La impunidad lambiscona y cobarde

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Es razonable que las ocurrencias, sandeces y tonterías que se dan en la política se pierdan rápidamente en el olvido.

Sin embargo, deben quedar en la memoria colectiva las que pintan de cuerpo entero el talante, naturaleza política y calidad ética de su autor, si éste influye de manera relevante en la vida de México.

Un caso reciente justifica el aserto anterior: a principios de este mes, al hablar en Acapulco, López Obrador ¡perdonó! a la “mafia”. Sí, créamelo usted, está grabado. Entre sus lindezas afirmó: “Les decimos a los integrantes del grupo en el poder que, A PESAR DEL GRAN DAÑO QUE LE HAN CAUSADO AL PUEBLO Y A LA NACIÓN, no les guardamos ningún rencor y les aseguramos que, ante su posible derrota en el 18, no habrá represalias o persecución para nadie”. “Si hacemos a un lado el odio y optamos por el perdón, podremos caminar con el emblema de la honestidad hacia una sociedad mejor”.

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¡Vergonzosa maroma para arribar al poder! No es nadie para perdonar, pero provocará sentimientos yuxtapuestos: en los realmente corruptos, una inmensa carcajada, porque ya los perdonó Dios, quien cercenó el brazo de la justicia y les “garantiza” gozar de sus impúdicas fortunas; en los que siguen con devoción su “honestidad valiente”, una decepción inenarrable, pues decretó, con “autoridad moral”, la impunidad lambiscona y cobarde para los que abusaron del poder, quienes no regresarán lo robado ni pagarán por sus delitos.

Es proverbial la bipolaridad del “presidente legítimo”, que pasa con singular alegría del odio al perdón, de la diatriba rencorosa a la “república del Amor”, pero su naturaleza rápidamente lo regresa a rumiar “frijol con gorgojo”.

Pero nunca había llegado tan lejos: ni más ni menos que a BORRÓN Y CUENTA NUEVA.

Al perdonar, se burla de la Constitución y demás leyes anticorrupción, y demuestra que la bondad que hay en su corazón, no la tiene ni Obama.

También sentenció: “Declaramos esta AMNISTÍA ANTICIPADA porque lo que se necesita es justicia, no venganza. No odiamos a nadie. Sencillamente, deseamos lograr el renacimiento económico, social y político, pero, sobre todo, moral de México”. ¡Vaya renacimiento, sobre todo moral!

El fósil universitario, que necesitó más de una década para ser “Licenciado en Ciencias Políticas”, no sabe que la AMNISTÍA es prerrogativa exclusiva del Congreso de la Unión (Art.73-XXII Constitucional), no del Presidente, pero no se detiene en pequeñeces legaloides, él es la Ley. Lo más grave es que nada quedó de su banderita de “honestidad valiente” (como si pudiere haber honestidad cobarde). Perdonó a los “malhechores de la patria”, para abrirse paso en su obsesiva caminata para engatusar incautos y apropiarse del país.

Si para ser presidente se requiere garantizar impunidad ¡Viva la Pepa!, pero su perdón y decreto playeros lo definen, inequívocamente, como autócrata, y recordemos que en todo autócrata hay un psicópata.

¿Alguien, no esclavo, podrá seguir cantando: “Es un honor votar por López Obrador”?


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