El peor analfabeto

0
536

En tiempos en los que todo lo que huela o suene a política es rechazado por amplios sectores de la ciudadanía, conviene la relectura de algo que escribió el siglo pasado el pensador alemán y dramaturgo Bertolt Brech, a propósito de todos aquellos que reniegan de la política y que creen que con el hecho de no participar –y quejarse constantemente– algún día se acabará con los problemas que vivimos.

Analfabetas políticos

Bertolt Brecht escribió en cierta ocasión, “el peor analfabeto es el analfabeto político. No oye, no habla, no participa de los acontecimientos políticos. No sabe que el costo de la vida, el precio de los frijoles, del pan, de la harina, del vestido, del zapato y de los remedios, dependen de decisiones políticas. El analfabeto político es tan burro que se enorgullece y ensancha el pecho diciendo que odia la política. No sabe que de su ignorancia política nace la prostituta, el menor abandonado y el peor de todos los bandidos que es el político corrupto, mequetrefe y lacayo de las empresas nacionales y multinacionales”.

De escalofriante actualidad, este párrafo del pensador alemán nos hace ver que los ciudadanos no dejan de serlo por abstenerse de pensar o participar en política en una práctica de evasión pura. También nos lleva a la reflexión, particularmente con las dos últimas líneas, de la forma en que surgen esos “políticos corruptos”.

-Publicidad-

Para muchos, los partidos son verdaderos nidos de ratas en los que la corrupción abunda, como si fuera arena en una playa. Claro que hay casos que validan esa idea –particularmente si revisamos los diarios y redes sociales, con tanto actor que desinteresadamente nos muestra de lo que es capaz–, pero conviene  preguntarnos ¿de dónde vienen esos “políticos corruptos”? Naturalmente los políticos no nacieron en otro planeta, son como nosotros, en sus inicios, viven junto a nosotros y aprenden a los mismos lugares que nosotros.

El ciudadano que busca ventajas para hacer negocios, que es capaz de dar “mordida” por evadir una multa, que se mete en la cola para “ahorrar” tiempo, que no respeta reglamentos o señalamientos, que busca comprar una calificación por medio de un regalo, cuando sea político se convertirá en alguien que aprovechará el puesto para tener privilegios.

¿Y qué pasa con el resto de la ciudadanía? Es sorprendente la tolerancia y falta de castigo social a este tipo de acciones. Incluso aprobamos ese proceder con frases que hemos incorporado a nuestro acervo de refranes, como es el caso de “el que no es tranza no avanza”, “me hizo justicia la Revolución” y tantas más que sólo confirman que la corrupción permanece por la permisividad de nosotros.

Esta tolerancia –cuando no admiración o aspiración a igualarlos– es la que permite que algunos políticos puedan actuar a sus anchas y realizar toda clase de operaciones irregulares, pues cuentan con la complicidad de muchas personas a su alrededor, desde su propio equipo pasando por las autoridades que tienen que supervisar o empresarios que se ven beneficiados por este tipo de contactos.

La reciente discusión alrededor del Sistema Nacional Anticorrupción y la famosa intención para que los actores políticos presenten sus 3 declaraciones –fiscal, patrimonial y de intereses–, llamada popularmente #Ley3de3, es una muestra acerca de la necesidad de armar todo un entramado jurídico, complejo y amplio, para cumplir con uno de los principales requisitos que todo político o aspirante a serlo debe tener: la honestidad.

Esto nos lleva a pensar que si no somos honestos, algo o alguien debe obligarnos a serlo, cuando en otras latitudes esto es la norma y la corrupción es parte de las excepciones a la regla o en la sociedad. Aquí, lo común es la corrupción y quien no lo es, pasa a formar parte de lo raro, de lo anómalo, en una sociedad que premia las irregularidades.

Otra faceta de este asunto tiene que ver con la falta de participación en los procesos electorales. Desde aquellos que piensan que no hay que votar porque de todas maneras va a ganar el que siempre gana, hasta los que consideran que este tipo de temas no son para ellos. Afortunadamente, algo está empezando a cambiar y ya podemos ver derrotas de los que siempre ganaban y personas que no dan su voto como si fuera un cheque en blanco.

Como apuntó Brecht, no sabemos lo que nuestra ignorancia y permisividad engendra en nuestro país y que para erradicarlo necesitamos involucrarnos más en la política, aprendiendo y no dejando que este tipo de acciones sucedan. De lo contrario, se hará realidad otra frase de Brecht: “Cuando el delito se multiplica, nadie quiere verlo”.

Del tintero

Esta semana se cumplieron 28 años de las elecciones presidenciales de 1988, fecha emblemática que demostró que el cambio ya era inevitable. Muchos recordaron a los candidatos participantes, aunque la memoria no alcanza a explicar porque algunos de los personajes que participaron en la caída del sistema ahora son paladines de la democracia por el simple hecho de cambiar de partido. Esto es parte de la forma en que los mexicanos somos en materia política.

 

@AReyesVigueras


There is no ads to display, Please add some

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí