En el primer trimestre de 2025, México alcanzó una cifra récord de 44.8 millones de tarjetas de crédito vigentes, el número más alto registrado desde 2002. Este hito se da durante el sexenio de Claudia Sheinbaum, consolidándose como un periodo de expansión sin precedentes en la emisión de este instrumento financiero. Sin embargo, a pesar de este crecimiento exponencial en la disponibilidad de plásticos, la realidad sobre su uso dibuja un panorama mucho menos alentador.
De los casi 45 millones de tarjetas de crédito vigentes, únicamente el 51.1% fueron efectivamente utilizadas, lo que equivale a 22.9 millones de plásticos activos. Esta brecha entre las tarjetas emitidas y las que realmente se usan revela una tendencia preocupante en la economía mexicana. El máximo histórico de uso de tarjetas de crédito se registró en 2009, con un impresionante 87% de las tarjetas vigentes en operación. Hoy, ese porcentaje se ha desplomado a poco más de la mitad.
Este contraste sugiere que, aunque las instituciones financieras están facilitando el acceso al crédito como nunca antes, una parte significativa de la población no está haciendo uso de él, o simplemente no lo necesita en su día a día. Las razones detrás de este fenómeno podrían ser diversas, desde la cautela de los consumidores ante la incertidumbre económica, el temor al endeudamiento, o incluso la simple posesión de plásticos de respaldo sin una necesidad inmediata de utilizarlos.
La proliferación de tarjetas de crédito sin un uso proporcional podría implicar varios desafíos. Para los bancos, representa costos operativos y de mantenimiento por cada tarjeta emitida, independientemente de su uso. Para los consumidores, tener múltiples tarjetas sin usar puede generar un falso sentido de seguridad o, por el contrario, una carga administrativa innecesaria. Además, una baja tasa de uso podría ser un indicador de que las condiciones económicas generales no son lo suficientemente favorables para fomentar el gasto a crédito, o que los mexicanos están optando por otras formas de pago.
Analistas económicos deberán profundizar en las causas de esta marcada diferencia entre la oferta y la demanda real de uso de las tarjetas. ¿Es un reflejo de una economía desacelerada que limita el consumo? ¿O es una señal de una mayor conciencia financiera y un menor deseo de endeudamiento entre la población? Lo cierto es que, mientras el número de tarjetas vigentes sigue en ascenso, el desafío ahora es comprender por qué la mitad de ellas permanecen guardadas en la cartera.
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