En un contexto político con cambios constantes, la presidenta Claudia Sheinbaum ha anunciado un mitin para conmemorar los siete años de este movimiento que prometió renovar al país. Esta celebración se programó para diciembre próximo, justo en el momento en que la popularidad de su figura está en una caída visible y discordante con los primeros años de su gestión.
Sheinbaum, en un acto que puede parecer un intento de reforzar su base política, se siente obligada a recordar los logros de la Cuarta Transformación, sin embargo, el sabor es agridulce. Las encuestas recientes indican que su aprobación ha disminuido, posiblemente como una consecuencia de preocupaciones populares sobre cuestiones de seguridad, economía y gobernabilidad. Ante esta situación, se plantea una pregunta crucial: ¿la celebración será un acto legítimo de conmemoración o una estrategia publicitaria?
La Cuarta Transformación, más que un simple movimiento político, ha buscado posicionarse como un cambio de paradigma en la manera de gobernar el país. Sin embargo, los logros en este periodo son aún motivo de debate. En la agenda de la 4T se han abordado temas como la justicia social, la lucha contra la corrupción y la inclusión económica, sin embargo, la percepción pública oscila entre la satisfacción y el desencanto. La ciudadanía espera gestos concretos que reflejen las promesas hechas, en especial por parte de un gobierno que utiliza la propaganda como su principal herramienta para informar, o en este caso, celebrar.
La reciente marcha convocada por jóvenes de la Generación Z es otro claro indicativo del descontento y la necesidad de cambio. Estos jóvenes, que están en camino de convertirse en una fuerza política significativa, han mostrado que su apoyo no es incondicional y que exigen respuestas directas y acciones efectivas en lugar de discursos vacíos. Este movimiento social suma presión sobre Sheinbaum y el mensaje es claro: la propaganda por sí sola no puede sostener una administración.
Las críticas más contundentes emanan de un sector que considera que la administración actual ha dejado de lado temas urgentes como la inseguridad y la crisis económica. La realidad es que la percepción de una falta de liderazgo y el desánimo se han vuelto manifiestos en suspensiones de servicios, un aumento en la pobreza y una inseguridad rampante en varias regiones del país. Los detractores argumentan que en lugar de asumir la responsabilidad de estos problemas, se prefiere optar por celebraciones que no resuelven las carencias que enfrenta gran parte de la población mexicana.
Sin embargo, no es solo una cuestión de resultados sino de comunicación política y cómo las imágenes, el lenguaje y la narrativa juegan un papel significativo en la percepción pública. La celebración de la 4T parece un intento calculado de revisar y reavivar la conexión con la base electoral en un momento de crisis de confianza. En esta era digital, las imágenes y mensajes que se transmiten pueden dar la impresión de acción y logros, aunque el sentimiento general culmine en un anhelo de políticas más contundentes y efectivas.
Los próximos meses se anuncian cruciales para la estrategia política de Claudia Sheinbaum. El mitin de diciembre no solo buscará celebrar los siete años de la Cuarta Transformación, sino que servirá como un termómetro para medir el nivel de apoyo y aprobación de la ciudadanía. De ser exitoso, podría revitalizar su imagen, pero de fracasar podría evidenciar aún más la desconexión entre el gobierno y los ciudadanos.
En resumen, la propuesta de Sheinbaum de conmemorar la Cuarta Transformación puede ser vista bajo diferentes lentes. Mientras algunos llegan a interpretar esta celebración como un signo de esperanza, otros la perciben como un intento de desviar la atención de cuestiones críticas que quedan sin resolver. En todo caso, será fundamental observar cómo evoluciona este mitin y cómo se traduce en la opinión pública hacia el futuro político inmediato.






































