El efecto López Obrador

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Andrés Manuel López Obrador es un verdadero fenómeno de la política. Con varias elecciones a cuestas, no deja de sorprender su competitividad en dos elecciones presidenciales consecutivas y que, en pleno 2015, sea mencionado en distintas encuestas como primer o segundo lugar rumbo a la elección federal de 2018.

Asimismo, es el político más –o uno de los más– mencionados en artículos o columnas, lo mismo para criticarlo que para defenderlo. Se trata de un personaje que no pasa desapercibido para nadie en el ámbito de la opinión pública. Pero a pesar de las menciones negativas, continúa siendo la opción para muchos mexicanos desencantados del actual sistema político.

Enfoques equivocados

En su columna, Raymundo Rivapalacio comentó que “desde hace casi un año las encuestas privadas de los políticos –la mayoría de ellas no se publican–, ubican a López Obrador como puntero indiscutible”. Carlos Ramírez, en estas mismas páginas, comentó “lo que más sorprende a los priístas del comportamiento político de López Obrador no es su habilidad para ganar portadas en medios que en el fondo no representan todavía votos, sino el hecho de que el tabasqueño se está moviendo al estilo de los priístas que andan buscando candidaturas menores”.

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Héctor de Mauleón recuerda, en El Universal, que “cuando termine 2015, Andrés Manuel López Obrador se habrá gastado 500 millones de pesos y habrá aparecido en un millón 300 mil spots que de manera velada promueven su candidatura a la Presidencia de la República. Esto equivale a unas nueve mil horas en radio y televisión, pagadas todas con dinero público”.

Y es que en la última semana, todo gira en torno al tabasqueño como la figura central en la carrera rumbo al 2018.

Para sus adversarios políticos, no obstante, prevalecen enfoques equivocados sobre como detener al adelantado aspirante. Llamó la atención que el pasado fin de semana Jesús Ortega y Felipe Calderón coincidieran en las críticas a López Obrador, al igual que previamente lo habían hecho Manlio Fabio Beltrones y Gustavo Madero.

Pero, a pesar de los señalamientos, las encuestas –como recuerda Rivapalacio– ponen en el primer sitio al también presidente nacional de Morena.
La gran pregunta que muchos en el PAN, en el PRD y en el PRI –además de la Presidencia de la República y varias secretarias de Estado–, es cómo detener el avance del casi seguro candidato de Morena en 2018.

Recordemos que cuando fue Jefe de Gobierno en el DF, en PAN DF respondía cada una de las conferencias de prensa que instituyó en la madrugada –como respuesta a la petición de Vicente Fox, a fin de que él no se subiera al ring–, además de que fue dado a conocer un par de videos en los que se mostraba a dos de sus colaboradores –Gustavo Ponce y René Bejarano– con manejos irregulares de dinero.

Más tarde, el intento de desafuero ayudó a López Obrador a ser competitivo en la elección federal 2006. En plena campaña, sólo la batería de mensajes en los que se le calificaba como un “peligro para México”, logró detener su ascenso aunque quedó a 500 mil votos de la victoria.

Tras eso, y a pesar del plantón en Paseo de la Reforma y de una nueva campaña negativa en su contra, volvió a quedar en segundo lugar en la elección de 2012, sólo la campaña anticipada de Peña Nieto –en medio del desencanto con el gobierno de Felipe Calderón– pudo arrebatarle el triunfo.

Es así que López Obrador vuelve a colocarse en los primeros sitios de la antesala electoral mexicana, demostrando que ha aprendido de la experiencia, algo que no sucede en el caso de sus adversarios.
Las razones de lo comentado en las líneas anteriores son, en mi opinión, las siguientes:

Primero, pensar que el éxito de López Obrador responde al encantamiento de amplios sectores sociales, bajo la promesa de subsidios y otras dádivas –pensar acerca de él que es un demagogo, pues–, es un error, ya que quien más se dedica a transferir subsidios son los propios gobiernos estatales y el federal. La verdadera fuerza del tabasqueño radica en convertirse en alternativa ante administraciones públicas ineficaces y corruptas.

Segundo, López Obrador es una alternativa ante un sistema político desgastado y corrupto. Sólo hay que ver la cantidad de personas que dan bajas calificaciones, en encuestas, a los partidos en rubros como confianza, credibilidad o representación. Ante esta crisis de los Partidos, no sorprende que el presidente de Morena se haya convertido en una opción para muchos.

Tercero, pasa el tiempo y los ataques en contra de López Obrador han demostrado que sólo lo fortalecen, algo que no han aprendido ni priístas, ni panistas, ni –ahora– perredistas. Pasó con el tema del desafuero, con la campaña de que era un “peligro para México” y pasa ahora con las acusaciones de que abusa de los spots en medios electrónicos.

Si quieren, en verdad, frenarlo un primer paso en dejar de hablar de él, de criticarlo, pues esto sólo refuerza su imagen como alternativa de un sistema viciado de partidos, los cuales sí lo critican es porque en realidad no quieren que llegue, por lo que para muchos ciudadanos es señal de que debe llegar.

La otra medida, es empezar a dar muestras de que los cambios llegaron a los partidos, pero con personajes como Los Chuchos, Beltrones, Madero y Anaya en los partidos grandes –más el Verde–, es difícil atraer a los votantes.


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