En busca de perder el tiempo

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A diferencia de la novela En busca del tiempo perdido, cada uno de nosotros parece que estuviera buscando perder el tiempo en el absurdo tráfico cotidiano. En unas ciudades más que en otras, el tráfico ha crecido hasta hacernos perder muchas horas cada día. Unas por decisiones personales y otras por la acción de otros participantes, pero también por obras públicas mal planeadas o incluso por manifestantes.

Si queremos dejar de perder tiempo innecesariamente, debemos comenzar en qué ciudad queremos residir, así como la distancia entre nuestra vivienda a los lugares de trabajo y a otras actividades; si es pequeña, los problemas se reducen; si es distante, se multiplican. Realizar las actividades propias a menos de un kilómetro a la redonda es la decisión para no invertir mucho tiempo en traslados. No es fácil hacer todo en la cercanía, pero podemos reducir el tiempo que empleamos cada día.

De todas las actividades que diariamente realizamos destacan el trabajo y las escuelas de los hijos. Si bien no es fácil encontrar un buen trabajo cerca de casa, hacerlo quizá es lo mejor para no desperdiciar una parte importantes de la vida en el tráfico. Con las escuelas pasa algo parecido: hay que encontrar la mejor educación para los hijos sin obligarnos a sufrir horas en el tráfico.

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También debemos cuidar los horarios y las vías que recorremos. Hay caminos alternos menos frecuentados si se saben buscar, o se pueden encontrar horarios con menos densidad de tráfico. Hacer un recorrido similar al de muchos vecinos en ciertas horas es mortal. Compartir viajes con ellos para llevar o recoger a hijos en la misma escuela reducen no sólo los volúmenes de tráfico, sino también los niveles de estrés.

Una decisión importante es respetar los reglamentos de tránsito lo más posible, en especial en lo concerniente al estacionamiento: detenerse en doble fila o en vías primarias, así sea "sólo un momento", provoca cuellos de botella, y son los que más contribuyen a hacer lento el tránsito e inclusive a conflictos innecesarios.

Quien prefiera ahorrarse un par de minutos -o varias horas- al estacionarse en segunda fila o en vías primarias, piensa más en su bien particular que en el bien general. Ese tiempo que se ahorran, se lo hacen perder con creces a los demás. Bloquear un carril de circulación hace más lenta la circulación al causar el cuello de botella, y aunque quien lo causa crea que no le afecta, otros igual de inconsecuentes se lo causarán a él.

Las autoridades son factor determinante para reducir la pérdida de tiempo. Diseñar calles, avenidas y cruceros con criterio profesional, favorece la circulación. Si, además, los semáforos están sincronizados y con tiempos adecuados para cada crucero, la circulación será fluida. Si en ambos casos están hechos siguiendo criterios absurdos o sin profesionalismo, la circulación -y quienes participamos en ella- sufrirá enormemente.

Usar el transporte público puede ser no muy confortable, pero en un autobús caben los ocupantes de más de una docena de autos particulares si fueran a su capacidad. Si no usamos el transporte público, al menos debemos emplear eficientemente nuestro vehículo compartiéndolo con vecinos o con compañeros de trabajo. O mejor aún,, tomemos la bicicleta o caminemos si las distancias a recorrer son adecuadas. No sólo ayudan a la circulación general sino también a nuestra salud al hacer ejercicio.

En la medida que todos participemos conscientemente en el tráfico, saldremos ganando; la circulación será más liviana y requeriremos menos tiempo para llegar a nuestro destino. Por supuesto, así habrá más oportunidad para estar con la familia y en actividades que contribuyan a su felicidad.


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