Aunque me mates…

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En los años noventa se acuñó un acrónimo, precisamente en internet: BDSM, para referirse a una serie de prácticas sexuales extremas y parafilias como el sadomasoquismo. Se forma con las iniciales de las palabras “Bondage” (sujeción), dominación, sumisión y masoquismo. Los dos términos, BDSM y sadomasoquismo se utilizan en la psicopatología individual, nunca para el análisis social; sin embargo, hoy día, la psicología colectiva de la dominación demanda la existencia de un término parecido al usado en la nosología psiquiátrica para aludir a las terribles alteraciones sociales generadas por los gobiernos corruptos.

A la luz de lo acaecido el pasado 7 de junio en las elecciones federales -dejo las locales para otro momento- con toda la cauda de desaciertos del Gobierno Federal peñista, de la corrupción e impunidad imperantes en la misma Presidencia de la República, del atraco sin castigo a los dineros del pueblo en el caso específico de Coahuila, proveniente de la administración de Humberto Moreira, el PRI tiene mayoría en el Congreso de la Unión y en casa se llevó el carro completo. No me queda ninguna duda que las sinvergüenzadas no solamente les fascinan a los mexicanos, sino que votan a favor de quienes se las hacen.

Del fervor al priísmo local y al “Profe Moreira” le comparto dos botones, yo los vi. La primera vez que fui candidata a Diputada local llegué a uno de esos asentamientos irregulares regenteados por lideresas y consentidos por los gobiernos tricolores, a pedir el voto. La vivienda estaba hecha de cajas de cartón y por puerta tenía un pedazo de tela deshilachada; pedí permiso para entrar, y una voz femenina me dijo que pasara. La pobreza era absoluta, piso de tierra, rejas para fruta por muebles, un liacho de trapos por cama, cuatro niñitos a medio vestir y una señora que era la personificación de todas las carencias. Le expliqué mi presencia en su casa, de pronto me preguntó de qué partido era, y le respondí que del PAN, oyendo esto y haga usted de cuenta que solté un conjuro. “¡Se me larga de mi casa pero ya… yo soy priísta, voy a ser priísta siempre, todo lo que soy y lo que tengo se lo debo al PRI, con que a chi… su madre… sáquese de aquí!”

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El siguiente lo viví hace tres años, como aspirante a la Diputación federal. Igual, llegué, toqué entre otros asuntos el tema de la “megadeuda humbertista”; una de mis tres oyentes empezó mostrar signos de incomodidad, y de plano se puso de pie, se me plantó en jarras y he aquí lo que dijo: “Ya me tienen hasta la m… con esa zoncera…¿sabe qué quisiera? tener muchos centavos ‘pa’ pagarle lo que le cargan al Profe y callarles el hocico; al Profe lo queremos porque jué (así lo pronunció) muy bueno con nosotros, y ya se está yendo porque aquí semos (textual) priístas, pa (sic) que se lo sepa”.

¿Qué disociación mental ocurre, que desconecta las causas de los efectos? ¿Qué procesos emocionales se dan que producen estas inconcebibles actitudes y conductas de adoración y sumisión? Nuestro pueblo está enfermo de desmemoria histórica. Se fomenta un pensamiento de corto plazo y se aprende a vivir así.

Por otro lado, se ha creado una cultura “de sufrimiento en silencio”, porque se conocen las raterías de los gobernantes, el desaseo gubernamental, y aun así, el grueso de la población se inclina por la indiferencia, se calla, y vuelve a votar por ellos o se abstiene y ganan los de siempre.

¿De verdad, no tenemos ninguna responsabilidad en esto? ¿Por qué se toleran tantas raterías de quienes están obligados a servirle al pueblo porque para eso se alquilaron? ¿Qué le ha dejado de bueno a México la indiferencia de sus habitantes en los asuntos públicos? Esta semana en un documento de la corte estadounidense para el Distrito Oeste de Texas, en su división para San Antonio, se involucra al exgobernador priísta de Coahuila Humberto Moreira en operaciones de lavado de dinero…¿Y qué? Aquí en nuestro País, el “Profe” es intocable, todo el sistema lo protege…

Así es México. Aquí todo está bien.


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