Los que sí sabían gobernar

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El ya famoso “gasolinazo”, ordenado esta semana, que elevó el precio del combustible, llega poco después de que se anunció el alza en la energía eléctrica para la industria y algunos servicios domésticos. Estas decisiones van en diametral contradicción con los beneficios prometidos de la Reforma Energética, uno de los programas centrales de la administración del presidente Peña Nieto. La reacción ha sido funesta.

Sobran explicaciones. La caída de los precios internacionales del petróleo mexicano repercutió, más de lo que se creía, desestabilizando las cuentas públicas. Es entendible la urgencia de hallar repuestos a los ingresos petroleros perdidos. Ello llevó al “gasolinazo” de estos días.

El golpe afecta a todo el país. El efecto inflacionario es inevitable y comienza a sentirse aún más con la devaluación del peso, que encarece las importaciones.

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Que el sistema económico nacional se haya inclinado marcadamente hacia lo importado provoca un déficit que ahora se acentúa en nuestra balanza comercial. La debilidad de la producción nacional revela su incapacidad de cubrir la demanda interna. La importación inmoderada de artículos de consumo, claramente producibles en México, frena nuestra capacidad de emplear nuestro recurso laboral.

Las empresas de maquila y armado de artículos para exportación no alcanzan a emplear la mano de obra disponible, de más de 42 millones que espera, porque no incorporamos suficientes insumos nacionales, lo que hace que la celebrada fortaleza económica sea hueca. Las calificaciones financieras internacionales lo advierten, bajan. El panorama socioeconómico del país luce gris.

La subversión de la CNTE ha dejado a la Reforma Educativa, el otro gran proyecto del sexenio, en simple rehén de sus antipatrióticos caprichos. El confuso y timorato manejo con que el gobierno responde al reto está retrasando la modernización educativa que con urgencia requerimos.

A todos nos sorprende la falta de una acción oficial decidida y de valentía frente a los chantajes de la CNTE, que organiza bloqueos a vías de comunicación y bárbaros destrozos a propiedades públicas y privadas, para hacer valer su irracional rechazo a la Reforma. La debilidad oficial ha dejado a centenares de miles de escolares sin gozar de una escuela metódica y segura.

No falta conciencia en los altos funcionarios del gobierno de la íntima vinculación que existe entre la educación, la capacitación y la creación de unidades de producción empleadora que requerimos. Lo trágico de esto está en que no se ha atinado en implementar las estructuras que hacen falta.

La comunidad nacional se ha sentido hondamente agraviada por estos hechos que confirman el desapego de nuestras autoridades con el ciudadano común, además de que observan una constante ineptitud oficial para encauzar el desarrollo nacional con respuestas rápidas y acertadas.

El entramado que vincula la educación con la capacidad productiva nacional es el que hace que la actual crisis de la Reforma Educativa dañe profundamente el desarrollo nacional. Es correcta la reacción del Consejo Coordinador Empresarial, de la Coparmex y la Concanaco de recurrir a los tribunales para obligar al gobierno a usar todas las herramientas legales a su disposición para poner un alto definitivo a los bloqueos y vandalismos de la CNTE.

No se trata, como lo afirman ciertos defensores del gobierno, de que los empresarios lo chantajeen, anunciando que podrían suspender el pago de impuestos, ni se responde a su reclamo de terminar con la inseguridad prevaleciente. Ayunos de otro medio para hacer que el gobierno entienda la gravedad y perjuicios de su inacción, se alerta sobre la situación que se provocaría si continúan sin límite los abusos de la CNTE, hasta el grado de forzar la interrupción de críticas ramas productivas.

El partido en el gobierno se ufanó de que “sí sabía gobernar”, en contraste con el saldo mortuorio con que describe a la administración anterior.

Los hechos han dejado en claro que el saber gobernar no es cosa fácil. Lejos de cosechar éxitos ufanándose de promesas incumplidas y de diálogos cautelosos. El gobierno actual, en su incompetencia, ha hundido al país. Ha perdido respeto. Esto es más grave que su desplome en popularidad.

 


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