El juego de las sillas como política nacional

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Como en un juego de niños, hemos visto a diversos funcionarios federales hacer toda suerte de malabares para ocupar puestos públicos en la administración priísta.

Si las consecuencias de este juego no acarrearan perjuicios a la sociedad, sería algo de mofa y de risa. Pero todo lo contrario: genera encono y descontento porque los priístas, que presumían saber gobernar, han demostrado ser personas que van detrás de puestos públicos sin hacerse responsables de su pobre desempeño. Son la clara representación del gobierno ineficaz donde las malas cuentas no se sancionan, se premian.

Recordemos los casos más visibles en medios de comunicación y redes sociales.

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¿Qué pasó con Humberto Benítez, el titular de la Profeco que dejó el cargo por la polémica del caso #LadyProfeco? Pues nada, que el gobierno del Estado de México le echó un lazo y lo nombró titular de El Colegio Mexiquense, A.C.

Ahí también está Ernesto De Lucas, quien después de fungir durante cuatro meses como director general de ProMéxico y recibiendo acusaciones de diversas irregularidades, ahora es el director del Instituto de los Mexicanos en el Exterior (IME).

 

¿Y Alfredo Castillo? Después de su cuestionada gestión como titular de la Comisión para la Seguridad y el Desarrollo Integral de Michoacán, el “todólogo” y “apaga fuegos” de Peña Nieto se encuentra ahora en la Conade. En 2010, Castillo fue llamado para concluir el escándalo que generó la desaparición de la niña Paulette y en 2013 relevó a Humberto Benítez en la Profeco. Actualmente, y después de haber dedicado varios años a temas de “procuración de justicia”, su misión es “dar mayor impulso al deporte”.

 

Otro botón de muestra es Manuel Mondragón, quien ahora despacha como titular de la Comisión Nacional contra las Adicciones (Conadic) como premio a los grandes logros que alcanzó en la Comisión Nacional de Seguridad.

 

Y así podemos continuar una larga lista de personajes que después de salir un rato de la escena pública vuelven a ocupar puestos que les granjean altos salarios y prestaciones. ¿Les suena Virgilio Andrade?

 

En todo esto hay algo en común: el compadrazgo y el favoritismo de los priístas a sus allegados. Pero además, la falta de rendición de cuentas de todo lo que han hecho y dejado de hacer estos funcionarios públicos.

 

Lejos de tener una estructura meritocrática que castigue seriamente a quienes incumplen sus funciones, el gobierno de Peña Nieto sigue sin escuchar a la sociedad y prefiere reciclar compadres que exigir resultados.

 

Los amigos del Presidente, a diferencia de millones de mexicanos, no tienen que realizar entrevistas de trabajo ni demostrar sus capacidades. Tampoco tienen que esperar meses, e incluso años, para encontrar un empleo. Y mucho menos se someten a evaluaciones de desempeño.

 

Y aunque esto continuará durante los próximos meses, el juego se puede tornar algo sucio: ¿Qué pasará en la dinámica de las sillas cuando los amigos del Presidente vean como competencia a los gobernadores o diputados salientes?

 

Mientras el Presidente sigue moviendo el dedo para indicar dónde va cada uno, hay cargos importantes, como el del embajador de México en Estados Unidos, que continúan vacíos. Todo esto desvela las prioridades del actual gobierno: les interesa el puesto y las prestaciones, no las responsabilidades.


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