Es un salto al vacío

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Al surgir el rumor de la invitación a la señora Clinton y al “Truhan” para ser recibidos en Los Pinos, creí que era un infundio aberrante propalado por los que viven para denostar al gobierno por lo que dice o no dice, por lo que hace o deja de hacer, porque todo lo que de él proceda será, por definición, nocivo y mal intencionado. Me equivoqué, era cierta la noticia. Entonces exclamé: ¡Maldita sea, otra más! ¡Parece que caer y seguir cayendo es todo un proyecto de gobierno! ¿Nadie le advierte al Presidente que estallará la indignación social? ¿No hay quien evite al país ese agravio injusto, humillante, absurdo, sorpresivo, inútil y pernicioso?

Pero, no me rendí. Al constatar la infausta noticia imaginé que las cartas serían dirigidas con el consabido: “En caso de que usted resulte presidente, lo (la) invito para que me visite…”. Otra vez fallé, se les invitaba como simples candidatos. Todavía supuse: Tal vez por respeto, prudencia y cortesía de gobierno a gobierno, han pedido, vía diplomática, la opinión de Obama sobre la pertinencia de invitarlos. Parece que no hubo tal.

Dije a mis amigos: Truhan vendrá de inmediato, la señora no. Era evidente. ¿Qué puede resultar? Uno. Que gane la señora, y no olvidará el foro que permitió a su adversario fortalecerse, demostrando que fue bien recibido en el país que repetidamente ha insultado, que amenaza con el muro de la ignominia y con escupirle, en vía de regreso, a millones de seres humanos. Dos. Que el enfermo mental se imponga por poco margen, y que ningún mexicano perdone, jamás, al presidente Peña. Se repite la historia: donde hay problemas el gobierno suele agravarlos y donde no hay, los inventa. No darán sus verdaderos frutos las trascendentes reformas logradas en esta administración, mientras la sociedad perciba al Presidente rodeado de amigos —con agendas personales— que lo llevan errático y maltrecho por pantanos y despeñaderos, en fuga a donde sea. De poco sirven, así, las calidades y cualidades de muchos de sus colaboradores, ni las tareas que eficazmente desempeñan las dependencias federales. La incapacidad para poner en el fiel de la balanza lo que hacen bien, parece estrategia diseñada por adversarios profesionales. Solo pesan corrupción e ineptitud. Así nadie puede gobernar, y menos si es llevado y traído diariamente en tianguis políticos, arreglados a modo, en los que las obviedades y lo artificial matan la noticia, olvidan lo importante y exacerban el ánimo social.

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Gobierno y sociedad debemos luchar juntos. No sirve que el Presidente y cuatro priistas aleguen que él defiende al pueblo, no su popularidad. Tampoco ayuda que esa ofensa a los mexicanos se llame “traición a la Patria”, es consecuencia de un salto al vacío, que debe terminar.


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