México, Brasil y el TPP

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En su corta visita oficial a México, la señora Dilma Rousseff, presidenta de Brasil, firmó acuerdos sobre educación, oportunidades de inversión y creación de empleos. El entendimiento entre las dos grandes economías de América Latina siempre favorece a que nuestra comunidad de naciones amplíe su influencia en el ajedrez mundial. Pero el tablero internacional se presenta cada vez más complicado.

Los bajos índices de actividad económica ensanchan brechas sociales y sus consecuentes crisis. Un crecimiento demográfico sin precedentes se traduce en migraciones desordenadas que alimentan la incontrolable violencia. Como respuesta, hay que promover asociaciones entre países con metas comunes para emprender soluciones.

Entre las propuestas más singulares se encuentra la audaz iniciativa de Estados Unidos de integrar un Acuerdo Transpacífico (TPP), que uniría, al menos, doce países de la Cuenca del Pacífico y agruparía a más de mil millones de población, que aportan 40% del comercio mundial. Explicada la propuesta por el presidente Obama como un instrumento para colocar a Estados Unidos en una posición comercial superior, la iniciativa del TPP, pieza estratégica, no incluye a China y, evidentemente, es interpretada como la gran apuesta hegemónica del siglo XXI, de clara intención geopolítica. Hay muchos que temen, por razones estrictamente económicas, consecuencias negativas para el equilibrio del comercio mundial. Algunos congresistas norteamericanos, de ambos partidos, se oponen resueltamente al TPP.

El presidente Obama ha pedido que se exima al acuerdo de prolongados y procelosos debates parlamentarios mediante la fórmula fast track. El Senado ya lo aprobó, pero su paso por la Cámara de Representantes se prevé difícil. Más les vale, empero, no vacilar. Aunque China, sin haber sido invitada a ser miembro del TPP, ha tenido reuniones de trabajo con el grupo preparatorio integrado por algunos de los 12 países, como la del pasado noviembre en Pekin para determinar los caminos hacia un acuerdo “balanceado que regule las disciplinas de comercio en el siglo XXI”.

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La dinámica de América Latina está por rebasar el plan original del TPP. Según la Cepal, China está invirtiendo en la región a un ritmo de 10 mil millones de dólares anuales y en 2014 la suma fue de 158 mil millones de dólares.

En 2013,  el 7% de las importaciones chinas fue de Latinoamérica y el 6% de las importaciones latinoamericanas era de China. El 17% de las importaciones brasileñas proviene de China que, a su vez, exporta a éste 19% del total de sus ventas al exterior, mientras que a Estados Unidos sólo exporta el 10 por ciento. China es el segundo socio comercial de América Latina y el primero de Brasil y Chile. Su intercambio con la región se ha multiplicado 22 veces desde el 2000. Este mes el primer ministro de China, Li Keqiang, visitó Brasil, Chile, Colombia y Perú; firmó 70 acuerdos en materia comercial, ambiental, energética y minera, así como en infraestructura, centrales nucleares e informática. Sus declaraciones anunciaron un activo intercambio de alto contenido estratégico. Ese país está participando en América Latina financiera y técnicamente en la construcción del canal interoceánico nicaragüense, después de haberse asociado en la ampliación del Canal de Panamá.

El TPP no había sido mencionado en relación con Brasil, que no participa, por ahora, en el proyecto, por no tener litoral sobre el océano Pacífico. Pero todo tiene remedio. Ya se reúne el equipo de trabajo formado por Brasil, Perú, Bolivia y China, de acuerdo con lo anunciado por Li Keqiang en su viaje a América Latina durante este mes, para preparar la construcción del Ferrocarril Bioceánico de 5 mil kilómetros, que unirá los puertos de Piura (Perú) y Santos (Brasil). La construcción se iniciará en 2018. Así, Brasil podrá ser miembro del TPP para 2023.

Las conversaciones entre los presidentes de México y Brasil versaron sobre educación, creación de empleos y los clásicos intercambios comerciales. El Canal Bioceánico se lanza, mientras que nuestra conexión interoceánica por Tehuantepec, de urgente conveniencia, sigue pendiente y esperando, quizá, que se resuelva el reclamo chino por el tren México-Querétaro.

El “siglo latinoamericano” de nuevo nos pasará de largo.


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