El PAN, la derecha española y la polarización

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Por Aminadab Pérez Franco

El jueves 2 de septiembre en las instalaciones del Senado de la República tuvo lugar una reunión entre senadores y diputados federales del PAN con una delegación del partido español de derecha VOX, encabezada por su líder Santiago Abascal, quien se ha destacado como uno de los personajes que ha confrontado con mayor éxito a las ideas progresistas radicales sostenidas por la izquierda en aquel país.

El encuentro no tendría mayor trascendencia pues no pasaría de ser una de las tantas reuniones que sostienen habitualmente los legisladores mexicanos con representantes de organismos internacionales o de partidos y gobiernos de diversos países. Sin embargo, el coordinador parlamentario del PAN en el Senado, Julen Rementería, firmó la denominada Carta de Madrid en Defensa de la Libertad y la Democracia en la Iberosfera, donde se plantea que diversos líderes políticos, con visiones e ideas distintas e incluso divergentes, coinciden en los siguientes puntos:

  1. El avance del comunismo supone una seria amenaza para la prosperidad…
  2. El Estado de derecho, el imperio de la ley, la separación de poderes, la libertad de
    expresión y la propiedad privada son elementos esenciales que garantizan el buen
    funcionamiento de nuestras sociedades…
  3. La defensa de nuestras libertades compete no solo al ámbito político, sino también a las instituciones, la sociedad civil, los medios de comunicación, la academia, etc.
  4. El futuro de los países de la Iberosfera ha de estar basado en el respeto a la democracia, los derechos humanos, el pluralismo, la dignidad humana y la justicia, por lo cual los abajo firmantes expresan su compromiso de trabajar conjuntamente en la defensa de esos valores y principios.

Para analizar las implicaciones del suceso es importante recordar que en política la forma es fondo. Las reacciones dentro y fuera del PAN tristemente reflejan a un Partido sin identidad ni liderazgos intelectuales, que pareciera necesitar de avales externos para defender sus propios principios, que aparentemente no es capaz de distinguir las afinidades de las enemistades políticas, además de que mantiene una postura esquizofrénica y comodina por querer quedar bien con todos: con la congruencia y el progresismo, con la prudencia y la polarización, con la derecha y la izquierda, con la determinación y el conformismo, con los anhelos de la gente y los intereses creados que los frustran, con Dios y con el demonio. La reunión con VOX ciertamente puso en evidencia la debilidad de la postura política panista en la actualidad.

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Algunos amigos panistas que se profesan de derecha, otros quienes piensan que Acción Nacional puede volverse más liberal o libertario incluso, o que se sienten incómodos con sus principios humanistas; algunos más, integristas y extremistas incrustados en el Partido y muchos otros militantes comprensiblemente desconocedores de una doctrina social, de una perspectiva ética de la acción política y de una visión de la historia de México que se han dejado de enseñar por décadas y que muy pocos estudian, coinciden en señalar que el texto de la Carta de Madrid es inocuo: “¿Cómo podríamos ir en contra de un manifiesto que defiende la democracia, la justicia, la libertad, el pluralismo y los derechos humanos y rechaza el comunismo, el progresismo y a los regímenes totalitarios de izquierda apoyados por el narco y cobijados en el Foro de Sao Paulo y el Grupo de Puebla?”.

Habrá que insistir de nuevo, como lo hacíamos hace apenas unos días al criticar al gobierno mexicano por criminalizar a la libre empresa, que existen múltiples ideas políticas que explican desde distintos puntos de vista de filosofía social los principios, fenómenos o modelos de orden de la comunidad humana, tales como la dignidad, los derechos humanos, el bien común, la libertad, la justicia, la democracia, el pluralismo, el populismo, el autoritarismo, la dictadura, el totalitarismo, la derecha, la izquierda o el progresismo, por mencionar algunos.

Existen múltiples concepciones de lo que son la democracia, la justicia, la libertad y el resto de tesis y valores sociales. Es falso que la libertad la defiendan solo los liberales o los libertarios, o que quienes no coincidan con esa postura sean en automático progresistas o socialdemócratas.

En el mismo sentido, los términos derecha e izquierda no son categorías exactas que identifiquen con certeza una posición política. La cultura de derechas y de izquierdas es muy distinta aquí que en Europa o en los Estados Unidos como bien lo dijo hace días Salvador Abascal Carranza: incluso en el transcurso del tiempo desde Manuel Gómez Morin hasta Norberto Bobbio y Macario Schettino en nuestros días, los intelectuales más lúcidos nos confirman que no tiene mucho sentido esa terminología, no obstante su uso indiscriminado y peyorativo en los medios, el círculo rojo y la academia mexicana.

Y así como hay múltiples ideas y categorizaciones que conciben de distinta manera los fundamentos de la sociedad, en la expresión de cada una de ellas podemos encontrar personalidades moderadas, extremistas, radicales, centradas, revisionistas o conservadoras; existen también figuras auténticas, sinceras, incompletas, pragmáticas, demagógicas o tramposas; y vale la pena para el caso señalar también que una de las capacidades básicas de los políticos sería poder distinguir entre los principios, las ideas, el mensaje, el discurso, la propaganda, la mentira, el protagonismo, los hechos, la información y la desinformación.

Por las razones anteriores y por muchas otras, en la discusión pública detonada por la reunión de los senadores del PAN con los representantes de VOX han aflorado muchas y muy contradictorias interpretaciones y posturas que entremezclaron las ideas, las posiciones, las actitudes, las calenturas, las explicaciones, la propaganda, la guerra política del régimen y el chantaje moral a cargo de propios y extraños.

Claro que no pasó de noche a los políticos de tiempo completo en el gobierno y en la oposición, ni a los académicos y a los periodistas este encuentro y, por consiguiente, se removieron desde los sinceros deseos de que el PAN recupere la capacidad de actuar políticamente en forma eficaz, hasta las rancias caricaturizaciones y estigmas cultivados desde el siglo pasado por los enemigos políticos y adversarios ideológicos para deformar la identidad, las ideas y la lucha histórica de Acción Nacional que al instante reverdecieron como en temporada de lluvias. Eso sí, esta discusión al menos nos obsequió un fin de semana de descanso de la enajenante perorata presidencial: incluso este lunes, la conferencia mañanera se dedicó a retomar patéticamente el tema como única vía para que los medios volvieran a ponerle atención al presidente.

Quien esto escribe lamentó desde el jueves el referido encuentro. Y tras el alud de posiciones lo lamenta aun más, puesto que las reacciones han expuesto demasiados errores políticos de no fácil solución, no porque no la tengan, sino porque casi no se aprecian en el horizonte líderes y dirigentes panistas capaces y determinados para hacer valer las posiciones doctrinarias e históricas de Acción Nacional hoy cuestionadas, que estén dispuestos a contener las amenazas de muchos impacientes que exigen al PAN rendirse incondicionalmente a la alternativa de la polarización política para responder con la misma violencia a la provocación y los ataques del progresismo, la revancha y el desquite asumidos en nuestro país por el gobierno actual y la izquierda radical, y mucho menos a recuperar la inteligencia emocional y política capaces de lograr que el Partido defina y ejecute su propia estrategia como lo ha podido hacer en muchos momentos de su historia.

Lo que el PAN necesita son líderes y dirigentes capaces de lograr que el Partido deje de ser carne de cañón de alianzas coyunturales, o lúgubre repetición del falso axioma “el PAN no gana solo”, o vergonzante compañero de viaje de radicalismos ajenos, o incluso, peor aún, mero espectador del conflicto social, pues no obstante ejercer a veces el gobierno carece del poder y la visión para transformar al país en un México mejor, optando por consecuentar con las ideologías, intereses y poderes fácticos que frustran la misión histórica y trascendente de Acción Nacional.

Es importante no olvidar la historia, pues no obstante que nunca han faltado en el PAN católicos integristas o empresarios liberales, la posición del Partido jamás ha sido la de actuar como grupo de presión o como organización secreta. Nunca han faltado los hispanistas sinceros o quienes asumen al interior diversos prejuicios, pero el PAN mantiene su visión que parte de la realidad de México y que brinda una alternativa humanista y democrática con visión integradora y no excluyente. Nunca han faltado los personajes que quieren imitar luchas violentas o modelos autoritarios de otras latitudes aunque siempre han sido inútiles sus intentos por incorporar esos criterios en los documentos y definiciones del Partido. Incluso hoy, existen panistas progresistas que no comprenden el extravío y la incongruencia de asumirse como liberales ante el aborto o la ideología de género.

Los legisladores panistas en la reunión pasaron por alto estos detalles, así como la formalidad de que este tipo de acuerdos tienen que discutirse y votarse en los órganos internos antes de hacerse públicos, además de que no les vendría mal una lección básica de análisis sobre el tema del efecto político de las decisiones. Todo el escándalo desatado por su protagonismo no sólo abrió la puerta a que muchos hayan disfrutado la ocasión para enlodar la imagen del PAN o para cuestionar las actitudes y posturas políticas de los panistas a los que no nos gustó la reunión, o para retomar sus narrativas descalificadoras, abriendo la herida de uno de los dilemas no resueltos al interior del Partido que, tristemente, -y esta pluma lo asume-, nos convoca a la crítica sobre los errores e insuficiencias internas a quienes no acostumbramos evadir los temas ni optamos por las salidas fáciles de los boletines de prensa insulsos que abonan a la indefinición o la negación que tanto le molesta a muchos ciudadanos.

¿Para asumir la defensa de la dignidad humana, de la democracia, las libertades y la justicia el PAN necesita acordar con VOX? No. ¿Para cambiar su actual estrategia el PAN necesita asociarse a VOX? Tampoco. ¿Para recuperar la credibilidad y la confianza de los ciudadanos el PAN necesita adoptar tácticas de polarización como las que suele usar VOX? Para nada.

Lo que el PAN necesita es ser el PAN y trabajar para formar cuadros, restaurar capacidades y competitividad, tener la humildad de reconocer sus errores, rectificar sus actitudes vergonzantes y decidirse nuevamente a mostrarle su verdadera cara al pueblo de México para que sean los ciudadanos a través del voto los que lo pongan en su lugar: en el poder, en la oposición o en el recuerdo. Tratar de sobrevivir asemejándose a otras perspectivas e identidades convertiría a Acción Nacional en una fuerza mutante y amorfa que se mantendría en agonía ante su propia incapacidad de responder desde su esencia a los retos políticos del presente siglo.

En el mundo del siglo XXI, el creciente conflicto político y social se ha venido encauzando por las vías de la polarización. Vincularse de manera acrítica a la causa y visión estratégica de VOX que es la expresión española de la polarización, como lo es Donald Trump en la política de los Estados Unidos, si abriría la puerta a una posible versión mexicana del ensayo de construir una nueva sociedad a partir de destruir primero a la existente -lo cual, por cierto, recuerda tanto a las utopías socialistas como las de Pol Pot, Muamar Gadaffi o Andrés Manuel López Obrador transmutadas hoy en credos de derecha como el Brexit.
La polarización implica dar carta de ciudadanía a la confrontación y la violencia verbal o física en las calles o en las redes, a prescindir del diálogo y el entendimiento para que sean sustituidas por la gritería y el señalamiento, a reducir al debate a una lucha interminable entre posturas insolubles, a responder con la misma moneda a las actitudes violentas y sectarias de cualquier postura ajena, sea de izquierda o de derecha. Es, en resumen, renunciar a la esencia de la democracia que más allá de la emisión del voto es el método que ha encontrado la civilización humana para ponerse de acuerdo empleando el diálogo, el entendimiento, la negociación, la palabra y la escucha.

No coincidir con los puntos de vista de otra persona y dar por hecho entonces que está equivocado, acusarlo en automático de ser un progresista disfrazado, o un ignorante, desinformado o necio es la prueba fehaciente de que es la polarización y no el entendimiento o el encuentro la actitud que conduce a muchos políticos del presente. En el caso del PAN, hace muchos años lo advirtió Manuel Gómez Morin: El PAN no está para sudar calenturas ajenas.

Acción Nacional no es la derecha, ni oposición eterna, ni régimen milenario, sino la alternativa democrática y humanista para México. Al que le guste así que lo vote y al que no tiene una amplia gama de membretes a su disposición. Si el PAN pierde identidad porque algunos hacen pasar sus posturas personales por encima de lo que el Partido representa merece la crítica ciudadana y el castigo en las urnas. Resulta muy autoritario querer imponer una visión individual a un Partido octogenario y pasarse por alto sus principios, su trayectoria y sus fines. Total, el PAN lo único que le pide al ciudadano es el voto y le ofrece un programa de gobierno y nunca ha tratado de imponer sus ideas como un catecismo que convierta en un fiel panista para toda la vida: en ese sentido ha sido mucho más liberal que muchos liberales y libertarios de ayer y hoy.

Quienes crean a pie y juntillas que la sociedad puede redimirse a golpes, a gritos o a empujones tienen todo el derecho de pensar y actuar así; desde luego que pueden considerar que el activismo de veras es conforme a los modelos polarizados de Trump o Vox; tienen derecho a criticar o agredir a quienes suponen que tenemos miedo de asumirnos como ellos aunque entendemos que la política tiene otros recursos y mecanismos muy superiores al radicalismo para generar bienes públicos y condiciones propicias para el desarrollo humano, el crecimiento económico y la prosperidad de todos. Los radicalismos en México tienen muchos movimientos que emprender y varios partidos que fundar. Algunos simplemente esperamos que no tengan éxito en su plan de arrodillar al PAN para que sirva como instrumento de visiones e intereses parciales ajenos a su proyecto histórico.

Nota bene en primera persona

Por esta ocasión añadiré una nota que hará un poco más largo este ya de por sí prolongado texto pero que en justicia debo hacer.

He pensado mucho al escribir estas líneas en mi estimada Catalina Estrada Martí y en la plática que sostuvimos hace días con Samuel Ángel para dialogar sobre nuestras visiones de fondo sobre el mundo, la Civilización de Occidente y cómo construir un mensaje que responda a las posturas del progresismo. He tenido muy en mente a mis compañeros del Consejo de Plumas Azules donde hemos repasado hasta el cansancio este asunto, así como al presidente del PAN en la Ciudad de México, Andrés Atayde y al secretario de Formación, Rodrigo Miranda, amigos entrañables ambos, quienes reaccionaron inmediatamente el jueves pasado y en el mismo sentido que el mío. He leído los chats y visto los programas de mis camaradas Bogus Belgodere, Octavio Catalán, Luis Berman, Fernando Galindo y de sus invitados Jean Carlo Portillo y mi muy estimado y admirado Gerardo Garibay.

Igualmente mantengo un intercambio constante desde una perspectiva académica con mi amigo y colega Cristóbal Barreto del CISAV.

Estas líneas no sólo responden a muchas cosas que he comentado con ellos, que han debatido entre ellos, así como a lo expresado por muchas otras personas, sino que abonan a mi propia búsqueda de comprender cómo hacer política en el siglo XXI, a mi propia insatisfacción sobre el presente y futuro del PAN, a mis dudas perennes sobre la polarización, la necesidad de tener razones implícitas para generar emociones políticas positivas y a la imprescriptible misión que tengo desde hace tiempo de preservar la memoria histórica del PAN. A todos ellos, un abrazo y mi sincero deseo de que podamos seguir entendiéndonos aunque algunos no me crean ni estén de acuerdo conmigo. Vale.


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2 COMENTARIOS

  1. Buen comentario, ojalá y el Coordinador de los senadores y sus homólogos aprendan que antes de firmar un documento deben analizarlo y debatirlo, para tener una postura nítida y congruente de lo que se signa.

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