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México: La sombra que acecha al periodismo

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El ejercicio del periodismo en México sigue siendo una de las profesiones más peligrosas. Según datos recopilados por TResearch, con base en información consultada en Artículo 19 hasta abril de 2025, el país ha registrado un total de 168 asesinatos de periodistas desde 2001. Estos números no solo reflejan la violencia sistemática contra los comunicadores, sino también la impunidad que impera en muchos casos y la falta de garantías para quienes se dedican a informar.

Veracruz encabeza la lista como el estado más letal para ejercer el periodismo, con 31 asesinatos registrados en las últimas dos décadas. Le siguen Guerrero, Oaxaca y Chihuahua, estados donde históricamente han prevalecido altos índices de violencia ligados al crimen organizado, la corrupción y el conflicto político. Este patrón revela cómo la inseguridad estructural afecta directamente la libertad de expresión y pone en riesgo la vida de quienes buscan exponer verdades incómodas.

El análisis de los datos muestra que los hombres conforman la mayoría de las víctimas, con 156 asesinatos frente a 12 mujeres. Aunque esta disparidad obedece posiblemente a la mayor presencia masculina en el sector, también evidencia una brecha de género en el ámbito periodístico. Sin embargo, esto no minimiza la gravedad de los ataques contra mujeres comunicadoras, quienes además enfrentan otras formas de violencia, como acoso o amenazas.

Los sexenios de Felipe Calderón, Enrique Peña Nieto y Andrés Manuel López Obrador han sido los más mortíferos para la prensa mexicana. Durante sus administraciones se concentraron 48, 47 y 47 asesinatos respectivamente. Esto sugiere que, independientemente de las diferencias ideológicas entre gobiernos, la crisis de seguridad para los periodistas ha persistido sin solución efectiva. En el actual sexenio de Claudia Sheinbaum (octubre 2024-marzo 2025), ya se han registrado cuatro homicidios, cifra alarmante si consideramos que apenas llevamos poco más de medio año.

En lo que va de 2025, tres periodistas han perdido la vida debido a su labor. Esta tendencia posiciona nuevamente a México como uno de los países más peligrosos para ejercer el oficio. Los asesinatos no son eventos aislados; por el contrario, forman parte de un contexto más amplio de agresiones, desapariciones y hostigamiento que sufren los comunicadores en todo el territorio nacional.

La distribución anual de estos crímenes también arroja luces sobre los momentos más críticos. Entre 2010 y 2012, durante el gobierno de Calderón, hubo un incremento significativo en los asesinatos, alcanzando picos de hasta 12 muertes en un solo año. Aunque posteriormente disminuyeron ligeramente, nunca dejaron de ser una constante preocupante. En 2024, se reportaron 13 casos, marcando un repunte que parece haberse extendido al inicio de 2025.

Es importante destacar que detrás de cada número hay historias humanas truncadas. Periodistas que investigaban temas delicados como narcotráfico, corrupción gubernamental o derechos humanos fueron blanco de ataques deliberados. Sus familias quedan desamparadas y sus comunidades pierden voces esenciales para exigir justicia y transparencia.

Para combatir este flagelo, es urgente implementar políticas públicas integrales que protejan a los periodistas. Si bien existen mecanismos como el Mecanismo de Protección para Personas Defensoras de Derechos Humanos y Periodistas, su efectividad ha sido cuestionada debido a limitaciones presupuestarias y operativas. Además, resulta indispensable fortalecer el sistema judicial para garantizar investigaciones exhaustivas y castigos ejemplares a los responsables.

El silencio mediático derivado de estos asesinatos no solo afecta a quienes ejercen la profesión, sino a toda la sociedad. Cuando callan los periodistas, se erosionan los pilares de la democracia: acceso a la información, rendición de cuentas y participación ciudadana. Por ello, es fundamental que tanto autoridades como sociedad civil trabajen conjuntamente para revertir esta grave situación.

México necesita urgentemente transformarse en un lugar seguro para el periodismo. Cada asesinato no solo apaga una voz, sino que también oscurece la posibilidad de construir un futuro más transparente y justo.


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