La danza de cifras

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La polémica reciente por las cifras dadas a conocer por el Inegi con relación a la encuesta para determinar el tamaño de la población en condiciones de pobreza, con la intervención del Coneval, nos recuerda que somos una nación que se rige por las cifras, a las cuales recurren todos los políticos todos los días y a la menor provocación posible. Pero una cifra no refleja lo que en realidad vive una persona.

Cifras y más cifras

En cualquier reunión de dirigentes partidistas, de legisladores o de gobernantes, las cifras salen a relucir, desde encuestas, estadísticas y recuentos pasando por lo ocurrido en años anteriores así como proyecciones, todo basado en números.

         El amor por las cifras es algo palpable en nuestra clase política –tanto como por las presentaciones en Power Point–, por lo que cada equipo de un político que se respete debe contar con un especialista en el arte del manejo de cifras, si es actuario o con maestría pues mejor.

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         Es así que en cualquier boletín o informe no pueden faltar las gráficas en las que se ve las barras que muestran lo hecho, aunque expresado con números, en comparación con periodos anteriores. Lo vimos en la presentación en sociedad del nuevo presidente del PRI, en cuyo discurso ofrecía cifras para comparar lo hecho por la administración de su presidente –recuerden que llamó a defender a sus gobiernos a los priístas– en comparación con las dos administraciones federales panistas.

         Por supuesto que los panistas también han recurrido a las cifras para demostrar que sus gobiernos han sido mejores que los priístas, incluso comparando los primeros 100 días de la administración de Peña Nieto contra la de Felipe Calderón.

         Y así, podemos llenar este espacio con ejemplos de cómo se han utilizado las cifras para demostrar –o tratar de hacerlo– una gran cantidad de asuntos que tienen que ver con el ejercicio de gobierno o con la simple política.

         Pero eso también tiene su lado oscuro. El uso de cifras convierte los problemas, principalmente los de tipo social, en algo frío y sin tener que ver con los que verdaderamente lo padecen: las propias personas.

         Pensemos un poco en el tema de la pobreza. Acerca de esto, se han dado a conocer una gran cantidad de cifras acerca de la población que se encuentra en esta situación, así como de las millonarias inversiones que desde hace décadas los distintos gobiernos federales han realizado para su combate –en una terminología similar a cuando se habla acerca del narcotráfico–, pero el asunto es que siguen habiendo personas en pobreza pese a los millones que se han destinado al sector.

         Además, se ha diseccionado a la pobreza y ahora tenemos subcategorías, índices para medirla, mapas en los que se puede ubicar a las zonas con alta marginación y varias cosas más, pese a lo cual la pobreza –y en particular, las personas que no tienen ingresos suficientes– sigue como el dinosaurio del cuento de Monterroso.

         Así la meta puede ser reducir la pobreza en algunos puntos de la estadística, pero no se conoce si en realidad hay comunidades que ya salieron de esta situación, aunque en los informes de gobierno se podrá presumir que se logró un avance gracias a las cifras.

         La reciente discusión entre el Inegi y el Coneval va por ese sentido, en el que la utilización de cifras es la parte importante y no la gente que está en esta situación.

         Así, un político que sólo se basa en las cifras no podrá resolver un problema porque carecerá del factor humano que lleve a la mejor comprensión del mismo, pues queremos que administradores o gobernantes que pocas veces en su vida han sentido hambre o han sentido preocupación por su futuro por falta de dinero resuelvan el tema de la pobreza.

         Pero como es más llamativo y lucidor el manejo de cifras, tendremos aún un rato más presentaciones y discursos llenos de cifras que en realidad no dirán nada, pero ayudará a sentir a quienes las presenten como especialistas o expertos en la materia.

         El uso de cifras puede ser bueno para ilustrar algo o para ayudar a su mejor comprensión, pero no puede ser la única herramienta para tratar de planear como resolver un problema. Por citar un ejemplo, el manejo de cifras sobre los delitos nos puede indicar que algún ilícito va a la baja, pero para la población el temor a salir a la calle no se reducirá por una simple estadística por muy bien hecha que esté o por mucha difusión que se le dé.

         El abuso en el manejo de cifras es parte de la evasión de la realidad que nuestra clase política padece.

Del tintero

En el PRI, su dirigente nacional aseguró que va a ir contra los corruptos aún y cuando sean de su partido. En el PAN han dicho que van contra la corrupción y tienen hasta su comisión encargada de investigar los actos irregulares de sus militantes. En el PRD, Morena y demás partidos –menos el Verde, pues se ha oído poco de este tema en boca de sus dirigentes– se reprueban también los actos de corrupción. Pero lo que muchos se preguntan, es si los partidos van a encarcelar a todos los corruptos, ¿quién cerrará la puerta?

 

@AReyesVigueras


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