En política, sólo con los amigos

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En política, sobre todo en nuestro país, desde hace algunas administraciones federales –al igual que muchas estatales o municipales–, se ha venido dando un fenómeno que ya debería habernos preocupado desde hace mucho: se trabaja sólo con los amigos, como si no hubiera otra forma de compartir la carga laboral que representa la función pública, mal que, por cierto, también se presenta en la iniciativa privada.

Gabinete de cuates

Viene siendo costumbre que al momento de armar los equipos de trabajo –e incluso en los de campaña–, el principal funcionario decida llamar a sus amigos para que ocupen algunos de los puestos más importantes.

         Padecimos esta situación en el gobierno de Felipe Calderón, quien no dudo en colocar a sus leales en secretarías de Estado o direcciones generales, sin importar que no reunían las capacidades o el conocimiento para desempeñar la función, pues pensaba que con el tiempo –como si fuera a durar en el cargo 100 años– aprenderían.

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         Los resultados de este tipo de decisiones están a la vista de todos.

         En los partidos se da una situación similar, pues varios de los cargos directivos se dan pensando en primer lugar en la amistad y, en último, en la capacidad. Para muestra, ahí está lo hecho por Juan Molinar en la Fundación Preciado, la cual utilizó para colocar a sus incondicionales quienes siguieron ocupando sus puestos sin importarles la institución. Ahora este órgano panista es un simple cascarón sin trabajo que presumir.

         Así que no es de extrañar que ahora Peña Nieto coloque en el PRI a un cercano suyo como es Enrique Ochoa Reza, quien sigue con la tradición de los políticos mexicanos que algunos creíamos que empezaba a desterrarse a partir de la alternancia (frustrada) del año 2000: al cargo llegan los amigos, quienes también son todólogos, pues de administrar una empresa de electricidad pueden pasar a dirigir un partido político sin siquiera pestañar.

         ¿Cuáles han sido los resultados de este tipo de prácticas en nuestro país? A la vista están los pobres resultados en, prácticamente, todas las áreas de la administración pública, con problemas que se mantienen al paso de los años y de cuantiosos presupuestos manejados por políticos que llegan a la posición por su relación de amistad y sin importarles resolver las cuestiones que les encomendaron.

         También tenemos que comentar que esto también está asociado a la impunidad, pues al ser amigos se les perdona también prácticamente cualquier desvió, irregularidad o acto sospechoso de corrupción, pues con presentar su renuncia será suficiente para evadir una investigación, aunque podrán aparecer en otra posición pues sus amigos nunca los dejarán desamparados, ¿o alguien se ha enterado de sanciones contra los responsables de la Estela de la Luz, la Casa Blanca o tantos asuntos de los cuales se ha publicado y difundido en estados como Quintana Roo, Chihuahua o Veracruz?

         Al parecer el himno de nuestros políticos es aquella canción que hizo famosa el cantante brasileño Roberto Carlos: “Yo quiero tener un millón de amigos…”

         Y es que el problema no es tener amigos, sino querer emplearlos en cuanta encomienda pública se tenga estableciendo, además, lazos de complicidad que promuevan un uso patrimonialista del Poder.

         Una breve revisión de medios impresos, digitales o redes sociales nos arrojará una amplia lista de temas en los que se presume el uso indebido del cargo o del presupuesto por parte de grupo enquistados en la administración pública, cuando no recurren a los amigos para simular contratos con empresas o de reciente creación o de plano fantasmas.

         Pero esto no nos debería sorprender, pues en la iniciativa privada sucede algo similar, ya que en lugar de establecer procesos claros de reclutamiento y selección, cuando hay una vacante llamamos a un amigo para que la ocupe, sin importar si cuanta con los conocimientos o la experiencia necesarias para desempeñar el puesto.

         La sociedad así, se convierte en parte de lo que muchas veces critica, pues parece ser que se valora con diferente racero si se hace en el gobierno pero se aplaude si lo hacemos en nuestras empresas o en nuestras casas.

         El amiguismo, como muchos vicios que mantenemos en el país, ha sido parte del fracaso de nuestros gobiernos en una multitud de temas. Pocos reconocen la falta de compromiso con la función pública para desterrar este y otros problemas que seguimos arrastrando en México, pues parece que prevalece la idea de que los amigos –y la familia también entra en este caso– es primero, tanto para los puestos o para los equipos de trabajo. Que sepan o resuelvan los problemas, no importa pues eso es asunto de los que vendrán…

Del tintero

Ya resuelto el tema del nuevo presidente del PRI, viene el del PRD en donde siguen sin ponerse de acuerdo –como es la costumbre en el sol azteca– lo que da lugar a todo tipo de especulaciones. Por lo pronto, dos partidos políticos nacionales hacen gala de que la democracia interna no es una de sus prioridades y eso que decían que el dedazo había muerto.

 

@AReyesVigueras


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