Mover las almas

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En septiembre de 1939 —hace 75 años— nació el Partido Acción Nacional por convocatoria de Manuel Gómez Morín, originario de Batopilas, Chihuahua, y huérfano de padre a los dos años.

Quienes conocen su vida coinciden en las virtudes que lo hicieron excepcional: talento, estudio, trabajo, disciplina, valor y valores. Abogado de profesión y economista sobresaliente conoció, amó y sirvió a México; creó instituciones, fue director de la Facultad de Derecho y rector de la UNAM, y encabezó la lucha por su autonomía.

Para dar vida al PAN buscó, desde Baja California hasta Yucatán, a quienes destacaban por su honestidad. El acta constitutiva la firmaron Efraín González Luna, de Jalisco; Miguel Estrada Iturbide, de Michoacán; José Fernández de Cevallos, de Querétaro; Rafael Preciado Hernández, del Distrito Federal; Molina Font, de Yucatán, y muchos más.

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Aunque el régimen no reconocía derechos políticos a la mujer, la vida de Acción Nacional registra la generosidad de mujeres como Jovita Granados y Chabela Salas, seguidas de Blanca Magrassi de Álvarez y de miles que han luchado con los varones.

Llegaron Luis H. Álvarez, Adolfo Christlieb, Efraín González Morfín, Maquío Clouthier y millones de hombres y mujeres de buena voluntad.

La convocatoria fue clara: mover las almas de los ciudadanos para limpiar la vida pública de México. El llamamiento fue: llegar a dar, no a recibir. Traicionados los ideales de la Revolución de 1910, era impostergable luchar por una patria ordenada y generosa, y una vida mejor y más digna para todos.

No se trató de lucha entre pandillas para satisfacer apetitos, sino enfrentar el oprobio del sistema, corrompido y corruptor, con la fuerza moral y el trabajo disciplinado de quienes tuvieran un modo honesto de vivir, dispuestos a defender principios humanistas y democráticos.

Tal vez ninguna historia registra algún otro partido político en el mundo que haya perseverado más de seis décadas, de manera pacífica y democrática, sin leyes ni autoridades que impartieran justicia electoral, sino un grupo autoproclamado heredero de la revolución que decidía por sí y para sí el resultado de los comicios.

Hace un cuarto de siglo el PAN dijo en la Cámara de Diputados, al calificarse una elección: Señores del gobierno, señores del PRI, no todo lo han hecho mal, han cavado la tumba del Colegio Electoral, y se abrió la competencia real.

A 75 años, dos verdades, una de gloria y otra de vergüenza:

La primera. En el avance de leyes, instituciones, espacios de libertad y de participación ciudadana mucho es obra de ese partido.

La segunda. No pocos sin talante humanista ni democrático se han infiltrado; la corrupción iguala hoy a los institutos. Por eso el repudio popular. Por eso surgió un Marcos; recientemente un #YoSoy 132 —ambos extintos—; y ahora los independientes. ¿Qué sigue?

Con la nueva dirigencia nacional es urgente y obligado regresar a los valores primigenios, sin concesiones cobardes ni desplantes estridentes. Acomodos o bravatas serían traición.


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