los siete sabios, estudie a la generación de 1915.

Dice Krauze que en aquel momento no tenía la más remota idea de quiénes eran esos siete sabios. Y resultaron ser siete jóvenes, siete jóvenes que, hace exactamente cien años, en 1915 ingresaron a la Escuela Nacional Preparatoria y formaron un grupo, la Sociedad de Conferencias y Conciertos. Se dedicaban a eso, organizaban conferencias, organizaban conciertos.

Esos siete jóvenes tuvieron, todos ellos, carreras verdaderamente brillantes. Dos de ellos llegaron a ser ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación: Teófilo Olea y Leyva y Alberto Vásquez del Mercado. Formaba, también, parte de ese grupo el literato Antonio Castro Leal, el prominente líder sindical de izquierda Vicente Lombardo Toledano, Jesús Moreno Vaca, Alfonso Caso, el arqueólogo y por supuesto, quizá el más brillante de los siete, el que nos tiene hoy aquí reunidos, quien fuera rector de la Universidad Nacional Autónoma de México, quien despechaba, hace unas décadas, en el despacho de esa oficina, Don Manuel Gómez Morín.

El genio de esa generación de 1915 fue entender a profundidad los problemas del México de su tiempo y con actitud resuelta disponerse a actuar en consecuencia. Era otro México, era un México que se desangraba en luchas intestinas. Gobernaba Venustiano Carranza pero estaban levantados en armas Pancho Villa y Emiliano Zapata. Era un México de 15 millones de habitantes, apenas la población que hoy concentra el Estado de México.

La inmensa mayoría de los mexicanos vivían en zonas rurales. Setenta de cada cien mexicanos, la inmensa mayoría, no sabían leer ni escribir. México no contaba con instituciones robustas para promover su desarrollo. Y es en ese contexto, en ese escenario que la generación de 1915, como dice Krauze, entre la pluma y la pala, optó por la pala, optó por el hacer, de manera resuelta identificaron lo que, como generación, tenían que hacer.

A ellos, a los siete sabios, a la generación del 15 les debemos grandes instituciones que hoy son útiles para el país: el Institutito de Antropología e Historia, el Fondo de Cultura Económica, el Politécnico Nacional, el ITAM, el Colegio de México, el Instituto Nacional de Cardiología y el Instituto Nacional de Nutrición.

Por supuesto también aquellas en las que participó directamente Manuel Gómez Morín en su creación: el Banco de México, la autonomía de la UNAM.  Y por supuesto, lo que hoy aquí nos reúne: la formación del mejor partido político de México, el Partido Acción Nacional.

A cien años de la generación de 1915 estamos siendo llamados a repetir el mismo ejercicio. Debemos entender los problemas de nuestro tiempo y debemos disponernos a actuar en consecuencia. Comprender nuestra realidad para emprender una acción, una Acción Nacional.

¿Cuál es el signo distintivo de nuestro tiempo? Si en aquel entonces esa la falta de instituciones robustas que ellos se dispusieron a crear. ¿Cuál es el signo distintivo de nuestro tiempo? Es la degradación de la política.

Hoy los ciudadanos están verdaderamente hartos de la corrupción, hartos de la partidocracia, hartos de los políticos de siempre.

Los síntomas son clarísimos, se respira un ambiente  de frustración, de coraje, de desánimo, de desilusión. Los síntomas son evidentes.

Tomemos una muestra pequeña, Querétaro, Michoacán, Sonora, 80 por ciento de los ciudadanos, prácticamente todos, van a ser gobernados por una Presidenta  o un Presidente Municipal de un partido político distinto del que los gobernaba antes.

Donde gobernaba un partido, los ciudadanos votaron por el otro. Donde gobernaba el PAN, ahora estará el PRI y viceversa.

Los ciudadanos, el 7 de junio, salieron a votar por aquellos perfiles que más se alejaran del arquetipo del político tradicional de siempre.

Sin demérito de la dignidad de nadie, hagamos conciencia en que la capital de Morelos, Cuernavaca, va a ser gobernada por un futbolista; el caso de los independientes y las estadísticas apuntan en el mismo sentido.

En la última edición de Latinobarómetro se da cuenta de que sólo en los últimos 10 años, en solo una década, pasamos de que el 70 por ciento de los mexicanos consideraban a la democracia como la mejor forma de gobierno frente a cualquier otra. 10 años después ya ni siquiera llegamos al 40 por ciento.

El momento de degradación que vive la política, el hartazgo de los ciudadanos, la frustración de la gente no tiene precedente, desde que inició la transición democrática en nuestro país.

Ahora hay que decir, que esto no es exclusivo de nuestro país, eso es algo que está ocurriendo en muchas partes del mundo, es el caso, por ejemplo, del movimiento de los indignados en España.

David Consertl lo explica con bastante claridad.

Por un lado, hemos fallado, no hemos tenido la capacidad de sacar de la pobreza a millones y millones de personas, no hemos tenido la capacidad de evitar ese dolor evitable.

Pero resulta, que siguen siendo pobres   –lo cual de suyo es una tragedia— en una nueva realidad.
Son ricos en información y millonarios en expectativas.

Sí se enteran del enriquecimiento ilícito, inmoral de los políticos corruptos y no están dispuestos a resignarse.

Con la clase media, hay una terrible frustración en las expectativas.

Dice Konzevik, las expectativas de la clase media sube por el elevador y con pésimos gobiernos podridos de corrupción, en el mejor de los casos, la calidad de vida sube muy despacio, muy despacio por la escalara.

Como nunca, estamos ante una auténtica insatisfacción ciudadana, que es verdaderamente alarmante y que nos coloca en un punto verdaderamente crítico en la historia de México.

Estamos en un auténtico parteaguas, no solo para el PAN, para el país. Un punto donde debemos optar por uno de dos caminos:

El primer camino, por supuesto, es el de la regeneración a fondo. La regeneración para despertar esperanza, para volver a ser la esperanza de México y a ese camino me referiré más adelante.

Pero antes, quiero alertar sobre los riesgos del otro camino.

El camino de hacer cómo que no pasa nada, de tapar el sol con un dedo. Es decir, que todo va bien y de seguir haciendo las cosas como las hemos venido haciendo.

Ese camino, el camino de darle la espalda a la regeneración profunda del PAN, lleva a dos lugares igualmente nocivos, igualmente caóticos.

El primero, implica condenar a México a seguir soportando y padeciendo a los gobiernos del PRI, del PRI corrupto y corruptor.

Ese PRI que gana elecciones con partidos satélites que violan sistemáticamente la ley.

Ese PRI que gana donde salieron a votar menos de tres de cada 10 ciudadanos, como ocurrió en la mayoría de los estados en donde solo hubo elección de diputados federales.

Ese PRI corrupto y corruptor que además ha resultado profundamente ineficaz. Ineficacia que hoy es una auténtica vergüenza internacional.

El otro lugar, el otro lugar igualmente nocivo al que nos puede llevar esta actitud autocomplaciente, el otro lugar al que nos lleva dar la espalda a la regeneración del PAN es el camino que han seguido muchas naciones hermanas en América Latina, pero señaladamente el caso de Venezuela.

Y quiero pedirles que revisemos con verdadera apertura lo que ha ocurrido en ese país hermano, porque las similitudes son verdaderamente preocupantes.

En la década de los 90, en Venezuela, por un lado, escándalos de corrupción. Por otro lado, la incapacidad de los políticos de dar resultados, un crecimiento mediocre de la economía, llevó, literalmente, al desplome de los partidos políticos tradicionales.

Había dos grandes partidos. COPEI, partido además hermano al nuestro, muy similar al PAN, y el Partido Acción Democrática.

En una sola década, en solo 10 años, estos dos partidos pasaron de concentrar dos terceras partes de toda la votación nacional, pasaron de concentrar el 75% de todos los votos a apenas alcanzar el 20 por ciento de la votación.

Igual que en México, empezaron a surgir movimientos regionales, partidos locales; algo similar a lo que ya está ocurriendo en Jalisco, en Nuevo León.

Igual que aquí, los ciudadanos salieron a votar, a castigar a los políticos de siempre y a la partidocracia, buscando los perfiles que más se alejaran del arquetipo del político arcaico tradicional.

Sin demérito de la dignidad de nadie, recuerden el triunfo de Irene Sainz, ex miss universo; de  William Bureau, ex beisbolista; de Ivonne Attas, actriz, en esa misma década.

En 1993 se desata un gran escándalo de corrupción, igual que en México.

Un escándalo que alcanzó hasta el Presidente de la República, haya terminó en la destitución del Presidente y es en ese contexto, a finales de la década en 1998, cuando un ex militar golpista, populista, autoritario, mesiánico, gana las elecciones y llega a la Presidencia de la República.

Algo muy similar ha ocurrido en Ecuador, en Argentina. El proceso es muy claro.

Etapa uno. Podredumbre de la corrupción de la clase política, ineficacia, falta de resultados, que llevan al desencanto de la población.

Etapa dos. Un líder mesiánico, populista y autoritario. En la promesa de refundar la República llega a la presidencia del país. 

Y el final para Venezuela es verdaderamente trágico. Trágico para Venezuela, pero también trágico para COPEI y el partido hermano al nuestro.

Vean cómo está Venezuela. La pobreza en Venezuela se ha duplicado, la devaluación de la moneda solo en el último año, ha alcanzado el 600 por ciento; la inflación anualizada a mayo de este año, alcanza ya 108 por cierto. Así está hoy Venezuela.

Y hay que recordar que en 98, cuando parecía inminente el triunfo de Hugo Chávez, nuestro partido hermano, COPEI, toma la decisión, ya absolutamente desesperada, fuera de tiempo, de retirar a su candidato presidencial para unirse en una alianza, inclusive, donde estaba el otro partido históricamente contrario a Acción Democrática.

Algo que parecía tan contra natura como que en México tratáramos de aliar al PAN con el PRI.

Ni así pudieron detener al populista. Los ciudadanos no querían saber nada de la partidocracia  y de los políticos de siempre.

El final es trágico y patético para Venezuela, pero también para COPEI, después de ser un partido igual al nuestro -que gobernó en dos ocasiones el país- en esta última elección apenas alcanzó el 5 por ciento de la votación nacional.

Yo estoy convencido, si no entendemos nuestra realidad, si no hacemos algo verdaderamente extraordinario, si nos seguimos peleando las plurinominales, el presupuesto, las prerrogativas.

Si seguimos postulando al que quiere, aunque ni debe ni puede, estaremos muy probablemente condenando a México a cualquiera de estos dos escenarios:

A seguir padeciendo a ese PRI corrupto, corruptor, ineficaz, o a llevar a México a una ruta como a la que ha ido nuestro país hermano latinoamericano, que es Venezuela.

Creo que no exagero cuando digo, creo que no exagero, no exagero cuando digo que es probable que esta sea nuestra última oportunidad.

Empecé diciendo que hay dos grandes caminos, ese es el camino de la tragedia el que hoy debemos y podemos evitar.

Hay otro camino, el camino de la regeneración profunda, el camino de la renovación, el camino de la regeneración para volver a ser la verdadera esperanza de México.

Y para emprender ese camino, vale la pena recordar una pequeña frase que está en este ensayo escrito por Gómez Morín, por esa brillante generación de hace cien años, de 1915; escribió Gómez Morín: cuando más seguro parecía el fracaso, cuando la lucha parecía estar inspirada no más que en bajos apetitos personales, empezó a señalarse una nueva orientación.

Una nueva orientación, es lo que hoy necesitamos.

Una nueva orientación que implica preguntarnos con seriedad, con objetividad, ¿qué tenemos que hacer para volver a ser la esperanza de México?

¿Qué tenemos que hacer para volver a ser la verdadera esperanza de cambio, la verdadera esperanza de cambio sensato, de cambio responsable, de cambio con rumbo?

Hagamos el mismo ejercicio que hizo la generación de 1915, entendamos el México de nuestro tiempo y con actitud resuelta emprendamos la Acción necesaria.

Yo les quiero proponer un decálogo, un decálogo de Acción, un decálogo de Acción Nacional:

Primero. Un PAN verdaderamente abierto a los ciudadanos.

Por supuesto, un PAN abierto a los ciudadanos implica postular a nuestras mejores y a nuestros mejores militantes a los que están esperando los ciudadanos, como postulamos en Querétaro a Pancho Domínguez que ganó por un amplio margen la gubernatura del estado.

Pero también implica postular a ciudadanos honorables y ejemplares, como el caso de Mauricio Kuri, aquí presente, que siendo un ciudadano no militante del PAN fue quien ganó por más amplio margen entre todos los candidatos a presidentes municipales del estado.

El caso que tenemos que repetir una y otra vez, de Xóchitl Gálvez, una ciudadana que remontó, que remontó decenas de puntos en las encuestas, que ganó la elección y que hará un extraordinario trabajo como Delegada de Miguel Hidalgo.

Segundo. Un partido unido.

Basta ya de pleitos estériles entre panistas, es tiempo de reencuentro y de reconciliación.

Es tiempo de reencuentro y reconciliación, es tiempo de unidad, pero ya dejemos de hablar de la unidad en abstracto, precisemos, unidad en torno a qué:

Unidad en torno a principios y valores, no unidad en torno a intereses.

Unidad, para ganar y servir a México.

Tercero. Un partido que vuelva a poner en el centro de su acción la formación y la capacitación de nuestros militantes.

Cuarto. Un partido bien organizado con procesos internos verdaderamente confiables, y seamos francos, esto no va a suceder mientras no tengamos un padrón altamente confiable.

Tenemos que ir a un proceso de depuración a fondo vía refrendo, y tenemos que hacer, y tenemos que hacer una auténtica reingeniería en nuestro proceso de afiliación para garantizar que se rija bajo procesos de máxima transparencia y máxima certeza. Y aquí propongo una alianza estratégica con Transparencia Mexicana.

Quinto. Un partido moderno, fresco, renovado.

Redes sociales como facebook, como twitter. Para quienes hoy tienen menos de 23 años no son modernidad alguna, son cosas del pasado, ellos están usando Snapchat, están usando Vine, el PAN tiene que estar ahí en Instagram, en Google Plus, en Periscope.

Debe el PAN volver a los jóvenes, debe el PAN volver a su origen cultural y su origen cultural, su origen cultural es la universidad.

Sexto. Un partido  con una línea programática, claramente definida y consistente para que, como decían nuestros fundadores, volvamos a ser a los ojos de los ciudadanos, “distintos y distinguibles”.

Séptimo. Un partido que frente a este PRI corrupto, corruptor, de ineficacia que hoy le da la vuelta al mundo, tenemos que ser un oposición firme y valiente, que combata con fuerza y determinación los abusos y las desviaciones de ese sistema podrido en la corrupción.

Octavo. Un partido que haga buenos gobiernos, vamos a evaluar a nuestros propios gobiernos de la mano de las Universidades, de la mano de  organizaciones de la sociedad civil como México Evalúa.

Noveno. Un partido integro y transparente, tenemos que ser implacables contra la corrupción.

Así como propusimos en el Sistema Nacional Anticorrupción órganos autónomos e independientes, tenemos que hacer lo mismo en casa, crear órganos autónomos e independientes para investigar y para sancionar, con absoluta severidad, los actos de corrupción al interior del PAN.

Décimo. Lo más importante de todo, sin lo cual todo lo anterior no tiene sentido. Un partido ganador.

Pero no me malentiendan, no ganador para nosotros, ganador para los ciudadanos, ganador para la gente, ganador para reducir las insultantes desigualdades sociales que vivimos en nuestro país donde unos lo tienen todo y otros no tienen, prácticamente  nada, me refiero a las desigualdades de ingreso, sí, pero también a la desigualdad en el acceso a la cosa pública a los bienes públicos: educación de calidad, salud, vivienda digna, acceso a la seguridad y a la justicia.

Un partido ganador para sacar a millones de la pobreza y “evitar el dolor evitable” como decía Don Manuel Gómez Morín.

Un partido ganador para que cualquier joven que viva en nuestro país, sepa que vive en una nación generosa en la que sí existe las condiciones sociales e institucionales, para que con su propio esfuerzo, él pueda salir adelante.

La pregunta, la pregunta no es ¿para qué?, la pregunta es ¿para quién?.

Para quién queremos ganar, y la respuesta es muy simple: para el ciudadano, para la persona, como decía Don Manuel: nuestro principio y único fin.

Amigas y amigos.

Yo soy, yo soy cosecha de la siembra y el cultivo generoso, igual que ustedes, de esa generación de 1915.Por eso, uno de mis valores es la gratitud.

Soy padre de familia, amo entrañablemente a mi esposa Carolina y a mis tres hijitos: Carmen, Mateo y Santiago. Y por eso otro de mis valores es la lealtad y la solidaridad.

Soy joven, soy joven y eso, eso sólo me compromete a trabajar mucho más.

Quiero la Regeneración del PAN, para mejor al PAN, no para romperlo.

Regeneración, claro que sin  autocomplacencia, pero que tampoco es populismo ni venganza.

Regeneración ordenada que no pretende apagar con fuego un incendio, ni remediar con agua una inundación.

Regeneración, para volver a ser la verdadera esperanza de México.

Tenemos, tenemos la humildad, las ideas y la ilusión necesarias para

Regenerar al PAN y para transformar a México.

Llegó nuestro tiempo.

Yo ofrezco mi amor y mi pasión por esta obra que inició con esa generación, la de 1915, y que debe hoy reiniciar  regenerada con la generación de 2015, para emprender con absoluta determinación, en 2018, por el bien de México, de las mexicanas y de los mexicanos, alcanzar la Presidencia de la República.

Si ustedes, si ustedes quieren ese mismo PAN, yo estoy listo para ser su presidente.

¡Viva Acción Nacional¡

¡Viva Acción Nacional¡

¡Viva México¡

Muchas gracias.


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