El ‘brexit’ y México

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Es bien sabido que las grandes idioteces no suelen provenir de los idiotas, sino de los más talentosos y entendidos cuando algo los cegó al decidir.

Revise usted la historia universal y hallará errores mayúsculos que acarrearon verdaderas calamidades, y en no pocas ocasiones sus autores fueron tenidos por inteligentes y sabedores. Por ello, es obligado que las graves cuestiones del Estado se estudien y resuelvan con prudencia por quienes den la mayor garantía de honestidad, conocimiento y experiencia, pues para pocas decisiones se debe acudir al voto ciudadano.

En efecto, así como sería una locura que los usuarios de aviones, barcos o ferrocarriles seleccionaran a los tripulantes, o que los mandos de los ejércitos resultaran de votaciones populares, todo lo que es de gran complejidad, que requiere de conocimientos especiales por las consecuencias de las decisiones que se adopten, no debe quedar a merced de electores ignorantes, presas fáciles de la publicidad engañosa de perversos que los conducirán como rebaños al matadero.

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Mucho se ha dicho y se seguirá comentando sobre la ruptura del (hasta hoy llamado) Reino Unido respecto de la Unión Europea, sin que sean predecibles con certeza las dimensiones de los daños y desafíos que ya resienten los que saldrán, los que se quedan y el resto del globalizado mundo.

Pero ese suceso puede ayudar a los mexicanos para corregir a tiempo la tendencia supuestamente “vanguardista” y “de avanzada”, impulsada por embaucadores, que conlleva la proclama siniestra de “empoderar al pueblo” para que decida directamente cuestiones superiores, sin que éste tenga ciencia ni conciencia sobre los efectos de una u otra decisión.

Hoy los votantes en el referido Reino Unido están desunidos, gritan, lloran y se retuercen de rabia por haber sido llevados —miles o millones de ellos— a decidir mediante engaños en las urnas, terminando todos botados de (y por) Europa. Los jóvenes reclaman a los privilegiados su egoísmo y soberbia, y a los viejos y pobres sus miedos. A ambos los encaran por haber mutilado el futuro de las nuevas generaciones. Pero el daño ya se hizo. Nada ni nadie impidió, en el país con la más antigua y perfeccionada democracia, que un líder irresponsable —Cameron— llevara a más de 40 millones de ciudadanos a quedar atrapados en la propaganda mentirosa del egoísmo, la soberbia y el miedo.

En México debemos rechazar el bombardeo mediático que busque encubrir y mantener lo que padecemos, o que trate de demoler todo lo construido. Rechacemos la falsa disyuntiva de apoyar a “más de lo mismo”, o de adoptar las soluciones simplistas que propone la estupidez mesiánica. Pobreza, ignorancia y corrupción son pradera seca que puede arder en cualquier momento. Urge vivir en un estado de derecho que haga posibles y eficaces las acciones conjuntas de mujeres y hombres de buena voluntad para resolver nuestros problemas, evitando caer en la torcida tesis del dictador: “Cuando Dios quiere castigar a los pueblos les manda la democracia”.


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