Reivindicar el sistema de partidos y la buena política: ¿Misión imposible?

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Las guerras de desgaste en las que para muchos “todo se vale”, llamadas campañas electorales, dejan como de costumbre un problema de credibilidad sobre los políticos y sus partidos. No es novedad y no es fenómeno nacional, es del mundo.

Los partidos políticos como tales están muy desprestigiados y este desprestigio tiene muchos orígenes, algunos justificados, otros discutibles y otros injustificables, todo según los casos particulares. Pero el común de la gente se queja de la imagen de los políticos, sobre todo de quienes lideran los movimientos y corrientes políticas, y los gobiernos y legislaturas, es francamente mala en general.

Y es que cada partido, así como sus periodistas simpatizantes, más que ensalzar las propias virtudes y logros para la sociedad con su labor, hacen mayores esfuerzos por descalificar a los adversarios y el resultado es malo para todos. Esto sucede en la vida cotidiana, pero se recrudece en tiempos de campaña. ¿Resultado? Bien lo sabemos, que mucha gente dice que todos son malos, corruptos, mentirosos e indignos de confianza.

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De allí llegamos a las consideraciones sociales de que se debe votar, aunque nadie nos satisfaga, “por el menos malo”. Y esta visión de las candidaturas se maneja con visceralidad y se refuerza con las opiniones de los amargados. Por eso el llamado a la abstención y al tal voto nulo tiene algún éxito. Y también a los candidatos “ciudadanos” y nuevos partidos. Muchos no votan desde por negligencia hasta por lo que para ellos es un hartazgo de las descalificaciones entre los políticos y sus partidarios, así como de parte de analistas influyentes.

El mundo de las llamadas democracias sufre el problema del desprestigio del sistema de partidos, aunque vive con ellos, los tolera mucho y los apoya con su voto como un esfuerzo ciudadano de tener un mejor gobierno y legislaturas.

Los dirigentes políticos en general no se han preocupado de reivindicar ni a su partido ni al sistema de la llamada partidocracia. Simplemente buscan navegar lo mejor posible en el mar de la vida política sin ahogarse o naufragar la barca. Tal parece que piensan que no se puede cambiar la percepción generalizada de la mala política partidaria.

Lo grave del asunto es que los buenos políticos tienen serias dificultades para ser reconocidos como tales fuera de su círculo de simpatizantes. Y por los malos políticos y por los debida o indebidamente desprestigiados a los ojos de la ciudadanía, pagan justos por pecadores: ninguno sirve, todos son bandidos, dice mucha gente.

Hay políticos que de pronto se convierten en líderes sociales y cuando pasan la prueba del buen ejercicio de la política y del gobierno, dejan un cierto olor de santidad ciudadana. Pasan honrosamente a la historia aún en vida, pero la mayoría, no goza de dicho privilegio, al contrario.

Acción Nacional

Para un partido como Acción Nacional, prestigiar el ejercicio de la política y su propia persona moral debe ser considerada una misión significativa. Debe ganar la confianza ciudadana, en medio de las permanentes marejadas de ataques y descalificaciones de los adversarios y de los amargados que son incapaces de reconocer nada como bueno.

No se puede conformar Acción Nacional con haber recibido tal o cual cantidad de votos en elecciones. Hay que preguntarse el por qué de esos votos, que pudieron ser por simpatía, por confianza partidaria, porque no les gustaron otros candidatos (voto de castigo reorientado) o lo peor: por ser los “menos malos”. Todo esto sucede.

Ganar el prestigio y la buena imagen no es asunto de tiempos de precampaña y de campaña, es cosa de todos los días. Los electores no deciden sus simpatías políticas precisamente por las campañas, sino por su percepción de cada partido, sobre todo cuando los candidatos no son conocidos. Pueden votar por un partido una vez y por otro partido la siguiente.

Es importante así que Acción Nacional haga algo que ha descuidado demasiado, el famoso “cacarear el huevo”. Durante años ha tenido grandes logros que luego resultan secretos bien guardados, al menos en el plano nacional; localmente puede ser diferente y sus simpatías, traducidas en apoyo popular y en votos, así lo demuestran.

Sí, una parte del esfuerzo debe darse en demostrar las buenas administraciones, las buenas luchas sociales y labores legislativas. Pero junto a este esfuerzo deben hacerse bien las cosas, con capacidad, honestidad y lealtad demostrada a lo que se predica.

Una casa limpia

Algo esencial cuando se pregona y vuelve a pregonar la importancia partidaria en la lucha contra la incompetencia y la corrupción, es mantener la casa limpia, aplicando la justicia sobre los malos militantes, sobre todo los que ocupan cargos públicos. Hacerse de la vista gorda al respecto es causa grave de desprestigio, tanto del propio partido como del sistema partidario.

Somos “los buenos”

Otra actividad a desarrollar es la defensa de las constantes guerras sucias de los adversarios políticos y de los ya mencionados amargados que denostan todo de todos en la política. Es necesario defenderse, pero es vital saber hacerlo bien, con valor, elegancia y sin caer en dimes y diretes, que no resuelven nada.

Pero quizá la mejor manera de ganar el prestigio de la buena política y del panismo en particular, es la buena administración pública donde se gobierna: eficiente, honesta, transparente y con rendición de cuentas. Y por el lado legislativo, hacer un buen trabajo tanto en iniciativas como en el debate parlamentario, nada “en lo oscurito” que avergüence y el voto que la ciudadanía pueda reconocer como bien razonado y de beneficio al bien común.

Lo interno: honesto a la vista

Y por último, hacer una política interna digna a los ojos de todos los espectadores. En los debates internos de ideas, programas y actividades, selección de candidatos y en las elecciones internas, más que “cuidar las formas” hacer una política honesta. Como todo partido, el panismo vive en casa de cristal. Dime cómo te las gastas entre tu propia gente y podré deducir cómo me tratarás como ciudadano, con mi familia y mi comunidad.

La reivindicación del propio partido y del sistema político son una misión no imposible pero sí muy difícil, que no terminará por ganarse toda, pero que dará suficientes buenos resultados para tener la confianza y apoyo de muchos millones de ciudadanos.


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