Calentaron la plaza y les cayó la justicia

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Los ríos de sangre terminan en un mar de tinta. Así sucede en el caso de Ayotzinapa.

La noche de Iguala se convirtió en interminable noche para México, y su horror y dolor no los borrará un nuevo amanecer.

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Pero el error de los criminales no fue hacer una fechoría dantesca, sino que se trató de 46 estudiantes en un solo acto. ¡Y 46 normalistas juntos son muchos!

La sociedad está acostumbrada a cinco acribillados aquí, dos encajuelados allá, siete levantados en céntrica calle de no sé dónde, más ocho abatidos y un federal herido y, a veces, el cuerpo torturado de un periodista, sin dejar de agregar nombres a la lista de secuestrados y desaparecidos. Eso es ya normal y cotidiano.

Lo atípico del caso fue la descarada participación de policías al matar a tres estudiantes y levantar a 43 más. ¡Se les pasó la mano!; se trata de un error de número, de víctimas y de procedimiento.

Tantos, en un mismo lugar, el mismo día, normalistas, y policías que no ocultaron el uniforme, ¡eso sí resulta insoportable! Los autores intelectuales derramaron el vaso, “iban bien”, pero calentaron excesivamente la plaza y les cayó la justicia.

Pues ese desprecio por la vida lo aprovechan algunos para golpear rivales; otros, para “deslindarse”, y otros más para destruir, incendiar y robar a placer.

La información recibida, y considerando la realidad nacional, hace posible juzgar al Estado mexicano (o si prefiere, al gobierno) ante la criminalidad, y por este hecho:

1) El Estado no cumple su deber de evitar crímenes evitables, y está infiltrado; no es proactivo, sino reactivo, y sus resultados son paupérrimos, tanto que la impunidad supera 90%. ¿De verdad fue necesario que la pudrición en Iguala se saliera de madre para que el gobierno “descubriera” rápidamente fosas clandestinas con despojos humanos, así como historias harto conocidas? ¿Seguirá la vergüenza de exportar huesos calcinados para identificar a nuestros difuntos? No lo merece México.

Con frecuencia los únicos que escuchan las denuncias son los denunciados, y acallan a los denunciantes.

2) En el caso de los normalistas, merece aprobación el esfuerzo sin precedentes realizado por miles de servidores públicos federales —de todos los niveles— en la búsqueda de estudiantes y de malvados. Evidenciada que fue la incapacidad del gobierno estatal, entró el federal, acompañado por familiares de los muchachos, campesinos y medios de comunicación. Hay 60 en la cárcel, incluida la “pareja imperial”, hoy mostrada infernal, así como evidencias importantes de lo sucedido.

¿Que son malos y lentos los resultados alcanzados en 40 días?, para mí, no. Hay en el mundo criminales que fueron aprehendidos 20 o 30 años después de ser perseguidos por profesionales; a otros jamás los hallaron; el país más poderoso de la Tierra requirió de años para abatir enemigos como Bin Laden, y aún le duele recordar sus Torres Gemelas.

Reprochar la corrupción e ineptitud que existe en los gobiernos, y reconocer lo que hacen bien, es lo honesto.


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