No es extraño el peor enemigo

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Están en mis redes sociales dos recientes entrevistas que exponen diáfanamente la corrupción gubernamental que destroza a México: una de ellas de Héctor Aguilar Camín con Joaquín López-Dóriga, la otra de Luis Carlos Ugalde con José Cárdenas.

Recordemos, por nuestra parte, que el actualmente recogido en su glorioso rancho (del que nunca debió salir) recorrió el país durante 18 años denunciando la corrupción, diciéndose revestido de “honestidad valiente” (como si hubiera una cobarde) y con el mote de “rayito de esperanza” ofreció “barrer la corrupción de arriba hacia abajo”. Su honestidad la sustentó en tener sólo un par de zapatos, carecer de cuentas bancarias y traer en la bolsa 200 pesos. Su pregón fue “acabar con la corrupción y cero impunidad”.

Pues ambas entrevistas desnudan la historia de ese enfermo, carcomido por la ambición de poder, que ha hecho un siniestro daño a México.

Aguilar recordó que fue precisamente la bandera anticorrupción la que enarboló para acceder a la Presidencia el sujeto de marras, y que al ejercerlo dijo: “ya no es como antes”.

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El entrevistado se refirió al informe de Transparencia Internacional de 2024 (institución de origen alemán que audita a 180 países), del cual se concluye que lo barrido fue de abajo hacia arriba, porque México subió 37 puntos en corrupción, quedando en el lugar 140 de 180 países y compitiendo fuertemente con Nigeria y Nicaragua. Remató diciendo: “vivimos en el país 140 más corrupto del mundo… estamos viviendo una desfachatez en la ostentación de la corrupción”.

Por su parte, Ugalde coincide en que esa lucha fue un engaño; que hay la percepción de que López Obrador fue un presidente honesto, equiparando austeridad con honestidad; y que, según Transparencia Internacional, de 0 a 10 la calificación descendió en ese gobierno de 3.3 a 2.6. Lo atribuye a que el moralismo y el pañuelito blanco fueron simplemente propaganda.

Recordó que López Obrador hizo su vida política al amparo del dinero en efectivo, que así movilizaba gente y negociaba con gobiernos para levantar plantones, y que hay videos de sus familiares recibiendo efectivo para fondear su causa. Remató diciendo: “la corrupción no tiene dueño, existe cuando no hay controles, y, si López Obrador desmanteló el Sistema Nacional Anticorrupción, la corrupción floreció”.

Pues ese artero atropello y muchos más cometidos por “el mejor presidente que ha tenido México”, sumados a su afirmación de que si no pacificaba al país, la 4T habría fracasado (y lo dejó más ensangrentado y violento que nunca), no le impide a la rufianada la osadía de decir: “vamos requetebién y estamos construyendo el segundo piso”.

Tomando en cuenta esta funesta realidad que subyuga al país ¿se pueden considerar las amenazas de Trump como el más grande desafío que enfrenta México?


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