El cambio que más afecta a la sociedad

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Por: María Elena Álvarez de Vicencio

Algunos  sociólogos, al analizar los cambios ocurridos a la sociedad en la era moderna y al ver  las grandes transformaciones ocurridas por los inventos y descubrimientos,  en la medicina, en la informática,  en las comunicaciones y en general en todas las ciencias y tecnologías, consideran que ninguno de ellos ha transformado a la sociedad con más profundidad, que la alteración del papel, que por tradición desempeñaron las mujeres.

Al principio la sociedad se organizó colocando al “hombre en la CAZA y a la mujer en la CASA” Los varones llevaban el sustento y las mujeres procreaban y educaban a los hijos. El desequilibrio  aparece cuando las mujeres  dejan la casa y salen a la moderna caza que es el trabajo remunerado fuera del hogar y los hombres no  entran a la casa, al hogar. La primera consecuencia es la disminución del número de hijos, que en algunos países ya es un problema, y el debilitamiento de las relaciones de la familia que es la institución que ha dado base y fortaleza a la sociedad. Hoy cada vez  aumentan las madres solas.

Este cambio no es “culpa” de las mujeres, ni tampoco de los varones. El Liberalismo y la sociedad de consumo obligan a producir y a consumir. No puede haber personas  que no produzcan; hombres y mujeres deben hacerlo; la producción ofrece a la sociedad múltiples productos y servicios que crean fuetes de empleo y que se pueden obtener para mejorar la calidad de vida. El sueldo de una persona en la familia, generalmente no alcanza para obtenerlos y si las familias  tuvieran numerosos hijos, no sería posible darles todo a lo que se aspira, ni las madres podrían trabajar como los varones, así que la reducción del número de hijos es otra consecuencia del  cambio.

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Si ante esta realidad se decidiera proponer que ya no se produzcan nuevos productos, que todo lo que se adquiera  dure toda la vida, como antes, y también, que los hereden a sus descendientes. Así no se tendría que cambiar la licuadora, el micro ondas, la televisión, la computadora, las cortinas, los muebles, ni el coche.

Además de disfrutar los avances tecnológicos, las familias quieren ahorrar para tener casa propia, para viajar, salir de vacaciones a lugares que sueñan conocer y mandar a sus hijos a estudiar al extranjero. Si se propusiera que todo eso  dejara de existir y que las familias volvieran a ser numerosas y las mujeres se dedicaran sólo al hogar, se detendría el progreso y el desempleo sería un serio problema.

La solución no está en esas radicales medidas, ni tampoco en el desenfreno del consumismo sin límites. Todo puede darse en el justo medio. La racionalidad va indicando lo que se puede adquirir y el tiempo en que puede realizarse. No es posible tener todo de golpe; una planeación inteligente permitirá ir disfrutando, sensatamente, del bienestar que ahora se ofrece.

 Las parejas que deciden formar una familia, o que ya la han formado, habrán de considerar estos cambios y aceptar que así como las mujeres han ingresado al campo económico que les era exclusivo a los varones, ahora ellos habrán de ingresar al hogar, y asumir tareas que les eran  exclusivas a ellas. Quienes ya lo han hecho han podido comprobar que no es una tragedia, que ambos pueden disfrutar al ponerse de acuerdo, considerando la equidad para que nadie sienta que está perdiendo. Así como las mujeres disfrutan su trabajo profesional, los varones van a disfrutar el trato con sus hijos en todas sus etapas del desarrollo.

Estos cambios implican romper paradigmas. A las abuelas puede costarles más trabajo aceptar que sus nietas dejen a los pequeños en otras manos que no sean las de la mamá. A la suegra le puede molestar que su nuera “ponga a su hijo a lavar los platos”. Las madres y las abuelas también tienen que saber que el mundo ha cambiado y hay que ayudarlas a que lo comprendan para que no sean motivo de desavenencias ente los nuevos padres. Cuando los varones no asumen la parte del cambio que les toca, el resultado se ve en el creciente número de madres solas, lo cual no favorece la educación de los hijos ni la fortaleza  de la sociedad.

Todos tienen que poner de su parte para que este cambio favorezca a todos por igual y no afecte a la sociedad. El gobierno tendrá que establecer políticas públicas que  apoyen a las familias, como las escuelas de tiempo completo y las guarderías suficientes y eficientes. Las empresas pueden establecer horarios flexibles para las madres que trabajan. La reproducción de la humanidad no es responsabilidad solo de las mujeres, es de toda la sociedad en su conjunto. Si todos ponen la parte que les toca, este irreversible cambio social será para bien de todos.


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