Lecciones electorales

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Con el tiempo suficiente para aquilatar lo sucedido en la jornada electoral pasada, podemos compartir con nuestros lectores algunas lecciones que nos dejan los comicios recientes, aprendizajes que esperamos que partidos y ciudadanos aprendan para que no se repitan algunas escenas bochornosas que tuvieron lugar el domingo 5 de junio.

Casos de la vida

Sin duda, la primera lección tiene que ver con el uso de la guerra sucia o de las también llamadas campañas de contraste o negativas. Durante las campañas electorales 2016, se abusó de este tipo de recursos hasta convertirlos en lo central de las tareas proselitistas. Su eficacia, quedo demostrado, fue escasa en casos como los de Tamaulipas y Veracruz en donde los candidatos señalados fueron los ganadores. Algo similar ocurrió en Aguascalientes y los abanderados panistas –pues fue el partido en contra del cual se usó este tipo de prácticas– resultaron los vencedores de la contienda.

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         Tal vez aquí podemos decir que las campañas negativas funcionan… siempre y cuando tu candidato no tenga una cola que le pisen o el gobernador sea peor que a quien señalas.

         Otra lección tiene que ver con adelantarse a proclamarse ganador tan pronto cierran las casillas de votación. Los casos de Blanca Alcalá, en Puebla, y Enrique Serrano, en Chihuahua, movieron a risa al declararse ganadores a pesar que encuestas de salida mostraban lo contrario, además de que durante la noche del domingo 5 de junio los PREP respectivos mostraban tendencias que favorecían a sus contrincantes.

         Si bien algunos asesores se encargan de enseñar este tipo de conductas, sobre la base de que si no dicen que son ganadores luego no podrán argumentar que fueron despojados de la victoria, al menos hay que esperar a contar con la suficiente información para que no parezca que se trata de un recurso propagandístico de alguien que no sabe perder.

         Harían bien los candidatos perdedores, y sus partidos, en empezar a practicar esta cualidad que redundaría en una mejor imagen, pues se habla mucho de la cultura democrática pero poco de su puesta en vigor.

         Otra lección es que las cuentas pueden salir mal. Ya en anteriores ocasiones hemos visto como los pronósticos de encuestadores, candidatos y dirigentes partidistas se estrellaban en contra de la realidad, para que en pleno 2016 continúen tratando de anticipar resultados que no se van a dar –y confiar en la corta memoria del mexicano– para fingir, cuando no se cumplen, que no ha pasado nada es poco menos que ridículo.

         En elecciones anteriores, Gustavo Madero al frente del PAN, como ahora Manlio Fabio Beltrones en el PRI, daban cifras muy optimistas acerca de cómo le iba a ir a sus respectivos partidos en los comicios, para sorprenderse al conocer los datos que las urnas arrojaban. Madero ya fue relegado y un destino similar podría estar cerca para Beltrones.

         Otra lección es que pese a contar con usuarios aguerridos que generen Hashtags o Trending Topics en contra de los adversarios, o una estructura de cibernautas que permitan posicionar temas y atacar a los adversarios, las redes sociales aún no ganan elecciones por sí mismas, sobre todo cuando llevas el desprestigio de unas siglas mal evaluadas a cuestas y a candidatos que no son aceptados por la ciudadanía.

         En la pasada campaña electoral, los militantes que estuvieron más activos en redes –promoviendo a sus candidatos y atacando a los rivales– no representaron un factor para obtener la victoria, como ha sido el caso de Morena y el PRI, aunque en la percepción pública pudieran construir un escenario que diera la impresión de estar cerca del primer lugar.

         Finalmente, festejar antes de revisar qué fue lo que se ganó debería ser una obligación para los partidos. Ganar luego de unas campañas caracterizadas por la guerra sucia, comicios con baja participación u obtener el triunfo en un estado copado por el crimen organizado debería ser motivo de análisis y no de una celebración con vino y bocadillos.

         Triunfos como el de Tamaulipas debería ameritar, más que un festejo, una profunda reflexión acerca de lo que implica gobernar una entidad con desafíos mayúsculos en materia de gobernabilidad y seguridad pública. Algo similar debe ser para entidades en donde una alianza opositora, de la mano de expriístas, resultó triunfadora, pues el reto de formar un equipo de gobierno con militantes de las fuerzas políticas aliadas debe ser la principal tarea a realizar, lejos de las declaraciones victoriosas.

         El riesgo, como se ha visto en Oaxaca o Sinaloa, es que luego de la borrachera en las urnas, la resaca del sexenio resulte más fuerte y termine con la ilusión de que un cambio es posible, ayudando a sepultar un sentimiento que crece cada día entre los ciudadano: sacar al PRI de la vida política de México.

Del tintero

Todo apunta a una baja participación, cercana al 30%, en la Ciudad de México, lo que implica que la Constitución que resulte con los electos no sea considerada positiva por la población, además de que la diferencia entre Morena y el PRD no fue tan amplia como se ha querido vender. Por lo que toca a los independientes, como apuntamos en entregas anteriores, no resultaron atractivos porque ni campaña supieron hacer.

 

Twitter: @AReyesVigueras


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