Partidos no, candidatos sí

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De unos años a la fecha, los partidos políticos han perdido aceptación entre la ciudadanía, además de reflejar niveles de confianza muy bajos en las mediciones hechas. En cambio, los candidatos –en particular los independientes– han comenzado a convertirse en la principal atracción para un electorado cansado del estado de cosas que tenemos en el país.

Dualidad

Que los partidos políticos han dejado de representar una opción para los votantes no cabe duda. En contraste, los candidatos siguen representando el principal motor para que los ciudadanos acudan a las urnas.

         Esto se explica, en parte, por la forma en que un partido político es visto en la sociedad actual: como un grupo que vela por sus propios intereses y más cercano a temas como la corrupción o impunidad que a la solución de los principales problemas nacionales.

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         Pese a que un partido es representante de una parte de la sociedad, la cual comparte un conjunto de ideas en común, la forma en que los institutos políticos han contribuido a la generación de propuestas para resolver los principales temas que preocupan al elector han dejado mucho que desear.

         Es por esto que muchos ciudadanos han elegido seguir a un candidato como opción electoral. Ejemplos de esto los tenemos desde el año 1988 con Cuauhtémoc Cárdenas, en el 2000 con Vicente Fox, en 2006 con Andrés Manuel López Obrador o en 2015 con Jaime Rodríguez Calderón. Se trata de figuras que por sí mismas han logrado contar con el apoyo de amplios sectores sociales para atraer sufragios a sus organizaciones.

         Sin ellos, no se puede concebir una serie de triunfos o de movimientos que se han dado en las últimas tres décadas en México y explican, también, el surgimiento de algunos liderazgos en otros ámbitos en el país.

         Así como se puede hablar de los personajes antes citados en la política, en algunos movimientos sociales también se puede mencionar a personas que ayudan que su causa tenga visibilidad y credibilidad, como el caso de Alejandro Solalinde con los migrantes, Alejandro Martí o María Elena Morera en el combate a la inseguridad, José Manuel Mireles con las autodefensas e, incluso remontándonos más atrás, el subcomandante Marcos en Chiapas.

         En contraste, los partidos se ubican en el fondo de la tabla de las encuestas que tratan de medir la confianza en este tipo de instituciones, cuando no son parte de los escándalos que en redes sociales y medios se difunden por asuntos de corrupción o algún otro tipo de irregularidades.

         Es decir, la gente confía más en personas que en instituciones que reiteradamente los ha defraudado, en lo que se incluye al gobierno.

         Esto también ayuda a explicar el surgimiento y aceptación de los candidatos independientes, los cuales –sin que importe que provengan de un partido– reciben el beneficio de la duda de parte de la ciudadanía y son vistos con simpatía por quienes buscan a quien apoyar en una campaña electoral.

         Asimismo, como una forma de responder a este desafío, los partidos han comenzado a borrar de sus denominaciones esta palabra para convertirse en “movimientos”, al igual que comienzan a hacer campañas sin el nombre de su fuerza política o a utilizar en su lugar el título de la alianza formada para la ocasión, además de buscar usar otros colores o emblemas para no despertar el rechazo de los electores.

         De igual manera, la tentación de recurrir a figuras del ámbito deportivo, artístico o de los espectáculos –además de uno que otro liderazgo de la sociedad civil–, es una forma que los partidos buscan para contrarrestar el rechazo de una sociedad cansada de su ineficiencia a la hora de gobernar.

         También por eso, ahora las campañas buscan ofrecer imágenes más cercanas al modelaje para sus candidatos y candidatas, aunque se abuse de recursos como el retoque fotográfico. Total, de lo que se trata es de esconder a los partidos y basarse más en la figura del candidato, aunque el votante no es tonto y también rechaza este tipo de disfraces.

         Así, en el futuro veremos más intentos para esconder las siglas y el surgimiento de más expresiones de personas que buscan convertirse en el centro de movimientos políticos. Quizá habría que preguntarnos si esta forma de hacer política, más personalista, es lo que nos conviene como país en estos momentos.

Del tintero

Unos se indignan y acusan que el periodista es pagado por el gobierno por criticar a López Obrador; otros se rasgan las vestiduras si el mismo periodista menciona el nombre de casada de Margarita Zavala, hasta lo consideran mala leche y, no podía faltar, fruto del pago que recibe para escribir eso. Si se crítica a un independiente, de inmediato surge quien califica de infamia la observación y acusa de “chayotero” –como todos los demás–  a quien ose referirse negativamente a su defendido. Además, ahora, han surgido defensores de Peña Nieto quienes retan al periodista a probar sus críticas pues, aseguran, el país va bien y el que no quiera verlo está mal. Así son en estos tiempos las redes sociales en las que muchos columnistas o articulistas ya no pueden criticar a ningún personaje público de la política, porque de inmediato saltan defensores a tratar de acallar las voces contrarias incluso con insultos.

 

Twitter: @AReyesVigueras


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