En decadencia p’abajo

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Vamos a vivir tiempos interesantes de aquí al 2018. Si no le damos calidad a la política y tal parece que todos los días el gobierno se esmera en degradarla, se seguirá profundizando nuestra crisis. Se puede gobernar en condiciones adversas, pero un elemento siempre debe estar presente, como en la Caja de Pandora: la esperanza.

Mal comienza la semana para quien ahorcan en lunes
Refrán popular

Adolfo Ruiz Cortines no creía en la democracia. Estaba convencido que un solo hombre con experiencia y responsabilidad era más acertado que las masas. Varias anécdotas ilustran su convicción.

En una ocasión una mujer en Chiapas le reclamó haber designado al “perfumado Aranda Osorio” como gobernador de ese estado, a lo que don Adolfo respondió: “Sí, porque si les dejo elegir a ustedes se agarran de las greñas”.

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Cuando José de Jesús González Gallo le señaló que ya era tiempo de designar candidato para sucederlo en Jalisco y le propuso una terna, don Adolfo le preguntó: “¿No pudiera haber una terna de cuatro?” Y agregó: “Por favor, incluya a Agustín Yáñez”, quien, evidentemente, fue el ungido.

Benito Coquet le obsequió, ya en los últimos años de su vida, las Memorias de Adriano, novela de la cual, semanas después, don Adolfo le comentó un párrafo que la autora Marguerite Yourcenar pone en boca del emperador: “El imperio debe pasar al más digno; bello es que un hombre que ha probado su competencia en el manejo de los negocios mundiales elija a su reemplazante, y que una decisión de tan profundas consecuencias sea al mismo tiempo su último privilegio y su último servicio al Estado”. Ahí está la esencia de su pensamiento político.

En su sexenio escogió como presidentes del Partido Revolucionario Institucional a Gabriel Leyva y al general Agustín
Olachea
, cuando decidió que el primero fuera gobernador de Sinaloa. Los dos corresponden a un perfil muy claro: curtidos en la experiencia, discretos, eficaces para cumplir órdenes y sin grandes luces ideológicas.

Así era el viejo PRI. Sin presumir de intentos democráticos, tenía un método para elegir hombres que fueron eficaces en el ejercicio del poder. Conforme a aquel esquema, no habrían llegado a los gobiernos estatales políticos de tan bajo perfil como los que actualmente padecemos. Si comparamos los gabinetes de aquellos tiempos con el actual, el contraste es abismal.

He platicado en dos ocasiones con Enrique Ochoa Reza, quien me causó una grata impresión. Sin embargo, comienza su periodo con tres mentiras que cuestionan de entrada su desempeño:

1) Negar su militancia ante un órgano colegiado cuando aspiraba a ser consejero electoral (21/10/2010), lo cual constituye perjuro y le pega de lleno a su autoridad moral.

2) Declarar que Enrique Peña Nieto es el mejor activo del PRI, eso no lo cree ni el señor Presidente.

3) Escribir en su tesis, según lo recuerda Raúl Trejo
Delarbre
: “A pesar de un procedimiento democrático simulado dentro del PRI, su candidato presidencial fue seleccionado una vez más por el entonces Presidente del país. Por tercer vez consecutiva (se refería a Carlos Salinas), la selección recayó en un burócrata con una ascendente carrera en el sector financiero en el gobierno, pero con experiencia
política limitada”. Palabras que hoy se revierten en su
contra.

El discurso del nuevo presidente priista decepciona, aunque es difícil en nuestros tiempos que un político diga a la ciudadanía algo creíble. El Partido Revolucionario Institucional, al que Peña Nieto llamó nuevo, ha perdido la memoria. Ya ni siquiera hay referencias históricas o reflexiones de pensamiento político.

Vamos a vivir tiempos interesantes de aquí al 2018. Si no le damos calidad a la política y tal parece que todos los días el gobierno se esmera en degradarla, se seguirá profundizando nuestra crisis. Se puede gobernar en condiciones adversas, pero un elemento siempre debe estar presente, como en la Caja de Pandora: la esperanza. Para sembrarla, se requiere algo más que títulos académicos.


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