Engaño maniqueo

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Con este escrito expreso mi respeto, admiración y gratitud al papa Francisco por lo que hizo y dijo en México. No sé si trascenderá en el comportamiento de instituciones y personas —empezando por los jerarcas católicos— o todo quedará en fotografías, videos, lágrimas resecas y olvido; pero la fuerza de sus mensajes, peticiones y reproches deben servir para hacernos más humanos.

Ahora bien, por mi cuenta y riesgo opino sobre dos temas a los que aludió en su paso por México:

1. EL CRIMEN ORGANIZADO. Reitero que cuando hablamos de ese maldito flagelo nos referimos a narcotraficantes, secuestradores, violadores, tratantes, contrabandistas, asaltantes y demás, pero ignoramos —o tratamos de ignorar— otra expresión silenciosa del CRIMEN ORGANIZADO, que no anda a salto de mata, que no participa en balaceras, que no deja cadáveres en calles o fosas clandestinas, pero que su perversidad es mayúscula, sus daños no son inferiores a los que causan los primeros, y constituye una verdadera patología social. Hablo de quienes desde el poder político y económico se coluden para cometer múltiples fechorías en agravio del bien común.

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La verdadera causa de la depauperación de millones de mexicanos es la voracidad depredadora de pequeños pero poderosos grupos —de nacionales y extranjeros— que arrasan con bienes y derechos, burlando la ley y atropellando la justicia. Pensemos —a guisa de ejemplo— que sin la penetración de corruptos en el sistema financiero internacional sería imposible que el cártel de Sinaloa operara en 54 países. Si el poder y el dinero estuvieran de verdad sometidos a la ley no habría miseria.

2. LA POBREZA. Ciertamente las políticas públicas, las tareas de las iglesias y los esfuerzos solidarios de los individuos deben orientarse preferentemente en pro de los desposeídos. Es un deber ético elemental y grave, pero debemos evitar engaños. Nada hay más lucrativo para religiosos, políticos, periodistas, artistas y académicos que pronunciar discursos en favor de más de 50 millones de pobres, sobre todo si el mensaje implica denostar a los ricos. Es tiempo de hablar con la verdad: nadie es bueno por ser pobre, ni perverso por tener riqueza. Unos y otros pueden ser virtuosos o malvados.

Los que tienen fortuna bien habida y disponen de ella con responsabilidad social deben ser admirados. Los que son pobres por haraganes y viciosos necesitan educación, no dádivas, pues son parásitos que constituyen lo que puede denominarse el CRIMEN DESORGANIZADO.

México no avanzará mientras se siga rindiendo culto a la derrota y a la pobreza.

Nada se resuelve con que pocos dejen de ser ricos, lo importante es que muchos dejen de ser pobres. Para ello se requiere que los primeros sean honestos y generosos; y los segundos, honestos y esforzados; sin que falten políticas públicas que coadyuven a erradicar la miseria moral y económica que destruye el cuerpo social.

Ignorar las distintas manifestaciones del crimen, la riqueza y la pobreza conlleva, simplemente, al engaño maniqueo.


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