El discurso anticorrupción de Morena: entre el énfasis en el pasado y la incoherencia del presente

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El discurso de Morena, pronunciado por sus gobernantes, legisladores y militantes, enfatiza la corrupción del pasado bajo el mandato del PRI y del PAN —el llamado «PRIAN»—, y describe cómo ambos partidos destrozaron al país.

Recursos retóricos recurrentes, como la definición del Fobaproa como el mayor atraco a la nación; la llamada «guerra» de Calderón contra el narcotráfico como el inicio de una era de violencia que sigue ensangrentando nuestras ciudades; o actos de corrupción que llevaron a la cárcel a varios exgobernadores del PRI —como Javier Duarte y César Duarte, aún en la conversación pública—, son parte esencial de ese discurso que los morenistas utilizan constantemente.

El uso de estos elementos ha sido clave para que Morena gane elecciones, pues su discurso conectó con una ciudadanía hastiada de escándalos de corrupción que se sucedían sin tregua, sin que hubiera castigo para los involucrados. Por ello, no resultó sorprendente que el candidato que en 2018 prometió acabar con la corrupción y basó su campaña en denunciar esta práctica haya ganado la elección presidencial.

El problema, sin embargo, es que el discurso que apela al combate de la corrupción y a los males del «PRIAN» no ha sido consecuente en la práctica por parte de Morena. La incorporación a sus filas de exmilitantes provenientes del PRI y del PAN siembra serias dudas sobre la sinceridad del discurso electoral.

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Ejemplos de estas contradicciones sobran: la incorporación y el nombramiento en el gobierno federal de quien pagó una fianza para evitar la prisión de López Obrador; el mantenimiento en el Senado de quien tildó de «secta» al partido; nombrar director del IMSS y luego senador a uno de los arquitectos de la campaña contra el ahora expresidente; convertir en diputado federal a un expresidente del PAN que contribuyó a describirlo como «un peligro para México»; o darle una gubernatura a uno de los coordinadores de campaña de Peña Nieto en 2012.

Esta lista de nombramientos, por citar solo unos pocos casos, no exhibe a un partido comprometido en la lucha contra la corrupción. Más bien, revela a un movimiento oportunista que se esconde tras la máscara de un personaje que promete eliminarla, pero que en la práctica la reproduce y, peor aún, a una escala mayor.

Si en verdad se buscara acabar con esta práctica, no se habrían incorporado a sus filas personajes cuestionados precisamente por su pasado, ni mantendrían en sus cuadros a aquellos que ahora se ven involucrados en nuevos casos de corrupción, como lo demuestran los escándalos en Segalmex y otros más recientes.

Pero el objetivo real es mantener un discurso infinitamente repetible, como demuestran las campañas anticipadas de quienes buscan gobernar un estado o cada oportunidad en que un morenista sube a la tribuna del Congreso para condenar, una y otra vez, al «PRIAN» y a la corrupción del pasado.

El problema es que la realidad ya los alcanzó. Una encuesta de diciembre de 2025 realizada por CE Research muestra que Morena se ubica en el tercer lugar de los partidos percibidos como corruptos, solo por detrás del PRI, que ocupa el primer puesto con el 41 % de las respuestas, y el PAN, con el 22 %. Que el partido en el poder, artífice de su triunfo electoral gracias al discurso anticorrupción, alcance el 18 % en este estudio, evidencia que este recurso se está agotando a un ritmo acelerado.

Tener en sus filas a expriistas y expanistas cuestionados por corrupción, mientras sus propios militantes empiezan a mostrar que la practican, no hace sino acrecentar las contradicciones de Morena, que le pasarán factura en las próximas elecciones.

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