¿Por qué me enamoré de Gómez Morín?

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Es por la mayoría conocido que milito en el Partido Acción Nacional desde el año 1999 aunque el formalismo de “miembro activo” lo obtuve hasta el año 2005 cuando cumplí la mayoría de edad y pude afiliarme. Muchos pensarán que me sedujo el PAN por la incipiente efervescencia que surgía alrededor de un hombre llamado Vicente Fox que se acercaba cada vez más a la Presidencia de la República o gracias al liderazgo de un hombre que por poco le quita la Gubernatura al PRI en el Estado de México, me refiero al Ing. José Luis Durán Reveles.

Contrario a esa suposición, mi amor por la camiseta de Acción Nacional, viene de muchos años antes. Todo comenzó en la primaria “Eudoxia Calderón Gómez”, en la capital del Estado de México, cuando comencé a competir como declamadora en los concursos escolares y probé más derrotas que triunfos desde el primer año de primaria. Con el paso de los años había acumulado una amplia experiencia que me hacía considerarme una digna competidora para obtener el primer lugar, cuando le manifesté a mi maestra mi deseo de seguir compitiendo con ánimos de llegar a la final me contestó que eso jamás sucedería porque el primer lugar estaba reservado ya, para el hijo de un reconocido líder sindical de filiación priista. Sin embargo, insistí, me inscribí, ensayé y concursé, pese a que la competencia estaba más amañada que la elección de Colima, logré un primer triunfo contra lo que en mi inocente cabeza entendía como “El sistema”.

Los meses se fueron pronto y fui aceptada en la secundaría #3 “Lic. Benito Juárez García”,de la misma capital; reconocida principalmente por dos cosas: porque tenía un excelente equipo de oradores y porque era la única secundaria de Toluca que tenía alberca. Al principio me atraía más la idea de nadar todos los lunes que el aprender oratoria, pero cuando vi que nadaba igual que Mr. Bean en la playa comencé a interesarme por la Oratoria. Los concursos en la secundaria, no distaban mucho del modelo de primaria. Todos los oradores tenían como  un chip priista interior que los hacía hablar como Colosio y vestir como César Camacho. Los eventos oficiales así como las graduaciones escolares eran siempre engalanados por un estudiante orador que en uso de la palabra elogiaba al Director, al Gobernador y ¡claro! Al Presidente de la República (aunque ni lo conociera).

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Algo no terminaba de convencerme, era como ver pasar una película de la que no sólo no era parte sino que era un tanto falsa, forzada, fingida. Todos los oradores de la vieja escuela habían sido cortados por la misma tijera todos hablaban de la Revolución, de Benito Juárez, de los liberales, de los masones, de Plutarco Elías Calles, y ¡claaaaaaro! del Presidente de la República (al que seguían sin conocer todavía).

Entonces, sucedió lo natural, me pregunté ¿Cuál era el otro lado de la moneda? ¿Existía otra opción? o ¿Todos algún día creceríamos obligados a votar por el PRI? Acudí a esos hermosos lugares hoy casi extintos llamados bibliotecas y empecé a leer sobre la historia del Revolucionario Institucional, me enteré de sus inicios, de sus máximos representantes, de su modus operandi y claro, ¡del Presidente de la República!


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