La ‘casa blanca’

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Mucho se seguirá comentando sobre la disculpa ofrecida y el perdón pedido por el Presidente a los mexicanos.

No va conmigo sumarme a los que rápidamente desprecian la disculpa y niegan la posibilidad de perdón al que se humilló y prometió rectificaciones. Tampoco me adhiero a quienes consideren que esas palabras son suficientes para otorgar el perdón, cerrar el capítulo y mirar todos hacia adelante.

Negar a priori y sin razones la sinceridad de una disculpa —proceda o no de un Jefe de Estado— es propio de espíritus pequeños que se alimentan de sus propias secreciones, y para ellas viven.

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Confiar, sin elementos de convicción, en que las palabras presidenciales están colmadas de sinceridad sería una de las mil maneras de autoengaño.

En lo reducido de este espacio, opino:

UNO. Las escasísimas disculpas ofrecidas por políticos y gobernantes que registra la Historia son precedidas, naturalmente, por el cálculo de costo-beneficio ante hechos que laceraron a la sociedad. Cuando el agravio puede ser superado con acciones, promesas, engaños o fanfarrias, ningún poderoso se humilla ante su pueblo, pues sabe que ello será bocado de cardenal que engordará la mezquindad de sus opositores.

DOS. Se ha dicho que la disculpa presidencial llega tarde; sin embargo, debemos recordar que ya la había dado en agosto de 2015, al presidir una reunión del Consejo Nacional de Seguridad, aunque la reciente tiene mayor contenido y alcance. La primera fue por la interpretación que generó la compra de la casa blanca, la segunda es por la compra en sí.

TRES. Después de la compraventa, y por mandato de la ley entonces vigente, sobrevino un segundo agravio: la revisión y calificación de la operación cuestionada, con los documentos y antecedentes respectivos, quedó en manos del secretario de la Función Pública, empleado y dependiente del investigado, coincidiendo ambos en que nada violó la ley. El reclamo social aumentó y fue recogido por el Presidente y el Congreso, aquél a través de iniciativas de ley, éste al aprobarlas, creándose el Sistema Nacional Anticorrupción, que puede y debe combatir eficazmente la corrupción que baja y sube en la estructura social.

CUATRO. Solamente el comportamiento que sigua a las disculpas podrá dar luz sobre la sinceridad de las palabras y la procedencia de perdonar. La humillación pública y sincera de un poderoso le honra, pero mayor grandeza se halla en el agraviado que sufre la lesión y perdona. Nunca verá usted que esas piltrafas que se proclaman sin mancha, sin error, sin culpa, sean capaces de perdonar. No está en su naturaleza.

QUINTO. México tiene reservas morales fundamentales para alcanzar un futuro mejor. Con ellas, las familias, iglesias y escuelas deben educar a niños y jóvenes muy por encima de la honra, ha de ser en el honor personal, en la verdadera solidaridad social, en la cultura del bien por el bien mismo; solamente así superaremos nuestras desgracias y abatiremos la prepotencia altanera de unos y la impotencia llorona de otros.


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