Los padres de familia de Oaxaca

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Sin educación la riqueza material se esfuma, se desvanece, por grande que ésta sea. La educación es la única herencia de valor que podemos dejar a nuestros hijos. Por eso en cualquiera familia, y en cualquier país, ocupa el primer lugar en importancia. El 24 de mayo, los padres de familia de los alumnos de la primaria Basilio Rojas de la Ciudad de Oaxaca, acompañados de un notario, obligaron a la directora y a los docentes a abrir el plantel, ubicado a 50 metros del plantón magisterial que desde el 15 de mayo fue instalado por la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación.

Los padres de familia tomaron la decisión de abrir la escuela, luego de advertir que si sus hijos continuaban sin clases podrían perder el año escolar. Cuando el día anterior los padres plantearon el retorno a clases, los maestros parecieron aceptar. Es por eso que le pidieron a un notario certificar la reapertura del plantel.

Alrededor de un centenar de alumnos, acompañados de sus padres, se presentaron a reanudar las clases conforme a lo acordado. Los maestros, temerosos de represalias, no quisieron cumplir su palabra, pero el presidente del Comité de Padres de Familia, Agustín Flores Ramírez, presionó a la directora, Precedes Fuentes García, para lograr que se llevara a cabo lo pactado. La valiente actuación de los padres de familia merece el reconocimiento más enfático de todos nosotros. Cabe señalar que ningún representante del Instituto Estatal de Educación Pública de Oaxaca estuvo presente, pese a habérsele notificado la situación. 

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En las circunstancias de abusos y vandalismo sin control, la valentía de los padres de familia fue de extraordinario heroísmo cívico, no menos, por cierto, la de los maestros que por fin se animaron a seguir la petición de los padres de familia. Este acto debería de repetirse una y otra vez hasta que termine la racha de rebeliones magisteriales encauzadas por la CNTE que se niegan a seguir las reformas que el progreso del país exige. 

El acto que comentamos reivindica el honor del magisterio nacional, integrado en su mayoría por personas que han entregado sus vidas a la enseñanza. La firmeza de la autoridad de seguir adelante en su programa de reforma educativa es de felicitarse. No es frecuente que el gobierno federal, y menos aún los estatales, se animen a contrariar reclamos populistas multitudinarios como los de la CNTE. El miedo a los desórdenes organizados por líderes sin escrúpulos suele imperar. Una y otra vez hemos sido testigos de la cobardía oficial. Las medidas que, a veces, se toman para frenar los plantones en la Ciudad de México son necesarias tal y como acontece en muchas partes del mundo.

El que la sensatez de los padres de familia, debidamente organizados, haya logrado abrir los salones de clases pone en la picota de la vergüenza a los maestros rebeldes, minoría por cierto, que se dejan manipular para fines políticos, en lugar de cumplir su obligación de enseñar.

Más aún, el episodio que ahora comentamos tuvo un carácter genuinamente ejemplar, en términos de valor cívico. La crónica del reportero Edwin Hernández, de El Universal, revela que está vivo el germen que muchos creíamos dormido de la conciencia y sentido de responsabilidad ciudadana y que no hace demasiados años fue capaz de acabar con los abusos electorales oficiales. Ahora se trataba de rescatar la firmeza cívica ante otro enemigo, el de las arbitrariedades anarquistas y antipatrióticas, tan frecuentemente criminales, de la CNTE. 

Es necesario que se proceda a la máxima brevedad posible a llenar las plazas desocupadas por los marchistas de la Sección 22 que han sido cesados con los miles de profesores disponibles que traerán nuevos ímpetus a nuestro magisterio. 

No queremos ver que la Secretaría de Educación acabe por doblarse. El alto nivel de educación de un país es tan imprescindible como el espíritu progresista de sus ciudadanos. Por esto la importancia de lo que sucedió en Oaxaca donde la apertura de la escuela fue la de todo el país. Ahí, se salvó la prueba. Faltan muchas más. La democracia se activa con fuerza de carácter. 


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