Oportunidad para la oposición

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El Presidente Peña Nieto llegó a su Segundo Informe con una alforja de tres carteras: de la primera extrajo un reporte del sustantivo avance logrado en la fase legislativa de las reformas estructurales que comprometió en su programa de gobierno; de la segunda sacó un listado de gigantescos planes de infraestructura a realizar en los próximos años, así como la remodelación de la política social; en la tercera guardó los informes demoscópicos sobre la aprobación popular de su gestión y los índices de crecimiento económico a partir de que asumió la conducción de la administración pública federal.

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Es notable lo conseguido en el primer rubro. Salvo la reforma fiscal, mezquino sería negarlo. Es verdad que se trata de un logro alcanzado por la colaboración del poder legislativo en el que la actitud constructiva de los legisladores de los partidos de oposición y sus dirigentes, así como el oficio de los coordinadores de las bancadas oficialistas en ambas cámaras, han sido un factor determinante en el éxito obtenido; sin embargo, el titular del Ejecutivo ha sido la pieza clave. Generó y facilitó un ambiente de interlocución política plural en el Pacto por México sin el cual serían impensables los cambios constitucionales y las leyes secundarias votadas en los últimos 20 meses.

El arranque de la construcción del nuevo aeropuerto internacional de la ciudad de México, las obras ferrocarrileras, la ampliación del Metro, las autopistas, son decisiones deslumbrantes. Por decenios estos proyectos han sido esperados, son motivadores de entusiasmo, porque despiertan expectativas: derrama de dinero, creación de empleos, modernización. Pero, sin querer aguar la fiesta, no estaría de más hacer cuentas. La historia de los grandes desastres económicos comienza cuando los gobernantes se embarcan desbocadamente a imitar a los faraones egipcios y a los emperadores romanos sin el sustento económico adecuado. ¿Quien se hará cargo de que la verbena de la infraestructura no termine en una bacanal de corrupción oligárquica, inflación y quiebra de la economía con cargo a los mismos pobres y clasemedieros pagaimpuestos de siempre? En una democracia ese trabajo le toca al congreso y a los procedimientos institucionales de control y transparencia. Se necesita que actúe la oposición como factor indispensable de equilibrio.

También se anunció el fin del programa Oportunidades y el comienzo de Prospera. Se dice que el primero agotó sus capacidades para liberar a la población de la pobreza, a pesar de los miles de millones de pesos que se le destinaron. El rebautizo de la política social también deberá ser vigilado y auditado por los mecanismos de vigilancia social y de contrapeso político. De lo contrario, a pesar de las buenas intenciones, mas pronto —es decir en 2015— que tarde, el Prospera no pasará de ser un PRI-espera, como ya sucedió con el otrora aplaudido programa Solidaridad que operó paralelamente al partido oficial para subsanar la obsolescencia de las organizaciones corporativas del partidazo.

Para que ese futuro promisorio que se nos ha dibujado en el Segundo Informe no termine por ser la fiesta de unos cuantos empoderados y en una pesadilla para la mayoría de los mexicanos, se requiere de la presencia y acción de auténticos partidos de oposición.

El PAN tiene el deber de asumir esa función. ¿Como podrá hacerlo? Ese es el tema del libro Acción Nacional, ayer y hoy. Una esencia en busca de futuro, editado con el sello Grijalbo que ayer presenté en Casa Lamm. Ya se encuentra en las librerías. Espero contribuir con este ensayo a que mi partido cumpla a cabalidad con esa grave responsabilidad y así honre su historia.


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