El (des)orden mundial

0
419

La humanidad parece entrar a situaciones límite que vulneran la estabilidad de su orden internacional. Las primeras alertas del agotamiento se han originado a nivel nacional en los últimos años, pero distintos casos hacen pensar que se encienden cada vez más las alarmas de una confrontación que podría escalar a nivel de países o con repercusiones globales. En este contexto de creciente deterioro, hace mucho que no se escuchaba de la Organización de las Naciones Unidas una advertencia de riesgo de entrar a un conflicto regional “incontrolable”, o de exigir un cese al fuego bilateral al categorizar sus efectos de “carnicería” y “ciclo desquiciado de derramamiento de sangre”, tal cual hizo referencia su secretario general, António Guterres, hace apenas unos días sobre los bombardeos ocurridos entre israelíes y palestinos.

Así, con los lamentables acontecimientos observados en Oriente Próximo, suman cuatro los factores que ponen en tela de juicio la estabilidad del orden internacional. Primero, la desigualdad económica y social ha puesto contra la pared a los sistemas institucionales democráticos, porque segmentos mayoritarios de sus sociedades perciben que siguen quedando excluidos de los beneficios, y que la pluralidad de la clase política mantiene intactos los privilegios controlados por un pequeño número de personas. En este renglón no sólo se ubican los países en desarrollo, como en entregas pasadas de esta columna hemos analizado las manifestaciones al interior de Colombia o Chile; sino que alcanza incluso a las más desarrolladas, entre ellas a Francia, con su movimiento de chalecos amarillos. Todas estas protestas sociales, que han provocado tanto heridos como muertos, tienen como denominador común la manifestación por la continua pérdida del poder adquisitivo de las clases medias y bajas, aparejada al avance de fórmulas electorales de corte autoritario o populista.

El segundo refiere a la pandemia. La emergencia sanitaria de covid-19 ha exhibido no sólo la profunda desigualdad que norma la vida de millones al interior de las sociedades, sino la que se perpetúa entre países ricos y pobres. Las diferencias de realidades son tan lacerantes que, mientras en algunas regiones la extensa vacunación abre las puertas al regreso a la normalidad, en otras latitudes la muerte por coronavirus sigue cobrando las vidas de decenas de miles. Este factor de riesgo amenaza con ensanchar la iniquidad en el desarrollo económico norte-sur, además de sepultar décadas de avances en política social, al regresar a millones a condiciones de alguna dimensión de pobreza. El propio Banco Mundial estima que la covid-19 dejará hasta 115 millones de personas más en pobreza extrema. Así, la falta de legitimidad del orden internacional podría detonar actitudes contrarias a la cooperación internacional que resulta esencial para resolver desafíos comunes.

El tercer factor de inestabilidad al orden global refiere a las intervenciones hechas vía ciberataques. Tan sólo en Estados Unidos, desde 2016 no ha cesado el fantasma de la injerencia rusa en sus procesos electorales presidenciales, además del ataque de ransomware que detuvo la operación del oleoducto más grande ese país hasta que —según reportes de prensa— la empresa propietaria pagó un millonario rescate a los delincuentes que hackearon su sistema. Si estas actividades se convierten en el “ojo por ojo, diente por diente” entre potencias o la obligada inhabilitación de este tipo de delincuentes en suelo extranjero, estaríamos inaugurando una etapa de conflictividad inédita en la que la vida de civiles inocentes estaría en juego, ante incidentes cibernéticos de cada vez mayor magnitud.

-Publicidad-

There is no ads to display, Please add some

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí