El fracaso de la prevención

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Los mexicanos ocupamos el primer lugar en el mundo en obesidad infantil y encabezamos la lista de todo el planeta en diabetes de menores, de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud.

El Informe de Maternidad en la Niñez del Fondo de Población de las Naciones Unidas, nos coloca también en el primer lugar en bullying escolar y embarazos de adolescentes dentro de los países de la OCDE.

Al respecto, Mayte Azuela en el periódico El Universal sostiene: “es aterrador suponer que la mayoría de las niñas entre 12 y 19 años resultan embarazadas a causa de una violación o una relación sexual con algún familiar. El incesto como una de las variables más recurrentes refleja no sólo los alcances de la violencia intrafamiliar, sino la tolerancia social con la que se alimenta la vulnerabilidad de las mujeres… Si los feminicidios no se contabilizan y mucho menos se castigan, ¿qué riesgo corren los familiares de adolescentes que abusan sexualmente de ellas? Ninguno”.

A esta terrible realidad se suma [el hecho de] que entre todos los países del mundo somos los primeros en difusión de pornografía infantil.

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También ocupamos el primer lugar en América Latina con el mayor número de especies en peligro de extinción, así como su exportación y venta ilegal.

Y respecto al número de adultos con obesidad, como en crímenes por homofobia, a nivel mundial nos ubicamos en segundo lugar.

Este recuento de realidades no tiene el propósito de desmoralizar a ningún lector, pero no deja lugar a dudas de que las agendas de prevención en estos campos han sido un rotundo fracaso.

Estos primeros y segundos lugares muestran con toda crudeza el desprecio que hemos tenido por la prevención, la educación, el
Estado de derecho y la aplicación de la ley.

Detrás de estas cifras frías y duras que son terribles, tenemos la vida de miles y miles de ciudadanos. Estos números tienen nombre y apellido y es urgente atender desde todos los ámbitos posibles la prevención.

Nadie puede hacerse a un lado. Estos primeros lugares son un grito desesperado a las familias, las escuelas, los gobiernos, las instituciones, los medios de comunicación y la sociedad civil organizada.

Los daños psicológicos, por ser el primer país del mundo en bullying escolar, están lastimando a nuestros hijos y generando una cultura de la violencia que rompe el tejido social y amenaza hasta a los más pequeños.

Que México sea el primero de entre todos los países en la difusión de pornografía infantil, nos echa en cara la corrupción e impunidad que prevalece , y es sin duda un eslabón terrible para los crímenes de trata y la violación a los derechos más básicos de nuestros niños.

Los crímenes por homofobia ponen en evidencia lo que tanto nos cuesta reconocer: que seguimos siendo una sociedad clasista y excluyente. Una sociedad que hace rato ha empezado a hacer “justicia” por su propia mano.

Si no podemos hacer ninguna de estas cosas bien, cómo vamos a prevenir un mal uso o excesos en temas tan graves como el de la mariguana. Una cosa es la responsabilidad de cada persona de actuar y otra la responsabilidad del gobierno de regular, prevenir y evitar daño a terceros.

Recientemente se dio a conocer por los Centros de Integración Juvenil que “de 2008 a 2014 el consumo de cannabis aumentó 17 por ciento, aunque hay estados que llegan a tener 35 puntos más en el consumo, y más de 90 por ciento de los pacientes esta consumiendo alcohol y mariguana, y eso es muy preocupante… El otro foco rojo es la disminución de edad de inicio en el consumo de drogas, tenemos menores de 12 años, hemos llegado a tener incluso pacientes hasta de seis años que se iniciaron con mariguana”.

Ahora que se abre este debate sobre la mariguana, quiero contribuir con un análisis de la realidad que enfrentamos. Porque si sólo nos seguimos concentrando en las consecuencias o intentamos minimizar los efectos, simple y sencillamente podemos irnos olvidando de una agenda de prevención que resulta indispensable y urgente.

Si se ignora la debilidad de nuestras instituciones, los entramados que hacen posible la corrupción e impunidad, así como agendas de prevención fallidas, estaremos tomando decisiones en un México que no es, y cuyas consecuencias pueden ser fatales.


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