“No es tiempo de inventar futuros con el pretexto de que inventar futuros salva el presente, sino es tiempo de preservar el futuro por la acción responsable en el presente”: Carlos Castillo Peraza.
Es tiempo de devolver su alma al PAN, su esencia ciudadana, liberal, democrática y ética. Con el valor, la fuerza y el poder de nuestras convicciones.
Para devolver el alma al PAN, deben reconciliarse liderazgos y talentos que en años recientes se han confrontado, provocando profundas y muy costosas divisiones.
En un buen número de contiendas electorales la derrota se construye desde adentro, por intereses y grupos contrarios. Nuestros adversarios han llegado a tener, en algunas ocasiones, sus mejores aliados dentro de nuestras filas.
Devolver el alma al PAN también implica decisiones de fondo en muchas de las agendas de partido, y en usos y costumbres que han fortalecido cacicazgos y liderazgos patrimonialistas.
Las decisiones para poner fin a cualquier acto de corrupción, de impunidad y complicidad, no deberán encontrar ni complacencias ni excepciones.
He escuchado en voz de algunos panistas que un partido no es un grupo de monjes y coincido con ellos, pero tampoco mafias y grupos que atropellan a esta asociación de ciudadanos que es la esencia de nuestro partido.
Por eso, cualquier margen que tolere la impunidad echará por tierra la promesa de regeneración, y también la disposición y ánimo de muchos panistas y mexicanos para acompañarnos.
Los procesos electorales más recientes nos dejaron razones de esperanza, compromiso y entusiasmo genuino frente a triunfos como Querétaro, el refrendo de los ciudadanos de Baja California Sur y campañas que nos hicieron sentir casi la victoria como San Luis Potosí y Colima.
También sufrimos derrotas dolorosas con mensajes claros de hartazgo y castigo de la gente. En otros casos la pérdida de panistas valiosos y apreciados por la ciudadanía, fueron causa de derrota.
Se recuperaron alcaldías como León, que deben inspirar un modelo de hacer política, respondiendo a los ciudadanos con la mejor agenda para gobernar y con liderazgos honorables y de probada trayectoria.
Cuando gobernamos debemos hacerlo como los mejores, y cuando jugamos como oposición, ser voz de los sueños y anhelos de la ciudadanía, pero sobre todo ser voz y defensa de los agravios, injusticias y del dolor de la gente. Una oposición respetada que denuncia y alza la voz de la indignación y hartazgo que hoy suma a millones de mexicanos, y que con responsabilidad dé la cara a los mexicanos y construya acuerdos que sirvan a México.
Esta es la última llamada, porque frente a nosotros hay condiciones dentro y fuera que no van a esperar más tiempo para responder.
Estoy orgullosa de pertenecer a un partido cuyas contribuciones han fortalecido a la democracia y ampliado las libertades. Un partido en donde mujeres y hombres libres han escrito páginas gloriosas y ejemplares. También lo estoy de cientos de miles de panistas que desde el anonimato o sin mayor protagonismo, hacen posible que el PAN siga siendo la opción democrática y ciudadana.
Es un proceso de regeneración, es hora de poner fin a quienes desde la arrogancia y el atropello se asumen como dueños de voluntades, de grupos y personas.
Los pedazos del alma se podrán reconstruir con la firmeza de una presidencia fuerte en lo institucional y con las convicciones llevadas a la acción.
La otra gran parte nos toca a quienes hemos decidido estar en las filas del PAN. El partido es el espejo de nuestra pasión, amor, compromiso, trabajo, unidad y congruencia. Es también el espejo de nuestras debilidades, de las renuncias al ejercicio de la ética, de las confrontaciones estériles y de las prácticas importadas de otras fuerzas políticas que han ido minando el alma del PAN.
Renovemos la esperanza y en especial el trabajo y compromiso, porque esta transformación empieza por nuestra propia regeneración.
Si así lo hacemos, entonces ganaremos la voluntad, confianza y disposición de los ciudadanos para acompañarnos y darnos otra oportunidad, y sólo así será posible volver a triunfar en las urnas.
Por encima de cualquiera de nosotros, el alma del PAN late y está en nuestra determinación que vuelva a latir con fuerza para los panistas, pero sobre todo que vuelva a mover las almas y hacer de México nuestra patria, ordenada y generosa.
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