Noroña: polarización y farsa

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Algo salió mal. El episodio no pudo ser mas viral. Nadie se perdió la airada discusión, los empujones, los golpes, la huida; sin embargo, a pesar de que echaron a andar el ingente aparato de propaganda del obradorato y hasta la presidenta Sheinbaum apuntaló la versión de su correligionario, no tuvieron éxito en victimizar a quien se llevó la peor parte.

La frustración de Fernández Noroña ha sido notoria. Realizó gira por medios electrónicos y le fue muy mal. Ante cualquier reparo a su versión o cuestionamiento a su labor se descomponía al grado de regañar a los comunicadores. No ha dejado de quejarse amargamente de la prensa libre por no replicar su indignación victimista.

Convocó a sesión extraordinaria de la Comisión Permanente solo para autoproclamarse mártir del “movimiento” y, si en entrevista con Gabriela Warkentin se comparó con una mujer violada, en tribuna lo hizo con Gustavo Madero, quien fue asesinado brutalmente por los huertistas. Tales excesos solo constataron su hinchada megalomanía e insultante indolencia frente a las verdaderas víctimas.

El manual populista establece el ataque visceral a los adversarios y la victimización ante cualquier respuesta. López Obrador lo hizo mil veces con éxito. Pero a Noroña no le funcionó ni con los golpes recibidos. No es difícil saber por qué. Primero porque no es aquél; segundo porque es un consuetudinario buscapleitos; tercero porque su gestión al frente del Senado fue facciosa y autoritaria; cuarta porque está en medio del escándalo por la compra de una mansión por encima de sus ingresos y en condiciones irregulares; y quinta porque los agravios pasan factura.

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Noroña salió de la marginalidad sin rectificar; la política fue lo que cambió. Las posiciones extremas se volvieron populares y, por lo mismo, la polarización rentable. Ese fenómeno social, extendido por el mundo, facilitó el ascenso por la vía electoral de populismos autoritarios que, una vez en el poder, desmantelan la democracia que les permitió ganar.

La política se degrada cuando el diálogo se cierra y el objetivo primordial del gobernante es aplastar a la oposición para perpetuarse en el poder. López Obrador nunca se asumió presidente de todos y usó sin ningún rubor los instrumentos del Estado en beneficio de su partido; lo mismo está haciendo Sheinbaum. La polarización es estrategia, expresada en la narrativa demagógica y maniquea que identifica al pueblo consigo mismo y a los que disienten con sus enemigos, tachándolos de “traidores a la patria”.

Tal polarización promovida desde el Ejecutivo se amplifica en el Congreso y se exaspera al marginar a la pluralidad de las decisiones, negándose a intentar siquiera la negociación, incluso en cambios esenciales a la Constitución. Autoridades capturadas les obsequiaron la espuria mayoría calificada que, en el caso del Senado, la lograron comprando y extorsionando senadores. Súmenle que quien modera los debates actúa de manera facciosa, autoritaria y pendenciera, generando confrontaciones innecesarias; y, por si algo faltara, incumple acuerdos.

Debe condenarse la violencia y reprobar el penoso espectáculo, pero llama la atención que tanta gente haya aplaudido los zapes puestos al entonces presidente del Senado y, más aún, siendo dados por Alito, muy cuestionado y desgastado. Trato de entender. Cuando derrotan en su terreno al peleonero que ofende, agrede, reta, amenaza y se jacta de imponerse, así sea por las malas, suele decirse que “se lo buscó” o “le dieron su merecido”. Muchas películas exaltan ese acto justiciero de ponerle un alto al bravucón.

Al no funcionarle la victimización, fracasó en el intento de desviar la atención sobre su súbita riqueza, en especial de la mansión que compró en 12 millones de pesos, ubicada en suelo de conservación y zona comunal de Tepoztlán, así como de las donaciones en Youtube que, por ser servidor público, tiene prohibido recibir; muchas de ellas, además, provenientes de cuentas anónimas, lo cual podría configurar lavado de dinero. Se metió en un pantano, entre más trata de aclarar, más se contradice y más se hunde.

Noroña terminó su mandato al frente del Senado en el escándalo, el descredito y la podredumbre.


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