El año pasado 30% del ingreso presupuestal del gobierno lo aportó el petróleo, para el primer semestre de 2015 fue de 18%. Toda caída del precio del crudo afecta a los ingresos federales. En previsión de mayores caídas en el precio internacional del petróleo, nuestro gobierno ha vuelto a contratar para 2016 una nueva cobertura financiera. El nuevo arreglo cubre la eventualidad de precios petroleros por abajo de 49 dólares por barril, 36% inferior al precio de 76.40 dólares que se contrató para 2015.
Aplicable para 212 millones de barriles anuales, el mecanismo costará alrededor de mil millones de pesos. La cobertura protege al erario contra posibles caídas en el precio, actualmente a menos de 40 dólares por barril, o contra nuevas reducciones en nuestra producción, ahora del orden de dos millones de barriles diarios, muy lejos de los tres y más millones de barriles de no hace mucho tiempo.
Aunque las exportaciones de petróleo no significaron en 2014 más que 10% del total, el impacto en las finanzas públicas es claramente importante, en tanto que obliga a una reducción en el gasto público, que ya comienza a aplicarse, y que se acentuará en 2016. El gobierno, con un presupuesto de egresos fuertemente comprometido con obligaciones y programas sociales, tiene que ampliar sus fuentes de ingreso fiscal.
Estas noticias poco halagüeñas ahora se acompañan de una fuerte depreciación de nuestra moneda que ya supera a la cotización de 17 pesos por dólar. Muchos ven en ello el agravamiento del persistente déficit en nuestra balanza comercial.
El que más de 85% de nuestro comercio exterior está estructurado con Estados Unidos, con el que tuvimos un leve superávit en 2014, abre un espacio positivo. Un dólar más caro significa que hay que impulsar las exportaciones que ahora rinden más en términos de pesos. Hay que racionalizar nuestras importaciones altamente conformadas por piezas y componentes para nuestras ensambladoras. La solución a nuestra debilidad económica está en aprovechar el potencial que tenemos para vencer las circunstancias que se nos presentan.
¿Peso fuerte? En cierto sentido sí. La devaluación del peso es un aliciente a la exportación. Cada dólar obtenido vía exportación se transforma en más pesos. Es el momento de apretar el paso para aprovechar la coyuntura mexicana que la mayoría de los observadores profesionales augura larga. Es el aumento de nuestras exportaciones no petroleras, que como arriba se menciona, constituyen el grueso de nuestras ventas, donde afloran perspectivas razonables tomando en cuenta que nuestro principal cliente está dando señales de una leve, pero real recuperación económica. Hay además muchos mercados que ofrecen oportunidades atractivas.
Suele destacarse la industria automotriz. No sólo hay que impulsar más exportaciones suyas al escenario mundial de intensa competencia. Hay otros sectores de comprobado vigor exportador como el de maquinaria, herramientas, equipos pesados de construcción o petroleras, enseres domésticos, alimentos básicos, frutas, hortalizas, especias y pesqueros frescos o procesados, artículos artesanales, etcétera.
Independientemente de tales productos, hay una creciente demanda mundial en la ancha gama de servicios de ingeniería, de administración o de logística donde tenemos exitosos antecedentes internacionales.
La experiencia que vive Grecia, en estos días, demuestra lo que sucede cuando un país no desarrolla sus propios recursos materiales y se dedica primordialmente a sólo uno o dos tipos de servicios. La falta de oferta nacional le impide tener intercambios internacionales lucrativos que consoliden su economía. Fue inútil que el impetuoso líder de ese país irrumpiera en el escenario financiero mundial con alardes que resultaron huecos por carecer su país de sustento económico real.
La predominante composición extranjera de nuestras manufacturas que explica las impresionantes cifras que alcanzan nuestras exportaciones es, precisamente, el talón de Aquiles de nuestro comercio exterior y de nuestra economía. Las plantas ensambladoras nos señalan, sin embargo, áreas hacia las que hay que crecer y madurar, particularmente en las cadenas de producción que no tenemos.
Fortalecer dicha integración productora nos llevará a participar con mucho mayor vigor en los acuerdos económicos regionales que hemos firmado y en los aún más extensos que se negocian.
Un país que tiene una moneda que favorece sus exportaciones goza de claras ventajas. Es cuestión de saber aprovechar el peso fuerte que ha surgido.
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