La gota que derramó el tinaco

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El inicio de este sexenio estuvo marcado por la capacidad del gobierno para concretar, con las principales fuerzas políticas y sociales, reformas trascendentes —en materia petrolera, eléctrica, de telecomunicaciones, educación y otras— que merecieron amplio reconocimiento de nacionales y extranjeros.

Algo se trastocó, algún viraje se produjo, no existe una clara explicación, pero lo cierto es que hoy en día los antiguos aliados y aplaudidores del régimen son sus detractores pugnaces. Para diversos medios influyentes en el mundo, la maravilla de país —el gobierno se convirtió en algo preocupante—. En el cuarto año de esta administración hay la percepción, dentro y fuera de México, de que vamos mal, de que las medidas que adoptan las autoridades son erráticas y contraproducentes, de que las decisiones de la autoridad parecen pirotecnia de feria, con la que busca ganar tiempo y esperar la oportunidad que le permita recuperar credibilidad y dar buenos resultados ante la criminalidad ascendente y una economía con mayor déficit, deuda y pobreza.

El Presidente ha repetido que lo bueno casi no se cuenta, pero que cuenta mucho. Eso es verdad indiscutible, pero la respuesta es axiomática: ¡pues cuéntenlo!; no por simple popularidad, pero sí por la credibilidad y la confianza que se requieren para gobernar.

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La próxima noche del 15 de septiembre iluminarán el cielo millones de luces de bengala, con figuras y colores maravillosos, pero en seguida… en seguida regresará la oscuridad, olerá a pólvora y caerán sobre nosotros partículas carbonizadas de aquello que no fue ni podía ser permanente. Así suelen terminar las ideas, planes y programas oficiales: simples luces de bengala que no sirven para ordenar al país, garantizar la vigencia de los derechos humanos, llevar educación, comida y empleo a la mitad de la población injustamente empobrecida, ni permitirnos a todos vivir y morir en paz.

Son diversas las causas de esta sinrazón, pero no haría mal a nuestras autoridades recordar que la soberbia nos ciega, y cuando es total, nos ciega totalmente.

Eso explica que quien propuso e impuso recibir como jefe de Estado al psicópata vociferante que nos injuria, humilla y amenaza a placer, haya sido “el mejor secretario de Hacienda del mundo”… según lo calificaban hace menos de dos años algunos influyentes medios de comunicación extranjeros.

Ya se fue esa inteligencia que terminó ciega, que deja una economía con graves problemas y mala calificación internacional, que pisó sin miramientos las inteligencias de los demás, y que tiene al Presidente en la encrucijada de indignación y desprecio nacional que jamás imaginó. La genialidad de traer a Trump fue la gota que derramó el tinaco. ¿Qué sigue para el gobierno? ¿Qué sigue para el país?


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