Candidaturas: oportunidad o injuria

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Los partidos pueden convertir las elecciones en puerta en una oportunidad para recuperar algo de credibilidad.

Frente al proceso electoral en curso los partidos están ante una disyuntiva histórica: pueden convertirlo en una oportunidad para recuperar algo de credibilidad o en una injuria a los ciudadanos.

En los sentimientos de la sociedad mexicana el horno no está para bollos. Desde hace varios años todos los estudios de opinión registran una caída permanente del prestigio de los partidos y de la clase política. Los acontecimientos del último trimestre del año pasado mermaron aún más sus ya de por si bajos niveles de adhesión popular. Esos hechos pusieron ácido en la vieja llaga que hace más dolorosos e incurables los males de la sociedad mexicana: la corrupción en partes vitales de las instituciones nacionales.

En 2015 los dirigentes y militantes de las organizaciones políticas mexicanas pueden demostrar que son conscientes del terreno minado sobre el que caminan reaccionando con pundonor para cerrar el abismo que los separa del aprecio de los ciudadanos, o ciegos y sordos a lo que en su entorno ocurre siguen por el desbarrancadero de la rapiña partidocrática, presentando como candidatos a elementos que cuando aterrizan en los puestos públicos y en las legislaturas, de inmediato los transforman en trampolín —con el dinero de los mexicanos— para seguir escalando en la pirámide del sistema político y en exitosa e ilegal actividad lucrativa: la más asombrosa fábrica de millonarios operando cínica e impunemente a la vista de todos, de la que brotan de la noche a la mañana fortunas alucinantes, residencias como las de las mil y una noche, ventajosos negocios, bancos, constructoras, casinos, jugosos fraudes, concesiones y moches de a como veo doy.

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En los próximos días se irá desgranando la lista de la personas que los partidos presentarán para competir por las diputaciones federales y locales, gubernaturas, alcaldías, sindicaturas y regidurías. Este será el dato fundamental para saber cuál es la lectura que cada organización política ha hecho del humor de la sociedad mexicana y permitirá ver cuales de ellas han entendido el delicado momento por el que atraviesa la democracia mexicana y la desean sanear. Las instituciones políticas las constituyen su doctrina, su ideología, su programa, su cultura organizacional, sus reglas, sus métodos y sus miembros. Es en la acción de estos últimos en los que se concreta todo su cuerpo teórico y conceptual. De nada sirven discursos, las plataformas que se registran ante la autoridad electoral, los elaborados lemas que los asesores en marketing aconsejan plasmar en los espectaculares y colocar en los medios radiotelevisivos así como en las redes sociales, si las personas que actúan en nombre del partido, y fueron avalados por sus siglas, lo hacen sin congruencia alguna con sus postulados. Del cuidado que pongan en seleccionar candidatos que garanticen esa sintonía institucional dependerá en mucho la reconciliación de los ciudadanos con los partidos.

Por todo ello una de las más importantes cuestiones a debatir en esta elección es la corrupción. La otra será la suerte de la economía nacional y el empleo. Después de los casos de Iguala, de las casas Blanca y de Malinalco —amén de todo lo relacionado con ese modus operandi del grupo en el poder— así como otros muchos casos de enriquecimiento explicable y abusos de decenas de políticos de todos niveles y colores, los ciudadanos seguramente serán resistentes en concurrir a las urnas si no encuentran un claro compromiso de limpiar la vida pública de México. Mal la van a pasar aquellas organizaciones y sus abanderados a quienes se les señale como más de lo mismo que tiene instalado al sistema político en el umbral de su total deslegitimación.


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