Inercias alucinantes

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Es indudable que Manlio Fabio sabe manejar el poder, algo totalmente distinto a saber hacer política, lo cual implica deberes, principios y voluntad de servicio…

Poder que no se comparte, se parte.
Jesús Reyes Heroles.

Con un abrazo a Ernesto Ruffo, emblema panista.

Tengo la certeza de que Enrique Peña Nieto quería a Aurelio Nuño como presidente del PRI. Alguien lo persuadió o él mismo se convenció de que la decisión le podía ocasionar fuertes críticas en el seno de su propio partido y, convencido de lo peligroso de abrir un frente más a su ya de por sí disminuida presidencia, optó por la solución más fácil y de esta manera matar tres pájaros de una pedrada.

Primero, con Manlio Fabio Beltrones crea otro frente de poder y, de alguna manera, contribuye a disminuir los golpes al Presidente. Segundo, sube al ring a una persona con características y habilidad para poder contrarrestar el avance del líder populista López Obrador. Tercero, resuelve con dos años de anticipación su sucesión presidencial con un político profesional que le garantiza cuidarle las espaldas. Esto, desde luego, ante el notable deterioro de sus posibles candidatos en el gabinete. Al declarar Beltrones que no habrá sana distancia y decir que consultará las decisiones trascendentes con el Presidente, me lleva a una pregunta: ¿en esa cercanía, no será el dirigente priista quien dé las órdenes? ¡Qué nostalgia para mucho priistas del liderazgo presidencial de otros tiempos!

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Con lo anterior, la transición a la democracia habrá concluido en un rotundo fracaso, el retorno del PRI con su faceta más autoritaria se hace evidente. Es por ello que César Camacho, uno de los presidentes más mediocres en la historia del PRI, le lanza una maldición al pueblo de México: el PRI sigue teniendo más futuro que pasado.

Hago algunas precisiones históricas. Plutarco Elías Calles —y esto lo expresa en sus memorias José Manuel Puig Casauranc, su asesor más próximo— creó al PNR, abuelo del PRI, como una solución perentoria, en un momento de crisis, para que fuera puente a una auténtica democracia. Octavio Paz siempre sostuvo que históricamente el PRI se salvaría si permitía el arribo a una auténtica democracia en México. Efectivamente, todos nos entusiasmamos y se generaron grandes expectativas cuando por fin hubo alternancia en la Presidencia de la República, pero poco nos duró el gusto, la amenaza hoy es latente y real.

Leo Zuckermann habla de la poca preferencia del futuro líder priista en las encuestas, pero no toma en cuenta la gran estructura de poder vía gobernadores, sectores y aparato estatal que éste ha venido creando al paso de los años. Es indudable que Manlio Fabio sabe manejar el poder, algo totalmente distinto a saber hacer política, lo cual implica deberes, principios y voluntad de servicio entre otros ingredientes.

A todo esto hay que agregar el deplorable desempeño del órgano electoral que ha dado al traste con una institución que costó mucho en todos los órdenes y en la que se pusieron las esperanzas de tener un árbitro con autoridad moral, lo cual propicia una ciudadanía más frustrada, desencantada y que se cuestiona si debe participar o no.

Ante este escenario tan patético, acaricio una esperanza: lo que puedan hacer en el futuro el PAN y el PRD. Este último, por dignidad, debe ya dejar de someterse al autoritarismo de López Obrador, consolidar su unidad interna y sacudirse de telarañas ideológicas. Confío en que el PAN salga bien librado de su proceso interno y que con un liderazgo renovado pueda rescatar una institución democrática que mucho ha aportado al desarrollo político de México.

 

Sueño con una remota posibilidad: un acuerdo con candidatos que surjan de sus filas —o de donde vengan— que puedan constituir una alianza que nos devuelva un poquito de optimismo y un mucho de esperanza.


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