El análisis político, como subdisciplina de las ciencias sociales, se enfrenta constantemente a la tensión entre la descripción objetiva de los fenómenos y su interpretación ideológica. En el contexto actual de México, se observa una marcada tendencia a politizar cualquier acontecimiento, atribuyendo responsabilidades y culpabilidades a actores políticos específicos, incluso cuando los hechos sugieren otras causas o la autocrítica por parte de los gobiernos en turno. Esta dinámica, particularmente la recurrente atribución de problemas a «la derecha», merece un análisis exhaustivo para comprender sus implicaciones en la esfera pública y la gobernanza.
El fenómeno de la «politización» de los acontecimientos se refiere a la acción de enmarcar un suceso o una situación dentro de una narrativa política, asignándole causas y efectos que se alinean con una determinada ideología o agenda. En México, esta práctica se ha vuelto una constante en el discurso oficial, donde se busca vincular casi cualquier adversidad a la influencia o acciones de la oposición, en este caso, la «derecha». Esta estrategia discursiva, lejos de ser un mero ejercicio de opinión, cumple una función política específica: la de consolidar una narrativa hegemónica, desviar la atención de posibles fallas propias y movilizar a la base de apoyo.
Desde la perspectiva de la teoría del discurso y la hegemonía, desarrollada por autores como Chantal Mouffe (2007, 2009), la política no es solo la gestión de asuntos públicos, sino un campo de batalla donde diferentes discursos compiten por establecer la «verdad» y definir el sentido común. En este sentido, la constante acusación a la «derecha» no es un error de análisis, sino una estrategia deliberada para construir un enemigo común que justifique las acciones del gobierno y aglutine el apoyo popular. Al presentar a la «derecha» como la raíz de los problemas, se busca deslegitimar cualquier crítica o alternativa, situando al gobierno actual como la única opción viable y progresista.
La despolitización de ciertos ámbitos, como la economía, ha sido una táctica neoliberal para presentar decisiones técnicas como apolíticas, pero la tendencia actual en México invierte esta lógica, politizando incluso lo aparentemente trivial. El caso de la cancelación de un concierto en el Multiforo Alicia, atribuido por los organizadores a la presencia de policías y militares y subsecuentemente ligado por algunos al antagonismo político, ilustra esta dinámica. Un evento que en otras circunstancias podría ser visto como un problema logístico o de seguridad, se transforma en un campo de disputa política donde se buscan responsabilidades ideológicas.
Esta estrategia de culpar a la «derecha» por los problemas, incluso los propios, puede tener varias motivaciones y consecuencias. En primer lugar, funciona como un mecanismo de defensa y elusión de responsabilidades. Al externalizar la culpa, el gobierno evita el escrutinio sobre sus propias políticas, decisiones o inacciones. Esto puede generar una percepción de infalibilidad y victimización que refuerza la imagen del líder como alguien que lucha contra fuerzas oscuras y poderosas.
— Multiforo Alici@ (@multiforoalicio) May 31, 2025
En segundo lugar, fortalece la polarización política. Al dividir el escenario entre «buenos» (el gobierno y sus partidarios) y «malos» (la oposición y sus aliados), se profundizan las divisiones sociales y se dificulta el diálogo constructivo y la búsqueda de consensos. Esta polarización, si bien puede ser efectiva para movilizar a la base propia, obstaculiza la gobernabilidad y la capacidad de abordar los desafíos nacionales de manera unificada.
En tercer lugar, puede erosionar la confianza en las instituciones. Si cada problema se atribuye a complots o sabotajes de la oposición, se fomenta una cultura de la desconfianza hacia cualquier voz disidente o crítica. Esto puede llevar a una ciudadanía que no cree en la rendición de cuentas y que percibe la política como un juego de culpas en lugar de un espacio para la resolución de problemas.
Desde una perspectiva metodológica del análisis político, es crucial trascender estas narrativas simplistas. Como señalan los documentos sobre métodos y técnicas para el análisis político (Arroyo, 2012; Beranger, 2016), la investigación rigurosa requiere la identificación de causas múltiples y la consideración de diversos factores, tanto internos como externos. Un análisis imparcial buscaría comprender las complejidades de cada situación, explorando la interacción de actores, instituciones, procesos económicos y sociales, y no limitarse a una explicación unidimensional basada en la confrontación ideológica.
La importancia del método en el análisis político radica precisamente en su capacidad para ir más allá de la opinión cotidiana y ofrecer una comprensión más profunda de la realidad (Alarcón Olguin). Esto implica un enfoque sistemático, la recopilación y evaluación de evidencia, y la formulación de argumentos basados en datos y no solo en la retórica. En el caso de la constante culpabilización de la «derecha», un análisis crítico invitaría a cuestionar: ¿Existen pruebas concretas que vinculen a la «derecha» con el evento en cuestión? ¿Podrían existir otras explicaciones, como deficiencias en la gestión, falta de recursos o desafíos estructurales? ¿Qué actores se benefician de esta narrativa?
En conclusión, la tendencia a politizar todos los acontecimientos y a culpar a la «derecha» por los problemas, incluso los atribuibles a la gestión gubernamental, es una estrategia discursiva que busca consolidar una narrativa hegemónica y eludir responsabilidades. Si bien puede ser efectiva en el corto plazo para movilizar el apoyo político, a largo plazo puede socavar la confianza en las instituciones, profundizar la polarización y dificultar la resolución efectiva de los desafíos nacionales. Un análisis político riguroso, guiado por métodos y técnicas adecuadas, es indispensable para trascender estas narrativas simplistas y ofrecer una comprensión más compleja y objetiva de la realidad política.
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