Colapso de la vida urbana

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La noticia dada a conocer de que al menos 40 ciudades mexicanas están por colapsarse por el incremento del tráfico merece atención, y sobre todo acciones. No es premonición ni amenaza sino la conclusión de un estudio de largo alcance sobre la viabilidad de la circulación en nuestras ciudades. Siguiendo las tendencias registradas en años recientes se ve que si se sigue haciendo lo que hasta la fecha se hace no serán viables.

Todo mundo sabe de la parálisis del tráfico en la Ciudad de México y su área metropolitana apenas hay accidentes, marchas o bloqueos de arterias. La ciudad no se muere, pero las velocidades a que se mueve son ridículas. Tramos que de noche se hacen en 10 minutos, durante horas de mayor tráfico requieren de hora y media o más. Recorridos a velocidades de 6 kilómetros por hora son frecuentes hoy en día… ¿Que pasará en 10 años si seguimos así? ¿Llegaremos a velocidades aún menores?

En el pasado las ciudades crecían dependiendo del esfuerzo que cada habitante hacía para ir del lugar de residencia al trabajo. Durante siglos las ciudades se limitaron a uno o dos kilómetros de radio, la distancia caminable. La introducción del servicio de carros de caballos para todos (el origen de la palabra en latín, omnibus), en especial para la población de a pie, la que no tenía al menos un caballo o un burro, permitió aumentar el tamaño de las ciudades. Con la utilización de vehículos a vapor, eléctricos y de combustión interna, las distancias a recorrer se multiplicaron. Por desgracia, en nuestras ciudades se dio prioridad a solucionar los problemas del transporte privado y no los del público.

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Al aumentar la velocidad, los problemas se multiplicaron. Aumentó el número de vehículo en circulación y las distancias a recorrer. Las calles no estaban preparadas para recibir más tráfico, y se tuvieron que trazar amplias avenidas para permitir mayores velocidades. Pasos a desnivel y calles elevadas construidos como solución al problema, sólo motivaron el transporte privado. De haberse concentrado en mejorar el servicio público, el aumento del tráfico hubiera sido manejable. Cada vehículo del transporte público sustituye al menos a 30 o 40 automóviles cada día.

Soluciones de transporte público masivo como el metro, metrobús, macrobús, tren ligero o similares son solución para quienes viven y tiene que ir a lo largo de su recorrido. Como no se trabajó adecuadamente en redes alimentadoras, la mayoría de la población no puede aprovecharlas.

En ciudades pensadas alrededor del transporte público toda edificación está a menos de 400 metros de una parada de transporte público y el boleto es multimodal (esto es, para los diferentes transportes durante una hora y media) por lo que el transporte privado se ha mantenido al mínimo, evitando congestionamientos y ahorrando construcciones adicionales.

Seis kilómetros por hora es la velocidad de un hombre caminando a paso normal, pero para un vehículo es absurda. La solución no es lograr una mayor velocidad promedio, sino una que se mantenga. Para ello, hay que retirar vehículos de la circulación mediante el transporte público.

Las ciudades deben de trabajar más en mejorar el transporte público: aumentar en lo posible medios colectivos, estudiar y planear bien sus redes alimentadoras, evaluar la introducción del boleto multimodal y mejorar la calidad del servicio. Actualmente el transporte público no es utilizado por buena parte de la clase media que prefiere la comodidad del automóvil al transporte público y por ello saturan las calles.

Para evitar ciudades en riesgo de colapso la solución no es evitar el uso del transporte privado prohibiendo su uso o incrementando el precio de la gasolina, sino motivar el uso del transporte público con medidas que faciliten su uso como las anotadas. Los recursos para hacerlo pueden salir del presupuesto de la ciudad, reforzados con ayudas estatales y federales.

Las partidas del Presupuesto Federal de fortalecimiento municipal se han dilapidado en vehículos para funcionarios o en auditorios en vez de usarse para mejorar la infraestructura urbana, incluyendo el transporte público. Esos recursos bien usados, junto con los que se ahorrarán por dejar de hacer obras civiles para el transporte privado evitarán el colapso de las ciudades. Toca a ayuntamientos y administraciones hacer la tarea.


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