Las denuncias de la campaña

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Las campañas electorales se han convertido en la oportunidad de lanzar acusaciones contra los adversarios. En muchas ocasiones el objetivo es claro, quitarle votos para asegurar la victoria, aunque en el ámbito informativo quede la impresión de que no es sólo el señalado a quien se le puede colgar la etiqueta de presunto culpable, sino a toda la clase política. Así, quien recurre a este tipo de recursos busca más un efecto de imagen que justicia, pues cuando se ve en el lado contrario de este juego, apuesta al olvido y no a conocer en realidad si hay algo de cierto en las denuncias.

Campañas negativas

Anteriormente, las campañas negativas –en forma similar a su acepción actual– se valían de calificativos para desacreditar al contrario. Eran tiempo en que palabras como “comunista” o “nazi”, tenían peso en la opinión pública y podían destruir el prestigio de alguien. Con el paso del tiempo, el recurso de utilizar calificativos perdió peso en las estrategias para dar lugar a revelaciones sobre la vida íntima de los objetivos; poco más tarde se sumarían otros elementos como información sobre presuntos actos de corrupción o negociaciones que conducen a este tipo de ilícitos.

Es curioso como en épocas pasadas, el partido que más sufrió por este tipo de acciones ahora se haya convertido en el especialista en esta área. Está a debate si se debe o no recurrir a este tipo de estrategias, y si realmente tienen efecto en el votante, pero de que han rendido fruto en elecciones recientes y de que el PAN las ha incorporado a su estrategia no hay duda.

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Resulta llamativo el hecho de que de la gran mayoría de las denuncias que se presentan al calor de las campañas, no llegan a convertirse en investigación en el ámbito judicial. Incluso, los partidos utilizan las acusaciones que otros hacen como municiones en sus campañas, pero poco insisten en que se concluya una investigación y se sepa la verdad.

Algunos ejemplos en el campo panista nos ilustran en la forma en que se maneja este tipo de temas y el poco compromiso con la verdad que se tiene: en casos como los escándalos que surgieron hace un par de años por la relación entre panistas y casineros, quienes –presuntamente– financiaban campañas y a la vez, también en teoría, tenían relación con el crimen organizado, el Partido formó una comisión que no llegó a ninguna conclusión, principalmente por la negativa de algunos de los señalados para aportar información.

En otro caso polémico, el del asambleista capitalino Edgar Borja, el Partido no pidió que se investigara si se habían cometido algunos delitos, mucho menos hacer el intento de averiguar que había detrás de las grabaciones difundidas, y pese a la promesa de expulsarlo, esto no ha sucedido.

Spots electorales

Armas de campaña

El inicio de la campaña electoral 2015, estuvo marcado por la gran cantidad de acusaciones que los partidos lanzaron contra sus contrarios. Desde el gasto en relojes, viajes de familiares, uso de aviones, pasando por las tradicionales filtraciones de grabaciones ilegales para mostrar conversaciones comprometedoras; los actores de este teatro electoral no muestran más que una falta de escrúpulos con tal de conseguir el voto.

Y es que esta estrategia se ha convertido en un juego que más de uno puede practicar: El PAN dio a conocer que el presidente nacional del PRI, César Camacho, posee una colección de relojes con ejemplares cuyo costo es de varios millones de pesos. Semanas más tarde, el portal Sin Embargo informó que el Secretario de Comunicación del CEN panista, Marcelo García Almaguer, también tiene una colección de relojes de lujo, aunque no tan costosa como la del dirigente tricolor.

Tal parece que la idea a fijar en la mente del ciudadano es que cualquier político con fortuna económica que lo ubique en un nivel social alto, necesariamente es fruto de algún acto deshonesto, lo cual no es aplicable a la totalidad de la clase política del país.

Así, las denuncias no se traducen en información para que el ciudadano tenga elementos para evaluar adecuadamente lo que en verdad sucede detrás de esas historias que se difunden en campaña, las cuales –conviene recordar– tienen en muchas ocasiones como sustento la grabación ilegal de una conversación telefónica o un documento manipulado.

spots electorales

El público parece que se conforma con un teatro montado en forma similar a lo que ocurría en la Edad Media, en donde bastaba la palabra de alguien como prueba. Ahora eso aplica en las campañas, pues no nos preguntamos si en verdad el personaje señalado es corrupto sólo porque alguien más dice que lo es. Las pruebas son lo de menos si se consigue tener un voto.

Así que la pregunta que queda es, ¿para que llenar de denuncias a medios y ciudadanos, si éstas no se van a transformar en averiguaciones previas, ni tampoco se va a conocer la verdad? Aunque el espectáculo tiene que continuar.

Migajas

A propósito del tema, Raymundo Rivapalacio, en El Financiero, hizo un relato de como opera El Cerebro de la Guerra Sucia del PAN, en particular en Sonora.

La historia de los relojes del Secretario de comunicación panista.

Un ejemplo de cómo se ha desarrollado la guerra electoral en medios masivos y redes sociales.


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