María Corina y México

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Si el escape de Venezela fue de película, el mensaje en Oslo es propio de la academia.

María Corina Machado estuvo horas perdida en altamar después de salir disfrazada de Caracas, pasar de incógnita por retenes militares, arribar a la playa y abordar una lancha pesquera.

El dramático contratiempo le evitó llegar a tiempo a la ceremonia de entrega del Premio Nobel de la Paz, pero eso no resultó desafortunado.

La suplió su hija Ana Corina Sosa, quien se lució pronunciando de manera impecable y elocuente el discurso que había preparado para la ocasión.

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Un mensaje que debe ser escuchado en México.

La historia que cuenta nos concierne.

El desprestigio de los partidos tradicionales abrió el camino al populismo y su retórica redentorista.

Hugo Chávez llegó al poder en 1999 y casi 20 años después un escenario similar encumbró López Obrador.

 No son fenómenos idénticos, hay diferencias evidentes, pero las semejanzas son trascendentes.

La dictadura venezolana no se hizo en un día, fue un proceso de desmantelamiento institucional y de arbitrariedades constantes por parte del liderazgo carismático, quien se permitía violar la ley, e incluso la Constitución, a su antojo.

Acabó haciéndose de los tres poderes, eliminó los equilibrios y contrapesos y tomó el control de los órganos electorales.  ¿Le suena?

Con el uso faccioso de los recursos petroleros, Hugo Chávez respaldó gobiernos y movimientos afines en América Latina, además de corromper a las fuerzas armadas, convirtiéndolas en pilar del régimen bolivariano.

También se coludió con cárteles, conformando un Estado cívico-militar-criminal, sistemática y estructuralmente corrupto, que enriqueció inmensamente a una nueva oligarquía, cuyos lujos y privilegios salieron a la luz, desmintiendo la narrativa de austeridad y superioridad moral del llamado Socialismo del siglo XXI.

Igualmente se utilizaron recursos públicos para conformar clientelas electorales y grupos de choque para intimidar cualquier expresión de disidencia.

Las “jefas de cuadra” vigilan a los vecinos y determinan a quiénes dar apoyos y a quiénes no.

La dictadura germinal se fue haciendo cada vez más explícita hasta que la represión se volvió temible y cotidiana.

Hay infinidad de casos documentados de brutalidad policiaca, encarcelamientos políticos, desapariciones forzadas, torturas y ejecuciones extrajudiciales en Venezuela.

Cuando sintieron su poder amenazado, el autoritarismo se desentendió de sus máscaras y reprimieron abiertamente.

En México, por fortuna, no hemos llegado a eso, pero tienen las herramientas sobre la mesa.

La economía está estancada y sin crecimiento económico no habrá dinero que alcance.

La degradación de los servicios públicos es notoria, desde la seguridad hasta la salud, pasando por la educación y las vías de comunicación.

El asesinato de Carlos Manzo catalizó el innegable descontento social que, en las condiciones actuales, solo puede aumentar.

Por eso es tan importante aprender en cabeza ajena y no esperar a que pasen 25 años de populismo ni que más de la cuarta parte de la población se vea obligada a emigrar para tomar nota de las lecciones de María Corina.

Un momento cumbre del discurso fue cuando la Premio Nobel recordó la estrategia chavista, idéntica a la obradorista, de dividir a la sociedad, de inocular odio para que unos y otros se vean como enemigos por raza, condiciones económicas, gustos, ideas, formas de ser.

Por eso la respuesta que acorraló a la dictadura en las pasadas elecciones no pudo ser más afortunada y disruptiva: unidad y organización.

Por encima de diferencias ideológicas, trayectorias y viejos agravios, María Corina impulsó elecciones primarias para elegir al candidato único de la oposición.

Cuando no la dejaron competir, después de arrasar en el ejercicio, puso por delante a Venezuela y buscó entre los que ya habían sido aceptados al más decente y cabal; así acordó con el diplomático Edmundo González.

Cuidaron y monitorearon las casillas, procuraron las actas, aprovecharon las fisuras de un régimen podrido que separó a las familias y demostraron su triunfo. Ahí está el camino.

De paso…

Me tomo unos días de descanso, nos vemos el 6 de enero. ¡Felices fiestas!

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