La tragedia de lo público

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Los delincuentes son personas que están dispuestas a todo para lograr sus objetivos. No les importa causar daño a otros y mucho menos salirse de los márgenes de la ley y de la moral para lograr un beneficio

¿Si fueras víctima de un asalto estarías dispuesto a invitar al ladrón a comer a tu casa? ¿Le pedirías que se tomara una foto contigo para recordar el momento? ¿Dejarías que cargara a tus hijos? Evidentemente no. Los delincuentes son personas que están dispuestas a todo para lograr sus objetivos. No les importa causar daño a otros y mucho menos salirse de los márgenes de la ley y de la moral para lograr un beneficio. Por eso nos cuidamos de ellos.

Sin embargo, vemos incongruencias cuando nos referimos a políticos deshonestos, pues a pesar de todas las historias de corrupción o reparto de dinero que se conocen de ellos todos los días, hay muchos ciudadanos que continúan siguiéndolos y votando por ellos. Incluso, hay quienes les piden tomarse fotos durante sus campañas y eventos para presumirlas después en las redes sociales.

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Tal vez esto sucede porque cuando se utiliza el poder público para favorecer intereses privados no se afecta de manera directa, tangible y hasta personal el bolsillo de cada ciudadano. No es lo mismo que a uno le roben la cartera en la calle o en el transporte público a enterarse de desfalcos millonarios con dinero que en teoría es público pero que en la práctica nos parece ajeno y difícil de imaginar que se traduce en un beneficio personal o colectivo. El presupuesto o cualquier bien público, no lo sentimos nuestro y por lo tanto muchos mexicanos olvidan muy fácil o dejan pasar de largo los agravios que cometen muchos funcionarios al manejar el dinero público.

Y el siguiente paso de esta tragedia de abandono o indiferencia es la apropiación particular del espacio público. Así, algunos parques y bosques del país han sido “privatizados” por líderes que despojan a la gente de estas reservas. También vemos viviendas invadidas por grupos que se dedican a apropiarse de inmuebles a la mala. En el Distrito Federal, por ejemplo, entre 2012 y 2014 se presentaron cerca de 6 mil denuncias por el delito de despojo. Además, todos los días vemos calles y avenidas que son “propiedad” de vendedores ambulantes. Según datos oficiales, son 105 mil 305 los registrados en sus padrones.

Y en los partidos políticos también vemos esa apropiación del interés público por parte de intereses particulares. Con tristeza hemos visto cómo estas instituciones han dejado de ser vehículos ciudadanos para convertirse en propiedad de personas que están ávidas de poder. Y es esta visión patrimonialista lo que ha llevado a grupos al interior de los partidos a enfrascarse en disputas por el poder y el dinero que reciben. Los partidos han dejado de ser entidades de interés público para convertirse en patrimonio de unos cuantos pero recibiendo financiamiento de todos los mexicanos.

Así es como hemos visto que muchas instituciones públicas han dejado de servir a la gente para convertirse en meros instrumentos al servicio de los grupos en turno. México ha dejado de pertenecer a los mexicanos y ahora es el México repartido entre criminales, corruptos y vivales.

Esa es la tragedia de lo público en México, ser de todos para no ser de nadie y para acabar en manos de unos pocos.


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